Paraíso Insustancial [Gay]

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Entrada para el desafío Amor A color.

Color: Rojo.

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—Y... ¿Si me elige a mi? —Félix no se sintió del todo sorprendido cuando Elí, con una enorme sonrisa llena de malicia, dijo esas palabras cargadas de veneno y deseo.

Siempre había sido así desde que podía recordar. Su hermano menor era quejumbroso, llorón y caprichoso por naturaleza; lo que él tenía, ya fuera un juguete, dulce o la más simple piedra, Elí siempre se las arreglaba para arrebatárselo. Y él como buen hermano mayor, cedía ante los berrinches; en parte porque no quería pelear y lidiar con los lloriqueos, y por otro lado, porque sabía que al final, su hermanito se aburriría y lo dejaría a segundo plano, para concentrarse en el nuevo objeto de su atención; y aquí, Félix recogía del suelo lo que había despojado.

Aprendió a lidiar con ese carácter retorcido del muchachito al punto de serle del todo indiferente y dejarlo simplemente jugar con lo que llegaba a sus manos. Pero ahora todo era distinto, lo supo cuando sintió sus manos temblar y un calor nació desde su pecho y recorrió por todo su torrente sanguíneo. Volteó a mirar a su hermano con sus ojos oscurecidos por la rabia que descubría, podía experimentar. Pero había algo más que no dejaba su corazón tranquilo y menos viendo la mirada de decisión de su pequeño hermano.

— No te atrevas, Elí —miró como el otro se encogía un poco debido a su tono de voz, si el chico fuese una persona normal, sus alarmas sonarían advirtiéndole que no hiciera alguna estupidez... pero no era un muchacho que se conociera por ser sensato. Contrariamente, su sonrisa se ensanchó, al ver como la careta de frialdad de su hermano se rompía lentamente.

— ¿Por qué? ¿qué lo hace diferente esta vez? —el más joven se sentía de alguna manera poderoso, no esperaba ver aquella mirada de desesperación. Porque sí, Félix debía estar tan angustiado como para considerar iniciar esa clase de juego con él y aquella persona.

—No dejaré que me lo arrebates—¿Tanto lo amaba que se atrevía a declarar eso frente a él? Elí quiso reír en ese momento con todas sus fuerzas, pero sólo atinó a ensanchar su sonrisa, no podía creer lo patético que se veía su perfecto hermano mayor.

—Yo no puedo hacer nada si me escoge...—le restó importancia con un ligero ademán, mientras dejaba entrever una inocencia prefabricada en su expresión. Se regocijó internamente al ver el seño fruncido del hombre y decidió darle una última puñalada antes de irse victorioso: —tal vez debes pensar que con quien debes tener cuidado no es conmigo

Pasó a su lado dejando la esencia de su colonia bajo sus narices: era salvaje y atrevido, sin siquiera tener el reparo de intentar ocultarse. Así era Elí, siempre queriendo llamar la atención, probar a todos que él existía y podía hacer lo que quisiese; aun siendo familia, se tenían que tomar precauciones, porque ese chico tampoco le importaba el daño y los corazones rotos que dejaba a su paso. Impulsivo y despreocupado a un nivel preocupante, pero esta vez, Félix sólo podía pensar en darle la razón, por que en efecto, no se sentía angustiado por los planes de su hermano, sino porque tal vez Dante no llegase a poner resistencia.

Porque lo conocía y le dolía no poder confiar en él.

Una Sandía.

Era lo primero que venía a la mente de Dante cada vez que veía al hermano menor de su pareja. No era en sí porque físicamente le recordaba a aquella fruta, más bien era la sensación de frescura que emanaba de su ser, seguido por la explosión agridulce que venía de su atrayente personalidad.

A sus treinta años había visto demasiado, más en el aula de clases donde impartía cátedra. Sabía cuando sus estudiantes se fijaban de más y querían darle cierto tipo de atenciones que él declinaba con una amable indiferencia, por lo tanto, pudo leer de inmediato en la mirada del más joven que definitivamente estaba interesado en él. En un principio se sintió algo molesto por el descaro del joven al no respetar a su hermano mayor, quien en más de una ocasión le contó sobre el carácter especial y podrido que llegaba tener su pequeño hermanito; así que por un tiempo se la pasó esquivando sus intentos por quedarse a solas y comenzar el coqueteo, de por sí, descarado que se traía el muchacho de dieciséis años.

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