Sangre

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Kaname observaba divertido el cuerpo de Zero tendido en su cama. Le lanzó una mirada de hielo a Yuuki por tocarle sin su permiso. La chica acariciaba su cabello con ternura maternal, y eso, no lo negaba le provocaba celos.

—No vayas a hacerle nada malo. Cuídalo mucho o vas a pagar— dijo ella con tono de advertencia sin parar de acariciar el cabello plateado.

—Como si fuera a hacerte caso—bromeó él, con voz amable. Le sonrío irónico y con un gesto le indicó que saliera de allí.

Yuuki salió, no sin antes lanzarle una mirada hostil a su hermano. Si las miradas matasen, hace rato que estuviese bien muerta, por muy sangrepura que pudiera ser. Cambió su expresión a una más alegre y vivaracha, al notar su expresión molesta. Sacarle de quicio aunque fuera unos segundos también le divertía bastante.

En parte decidió largarse antes de ver los patéticos intentos de su hermano de flirtear a lo Kaname Kuran, con Zero. Incluso reía al ver que Zero le insultaba o agredía cuando decía sutilmente: quiero cogerte.

Zero escuchó la voz de Yuuki algo lejana, como si se tratase de un sueño en los que apenas puedes comprender alguna palabra dicha, apenas distinguiendo su timbre de voz. De un momento a otro la voz se detuvo, quedando todo sumido en un silencio sepulcral.

Hizo un esfuerzo vano por abrir los ojos. Sus párpados pesaban sobremanera, un dolorcillo agudo taladraba su cerebro y una pesadez y ardor fuera de lo común recorrían su cuerpo entero por dentro y por fuera.

Sus sentidos comenzaban a recobrar fuerza poco a poco y al parecer los párpados comenzaban a obedecer por fin. No recordaba qué había pasado antes, ni siquiera sabía dónde diablos estaba o como había llegado allí. Aunque no debía estar muy lejos, la voz de Yuuki -si es que en realidad la había escuchado- se lo confirmaba. O al menos a eso quería aferrarse.

Kaname se cruzó de brazos, observando con malicia y cierto halo de perversidad al desorientado medio vampiro. Verle fruncir el ceño de cuando en cuando divagando tal vez en cuanto a su posición o lo que le había pasado le divertía.

Verlo allí, tendido, tan indefenso y sudando a raudales le hacían ver tan jodidamente sexy que no pudo evitar relamerse los labios, pensando en lo que haría con ese pequeño vampiro inestable. Mordió su labio levemente, sacando unas pequeñas gotas de sangre con sus colmillos filosos. La removió completamente con su lengua, aumentando su solitaria y refulgente éxtasis.

Su vista se aclaraba de apoco. Los pensamientos comenzaban a arremolinarse tan rápidos y seguidos que la fuerte puntada en su cabeza comenzó a convertirse en pálpitos dolorosos y profundos que estaba seguro si seguían así, se le partiría el cráneo en dos.

Aquel techo se le hacía familiar. El mismo techo que tenían las habitaciones de la Academia Cross.

Hubo una lucha con unos jodidos vampiros de clase E, liderados por un psicópata sangrepura que probablemente hubiese sucumbido a la locura tras siglos de vida. Cosas como esa sucedían en rarísimas ocasiones. Él pudo haber cumplido su previsible deseo de ser asesinado, tal como había sucedido con sus recién convertidos subordinados a los cuales había eliminado con su fiel Bloody Rose. Pero Kuran se interpuso en su camino sacando el corazón del pobre infeliz de la caja torácica sin remordimiento alguno. De carne pasó a huesos para finalmente convertirse en polvo y desaparecer sin dejar rastro. Morir era tan irónicamente fácil.

Kuran bebía la sangre de aquel corazón aún latente mirándole a él con una desenfrenada lujuria, que le hizo lanzarle una mirada impertérrita. Dio media vuelta dispuesto a regresar a su dormitorio y quitarse toda esa sangre de encima con una ducha fría. Tras dar dos pasos, sintió en su cuello una punzada excesivamente dolorosa que quemaba sus venas por cada milímetro de recorrido, toco la zona con su palma intentando refrenar el dolor, y luego todo fue oscuridad.

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