El roble caído.

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Aquel hombre en la casa vieja era el más callado y reservado. Tenía un mismo recorrido sin falta, de su trabajo a su casa. Su rostro enmarañado, con canas y arrugas daban muestra de su burda vejez. Más experiencia que cualquiera por su arcano pasado, pero qué desdichado futuro.

¿Tienes algún problema? -Decía con su voz profunda tratando de tranquilizar a los animales, pero por su simple aspecto y su voz áspera y seca, los animales huían con miedo de que les hiciera más daño del que ya vivían.

El más sabio de todos los ancianos, fuerte independiente y perspicaz. 

Siempre lidió con problemas y tenía tenía un gran problema en este momento; había un roble inmenso que cubría su casa con sus ramas, en el verano fue bueno porque no dejó recalentar su casa y hacía que se sintiera agradable en su interior, lastimosamente el tiempo de sol se acabó y ahora las tormentas y lluvias, fuertes vientos y un frío inmenso eran parte del día a día de cada habitante de ese pequeño pueblo.

Él sabe lo que debe hacer, sabe que ese inmenso árbol que, en un tiempo le ayudo, debía morir para poder cuidar de su viejo hogar.

La mañana fría, como todas en el invierno, se despertó él con un remordimiento de saber lo que haría. Se dió una ducha, se puso la ropa de siempre, su pantalón con tirantes, la camisa blanca y por encima un abrigo más grande que su perro San Bernardo, las botas de nieve, unos guantes y su gorro para cubrir su escasa cabellera.

Con su ceño fruncido, sus labios resecos y su hacha desgastada, salió directo a las raíces de su "problemilla".

Es hora de decir adiós, amigo de infancia -El anciano recordó todas esas tardes que después de su estudio leyendo bajo ese árbol, o las veces que simplemente gustaba de sentarse allí a escuchar los cantos de los pájaros que ya tenían nido en el antes joven árbol.

Gracias por cuidar de mí, fiel amigo, pero siempre hay muertes no queridas, lastimosamente serás una de ellas -Alzó con fuerza su hacha, y empezó a corta, una por una, las arterias de su fiel guardian.

Las gotas de sudor se asomaban y él seguía con su duro trabajo descargando todas sus fuerzas para eliminar la posibilidad de un futuro desastre. Quisiera tener una esposa que le lleve limonada y lo anime con bromas en ese duro momento, pero nunca se dió la oportunidad de conocer a alguien especial, pero no se arrepiente de eso porque siempre fue un tipo fuerte y caer en amor por alguien más lo podría cambiar. Las tardes bebiendo algunas cervezas y viendo sus partidos de fútbol las apreciaba más que cocinar algo con alguien mientras se divertían ensuciando la vestimenta del otro.

Recordó como, cuando era un niño pequeño, veía a sus padres besarse y abrazarse a lo que él respondía con un "frente a mí no" y corriendo a otro lado. Disfrutó de su tiempo a solas porque según él tener amigos no era de gente fuerte, vivió una vida de soledad en completa felicidad, decía él.

La última pieza de aquel gigantesco roble fue destrozada por el arma homicida sin piedad alguna, cayó lentamente contra la nieve fresca donde todas las memorias pasadas se desvanecían, donde ya no había tiempo de arrepentimientos. Se fue el viejo roble al que todos tenían miedo por su gran tamaño, se fue el sabio que no tuvo sentimientos por nadie más que él mismo, ¿pero cómo podría si no era más que un desgastado roble? Era el fin de los tiempos para él.

El viejo más fuerte cayó solo sin nadie que lo llorara.

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⏰ Última actualización: Apr 28, 2019 ⏰

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