Dieron las tres de la mañana y Hwanhee despertó sintiendo de inmediato el fuerte dulce aroma del perfume del chico junto a él, sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada mientras apreciaba la fina piel del rostro ajeno delineando a penas su mandíbula con el nudillo de su dedo índice.
La piel delicada de Dongyeol se estremeció al contacto de la brisa fría que ingresaba por la ventana ligeramente abierta detrás de las finas cortinas de terciopelo color crema que serpenteaban con ella, instintivamente Dongyeol se abrazó más al chico de piel cálida que se encontraba recostado a su lado. Hwanhee, con algo de miedo por el simple hecho que el menor pudiese contraer algún resfriado se incorporó del sofá y le cargó con mucho cuidado así poder llevarle a la habitación sin molestarle siquiera.
Lentamente lo fue bajando al cálido colchón sin perturbar su sueño, luego cubrió su cuerpo con las mantas y por fin se recostó a su lado entregándole su calor y el chico durmió tranquilamente toda la noche al igual que Hwanhee quien pudo conciliar el sueño poco después de que su cabeza haya tocado la almohada.
(Años después, alv)
El tibio sol ingresó por la ventana de la habitación alertando así el comienzo dulce del amanecer, Hwanhee como siempre despertó apenas el tenue rayo acarició sus párpados en un cordial saludo de buenos días, a su lado se encontraba el ser más perfecto que jamás sus ojos hayan visto, Dongyeol, dormía como un pequeño ángel tal y como lo hizo la primera vez que durmieron juntos. Un cansado y viejo Hwanhee se incorporó con cuidado y como cada mañana desde hace ya casi veinte años se dirigió a la cocina a prepararle el desayuno a su amado compañero de vida.
Tras haber terminado levó con mucho cuidado el jugo y los hotcakes con helado de frambuesa que tanto le gustaban a Dongyeol, lo colocó todo en la mesa de noche y con un suave beso en sus labios intentó que el pequeño abriera sus ojos mas no lo hizo y con la misma ternura de toda la vida él sonrió para después repartir besos por todo el rostro del menor en edad hasta que con una sonrisa dulce y cálida despertó tomando el rostro de su amado dispuesto a besar sus labios.
El beso fue suave, tierno y a la vez entorpecedor, cada día recibía el mismo beso, lo había hecho por veinte años mas jamás se cansaría de el, jamás podría hartarse de aquel hombre tan hermoso que conoció en un tonto club mientras bailaban.
El momento perfecto de su amor.
Fin.