Estúpidos afortunados

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—Estoy harta —exclamó la castaña mientras se lanzaba en la cama de la morena.

Mía solo suspiró.

—Son unos idiotas, ellos se lo pierden.

Esta vez fue Emma quien suspiró.

—Sí... aunque no soporto ver como se lían con las zorras de sus novias. Claro, según ellos, nosotras somos demasiado pequeñas para ellos pero las zorras de sus novias no ¡por Dios, si solo nos llevan tres años!

Emma y Mia se hallaban en una de sus tantas tardes de lamentaciones mientras veían películas románticas y comían helado de chocolate. Mia estaba tumbada en el sofá mientras que Emma acababa de tumbarse en la cama de Mia, nuevamente, después de haber ido a la cocina a por más helado.

Tenían diecisiete años y llevaban prácticamente desde que tenían memoria enamoradas del hermano de la otra. Es decir, Emma del hermano de Mia, Troy, y Mia del hermano de Emma, Jayden.

Los chicos les llevaban tres años, tenían veinte aunque a veces parecían niños de cinco atrapados en cuerpos de adulto. Sobre todo cuando se juntaban con Tyler, el primo de Mia. Cuando esos tres se juntaban parecía estar viendo a tres niños de la guardería mientras hacían travesuras.

Aún así, a pesar de ser infantiles, se creían con el derecho de rechazar a Emma y Mia mientras exclamaban con burla: "Lo sentimos, pero no salimos con bebés, ya sabéis lo que dicen quien se acuesta con niños amanece mojado".

Eso las hacia enfadar a más no poder mientras pensaban: "Mejor amanecer mojado que con una ETS, que es lo único que os pueden pegar las zorras de vuestras novias".

—¿Qué tienen ellas que nosotras no? —se lamentó Mia por decima vez en esa tarde.

—No es lo que tienen, es lo que no tienen. Neuronas ya te digo yo que no. Al parecer eso es lo que buscan todos los chicos, una muñeca en grande con las mismas neuronas que una piedra.

—¡Hey! ¡No ofendas a las piedras!

—Tienes razón, lo siento, las piedras son mil veces más inteligentes que esas zorras.

Las dos chicas estallaron en carcajadas, pues aunque pudiese parecer un comentario de alguien despechado tenían razón. Gia y Emily no brillaban especialmente por su inteligencia.

Lo único llamativo de ellas era su cuerpo, como cualquier Barbie. Era como las niñas cuando iban a una juguetería a elegir su nueva Barbie para jugar, elegían a la más bonita basándose en la superficie de ésta, ya que por dentro no había nada. Pues lo mismo pasaba con sus hermanos, elegían con el mismo criterio que una niña en una juguetería.

Una vez las risas se apagaron continuaron viendo la película mientras comían helado para olvidar sus penas.

No pasaron ni cinco minutos cuando Mia empezó a sonreír con una de sus tan conocidas sonrisas diabólicas. Cosa que no pasó desapercibida para Emma.

—Tengo una idea —exclamó de repente y Emma entrecerró los ojos, no sería la primera vez que la duende tenía una idea y ambas terminaban metidas en líos.

Para ser más exactos su última idea las hizo pasar una noche en comisaría.

—Dime por favor que ésta no implica terminar la noche en comisaria —dijo con recelo mientras Mia rodaba los ojos.

—Oh, vamos, Emma, no todos mis planes tienen porque acabar entre rejas, esta vez es diferente —su sonrisa se extendió según iba armando el plan en su cabeza.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Emma ya con curiosidad.

—Vamos a hacer que los chicos dejen de vernos "pequeñas".

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