Capítulo 1

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La niebla matutina hacía difícil y peligroso el conducir por la carretera, lo bueno era que quedaba poco para llegar a Chesville. Nadia iba dormida en la parte de atrás y a lado mío iba mamá, callada, luchando contra el sueño. En un punto deseé el entablar una conversación para hacer más ameno y llevadero el viaje, pero deseché esa idea. Nos detuvimos en una tienda de 24 horas para poder estirar las piernas y comprar algo de comer. Fui con Nadia y la desperté.

–Nadia, Nadia, despierta –piqué su mejilla varias veces hasta que con un gesto me apartó la mano, abrió sus ojos lentamente y se estiró como pudo. Con voz adormilada me pidió que la cargara, le quité el cinturón y la tomé en mis brazos, ella apoyo todo su peso sobre mí, acurrucándose.

–No te vayas a lastimar Thomas, últimamente pesa un poco más –asentí y entramos a la tienda, siendo que aún faltaba para que saliera el sol, sólo unas cuantas personas caminaban por los pasillos–. Voy rápido al baño, escoge algo para que comas.

Ya iba a la mirad cuando al parecer recordó algo, se volvió rápidamente y dijo «No vayas a escoger algo picante, sabes que eres muy sensible», ahora las pocas personas que ahí estaban sabían que era muy sensible, a lo lejos pude escuchar la risa de alguien, lo ignoré.

Horas después estábamos entrando a Chesville, era un ambiente rural acogedor, lo que más destacaba era el azul brillante de cielo y lo despejado que se encontraba, las personas al pasar se sonreían siendo que seguramente se conocían de años y muy pocos vehículos circulaban.

Al igual que mi hermana, tenía la mirada puesta en la ventana observando todo el lugar; mamá comenzaba a conducir con lentitud, eso sólo me indicaba que ya estábamos a nada de llegar a nuestro destino. En cuanto el auto se detuvo pensé en que debía decir algo pero no lo hice. No sabía que. Bajamos del carro nuestras maletas, o más bien yo las bajé, cuando entramos a la casa el olor a lavanda nos dio de lleno.

–¿A que quedó limpio? –Dijo mi madre–. Ya sólo tendremos que ocuparnos en acomodar las cosas.

La felicidad y el cansancio se notaban en su rostro, los años le habían cobrado factura, eso era cierto, pero aun así seguía en pie y sonriendo como si nada pasase; a veces creo que se excede tratando de complacernos.

–Será mejor empezar a desempacar –dije.

–Sí. Tom, primero ayuda a tu hermana a desempacar sus cosas y después te puedes instalar en tu habitación.

–No sé dónde están las habitaciones.

–Bien, escúchame atentamente, subes por la escalera, hay seis puertas, las primeras cuatro del lado derecho son las habitaciones, las dos del lado izquierdo son el baño y el armario, en el armario no entres porque aun están las cosas de los antiguos dueños, la primera puerta de la derecha es la de Nadia, la segunda es la mía, la cuarta es la de invitados y la tercera es la tuya.

Todo lo dijo para mí, fue de manera rápida.

Lo único que logree rescatar era que no entrara al armario. «Bien... ¿Cuál era el armario?» pensé. Subí las escaleras, las cuales no entiendo por qué son de rectángulo, ya es cansado subir cinco escalones ¿qué no lo es subir muchos y tener que girar?, ¿Por qué mamá no puedo comprar una casa de un solo piso y que no tuviera que darme una ubicación tan confusa? ¿Por qué Tom? ¿Por qué? Porque así es la vida.

–Bien. Bien, Tom –me dije–. ¿Cuál era el armario?

Al darme cuenta de que obviamente no resolvería nada quedándome ahí parado como el idiota que soy, decidí entrar en la primera puerta junto a las escaleras. Para mi sorpresa, todo estaba oscuro; tratando de encontrar el interruptor, terminé tropezando con lo que yo supongo eran cajas más que llenas de cosas. Intenté sujetarme de algo o pisar en un lugar donde no hubiese objetos con los cuales trastabillar, pero al estar todo oscuro, lo que hice, fue un intento más que fallido. Terminé en el suelo cubriéndome la cabeza mientras las cosas caían sobre mí.


Lo peor de todo es que no tengo idea de dónde salían tantas cosas que no paraban de caer más y más, era como si todos los objetos se formaran en una fila para golpearme. Cuando las cosas terminaron de caer, comencé a recogerlas. Todo estaba tan oscuro y sólo podía guiarme por la luz que emanaba mi teléfono, una segadora luminosidad considerando la oscuridad en la que me encontraba.

Para cuando estaba por terminar de recoger todo, la batería de mi celular ya casa se había acabado, es por eso que nunca uso la linterna –o el celular– me sentí orgulloso de haber regresado todo como si nada hubiera pasado, puesto que parece que mi madre no se dio cuenta de que entré al armario.

Di unos pasos hacia atrás y tropecé con lo que supongo era una caja de una altura más que baja. Con la caída solté sin querer mi celular, de no ser por la linterna que seguía encendida, estoy seguro de que habría perdido mi celular para siempre. Lo tomé y alumbré el objeto que con el que había tropezado, estaba en lo cierto, era un caja de muy pequeña altura como para hacerme caer.

Eratotalmente negra a excepción de una que otra decoración de tono dorado que laadornaban para lo que supongo yo, tuviera un mejor aspecto, al igual que unasletras cursivas del mismo tono que formaban las palabras: «El juego de losdados».    

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⏰ Última actualización: Apr 17, 2017 ⏰

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El juego de los dadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora