Arreglado~
para TheCookieKitten
'Odio todo de ti,
Por qué te amo...'
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Asuna apretó los dientes mientras las mucamas tiraban sin misericordia de su cabello, y arreglaban la cascada de fuego que se derramó sobre sus hombros con virginal inocencia. Se alegraba de librarse del aburrido velo que otrora mantenía su peinado en alto, costumbre antigua del lugar en el que estaba, y estilo que había adoptado como futura residente, pero ahora sentía como si estuvieran rastrillando su cuero cabelludo con cuchillos calientes. Lágrimas de frustración y de miedo picaron bajo sus párpados, llegando peligrosamente a la tentación de escapar mientras trataba de controlar el ataque de histeria que amenazaba con derribar su aspecto tan bien compuesto.
Se ordenó serenarse.
Ella nunca fue capaz de ocultar sus emociones, o de meterlas profundamente en su corazón y protegerlas con una dulce sonrisa cortés somo solía hacer su madre. Actriz consumada del drama y la tragedia.
Pero por increíble que resultara, sonreír en medio de la agonía era una habilidad que había adoptado con asombro, destreza que sin duda había cultivado durante la última semana, una habilidad surgida de una situación desesperada. Pero Asuna no intentó engañarse. Las lágrimas incipientes no tenían nada que ver con las tres doncellas que con prasticidad peinaban de su cabello.
Todo se debía al hombre aquel que estaba esperando al otro lado de la puerta.
Se dijo a sí misma que aquella decisión peleada con uñas y dientes valía la pena. Ese matrimonio contaría con la seguridad de salvar a su familia de la miseria. Se tragaría su orgullo, y aceptaría la ayuda de ese anónimo, antes de que los suyos cayeran en el colapso financiero. Seguramente eso valía el pequeño sacrificio de su parte.
Irónicamente, lo que salvaría a su familia también la destruiría.
Ya no tendría derecho de volver a ver el hogar que dejó. Aquella casona inmensa que la cobijaba, llena de lujos y sirvientes se convertiría de ahora en más en su cárcel de oro. Ese había sido el trato.
Y aunque estaba acostumbrada a ese tipo de lujo material, sentía que en las circunstancias actuales ya no le hacía falta. Echaría de menos el abrazo matinal de su padre, o las pláticas divertidas con su hermano... ¡estaba segura que hasta extrañaría las reprimendas de su madre!
Asuna se movió al sentir el jalón en su espalda, y trató de agradecer a la joven que enderezaba los lazos sobre la prenda que acababan de ponerle, un estúpido y ridículo camisón blanco. La observaban con tristeza, como si supieran que era una victima de camino al patíbulo.
Y no quería que le tuvieran pena. Ella no quería su simpatía, y detestaba que le tuvieran compasión. Asuna era un espíritu libre e indomable... o por lo menos eso había pensado siempre de sí misma..
Las tres mujeres finalmente se alejaron, y Asuna soltó un suspiro de alivio. Odiaba tanta atención, y se consideraba perfectamente capaz de ocuparse de su propio arreglo... pero allí el protocolo era necesario, y lo que deseaba quedaba relegado pues nadie le daba importancia a su opinión.
—Está lista, Asuna-sama.
Maldijo hacia adentro, saboreando el uso privado de soeces que se consideraría sumamente inadecuado para una señorita de su estirpe. Sus palmas sudaban y apenas podía parar de temblar. Ya basta, se dijo a sí misma. ¡Ya contrólate! No seas patética.