Corría, mis pies se hundían en el barro con cada paso que daba, pero no podía pararme. Las lágrimas rodaban por mi rostro, mezclándose con la fuerte lluvia que azotaba la zona.
Las ramas de los árboles se enganchaban en mis ropas, todo había sucedido excesivamente rápido, ni siquiera podía asimilarlo del todo, era un día como otro cualquiera, cenaba junto a mis progenitores, y de repente la cabeza de mi padre ya no estaba unida a su cuerpo.
Traición era la única palabra que se formaba en mi mente, las grotescas y sangrientas imágenes se repetían una y otra vez, había sido obligada a huir, a abandonar a mi madre, a los sirvientes, a mi hogar. Todo lo que conocía y amaba había sido destruido en pocas horas.
Podía sentir que me seguían, mis músculos estaban adoloridos por el esfuerzo, pero no iba a morir, no hasta que me vengara.
En todos mis recuerdos aparecía Agni, mi hermano, con el cual había compartido hasta el vientre de mi madre, aunque fuésemos de distintos sexos nos comprendíamos y eran pocas las veces en las que nos enfrentábamos.
Físicamente eramos muy parecidos, ojos verdes, cabellos dorados, y rasgos marcados. Agni tenía un don con la gente, era amable y querido por todos, por mi parte la timidez me impedía hablar con soltura, por lo que siempre acababa disfrutando de la soledad, aunque teniendo a Agni era imposible sentirse sola.
Estaba sentada en el tronco de un árbol, intentando descifrar la mecánica del nuevo artefacto que había descubierto en las ruinas cercanas a mi hogar. En contra de lo que la sociedad y mis padres esperaban dedicaba mi tiempo a tareas para hombres, me resultaba fácil arreglar objetos, incluso había forjado armas, cuando mi madre se enteró de aquello las lecciones de canto y costura aumentaron, y la vigilancia también, pero absolutamente nadie podía cambiar lo que era.
Sentí una presencia Agni, mi hermano, se había sentado en una raíz del árbol y observaba como trabajaba en silencio. La tranquilidad nos envolvía, en ese momento solo deseé que aquella paz no se acabase nunca.
Volvía a la aldea después de un duro día de entrenamiento, mi cuerpo estaba cansado, y un fuerte dolor de cabeza hacía que mis pensamientos fueran confusos, el bosque estaba oscuro y un ruido hizo que me pusiera alerta, nunca podías fiarte de las criaturas nocturnas, las cicatrices en mi espalda eran prueba de esto.
Avancé con velocidad, silenciosamente, ignorando el latente dolor, debía llegar a las murallas de la aldea para estar a salvo. Unos aullidos hicieron eco en el bosque, lobos de las nieves, debía darme prisa, solían ir en manadas numerosas y en mi estado sería imposible enfrentarme a ellos.
El dolor de cabeza aumentaba mientras me acercaba a la aldea, los aullidos se escuchaban cada vez más cercanos, tenía que llegar a la muralla, quedaban solo unos metros, y fue entonces cuando todo se torno borroso, sin poder evitarlo mi cuerpo cayó en la tierra, la oscuridad me invadió, y el aullido de un lobo fue lo último que pude oír.
Toda mi vida se reducía a aquel bosque, mis padres me habían abandonado en una cesta, en la cabaña del druida encargado de la protección de aquel lugar, este hecho nunca me entristeció, aquel hombre bondadoso y amable me había enseñado a amar y cuidar cada parte del bosque. Por desgracia hacia un año que su vida se extinguió, dejándome a cargo del bosque y un gran vacío en mi interior, la herida aún seguía abierta, y dudaba que se cerrase en algún momento, su recuerdo me perseguía en sueños. No eran pocas las noches en las que me despertaba con lágrimas recorriendo mi rostro.
Alcancé la orilla del río, me tumbé en el suelo, mis dedos se enredaron entre las briznas de hierba, los rayos de sol se colaban entre las altas copas de los árboles, el agua fluía creando un sonido tranquilizador, los pájaros cantaban una dulce canción, haciendo que el sueño me invadiera.
Tal vez ese fue mi error, relajarme en vez de seguir vigilando el bosque, y es que siempre recordare el momento en que el humo causó que me despertase, convirtiendo mi vida en una pesadilla.
Mi hogar se moría, y era mi culpa.
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Portadores de Elementos
FantasyEl territorio de Kalarrah esta dividido en cuatro territorios en los cuales se venera a un dios elemental distinto: Tierra, Fuego, Aire, y Agua. En los inicios la convivencia había sido sencilla pero hace cientos de años las guerras entre reinos...