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—¡Jimin!—...

Aún podía escuchar sus gritos desde lejos, él trataba de encontrarme y yo de esconderme en un lugar del que no pensaba salir jamás.

No podía dejar de pensar en lo vergonzoso que había sido todo eso, ¿¡desde cuándo soy tan egoísta!?.

Si tan sólo me hubiera callado y quedado allí parado con la boca cerrada, nada de esto estuviera pasando. Quisiera desaparecer, hacerme invisible para que nadie sea capaz de verme.

Después de tanto correr y dejar de escuchar mi nombre viajar por el viento, paré en seco para recuperar el aire que travieso se había escapado de mis pulmones. Mis manos frías descansaban sobre mis rodillas y mi cara saludaba culpable al suelo.

Los minutos se apiadaron de mi para que recuperara mi aliento. Mis ojos daban gritos al darse cuenta en dónde había parado. Me sentía perdido, sin embargo mis pies sabían que no lo estaba, se burlaban a carcajadas porque sabían exactamente en dónde me encontraba. Todos mis pensamientos merodeaban en mi cabeza, dejándome sin descanso absoluto, escenas previas se mostraban ante mis ojos como si se tratase de una película.

—No ha cambiado nada...— murmuré para mí mismo, una ola de recuerdos y melancolía comenzaba a acalambrar mi cuerpo.

No había cosa que no me recordara a él. Ese maldito mocoso de manos grandes con sonrisa brillante y rectangular.

Ese parque era el mismo en el que, después de tres años sin vernos, nos reencontramos. Seguía siendo mágico y totalmente reconfortante ver que no había cambiado en lo absoluto... contrario a él.

Él había cambiado y yo aún seguía sin saber porque y tampoco es como si quisiera saberlo. No sabía qué esperar en esos momentos.

«Perdón por ser así TaeTae»

Pensé sentándome en una de las frías bancas que había.

La noche era silenciosa y tranquila, las calles estaban vacías y la luna iluminaba mi soledad.
Cerré los ojos en busca de paz y hacerme uno con los murmullos que el viento daba, viajar a corriente e irme lejos.

Todo estaba bien, quería pensar que todo estaba bien, la luz que me cubría comenzaba a desvanecerse y de un momento a otro terminó por ser totalmente nula.

—¿Puedo sentarme... Jimin?— su voz grave y ronca, por tanto grito supuse yo, pronunció mi nombre haciéndome estremecer al instante. Mi piel se erizó y mi corazón paró por un momento, estaba asustado y confundido.

Sin saber qué contestar asentí sin echar un vistazo a lo que pasaba.

Sentí como mi lado izquierdo era acompañado por una tibia sombra, cálida y reconfortante. Sin embargo en ese momento sólo me puso los pelos de punta.
Mi cuerpo temblaba silenciosamente y mi pecho era golpeado con fuerza que esperaba no fuera notada. Respiración agitada y fuera de compás, que por más que intentara apaciguarla sabía por experiencia que una vez que comenzara, no había forma de pararla.

El aire era el único que hablaba y era cómplice de nuestro eterno silencio. Orejas rojas de frío, hojas tocando el suelo y respiraciones mezcladas con la brisa de invierno. Nadie hablaba, no había forma de que yo empezara sin que mi voz temblara y me delatara.

ᴏɴᴇ sʜᴏᴛs「 뷔민 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora