¡RIIIIIIIIIIIIIIIING! ¡RIIIIIIIIIIIIIIIING! –sonó el despertador a las 5:30 a.m. y sólo deseaba seguir durmiendo, 10 minutos más no le hacían daño a nadie, pero lo único que pude hacer en el tiempo extra que me permití fue pensar en todo lo que tenía que hacer y en lo agotador que sería.
–¡Levántate de una vez, Isabella! Vas a llegar tarde al festival y trabajaste muy duro para terminar el trabajo a tiempo –dijo mi compañera de cuarto.
–Ya estoy despierta, no te preocupes en un momento salgo –contesté con un largo bostezo.
– Bueno ya está listo el desayuno, apresúrate antes de que se enfríe –me dijo ella con un tono de voz maternal.
Gisella y yo vivíamos juntas desde hace dos años cuando empezamos la Universidad y para compartir gastos decidimos rentar un departamento.
Mi amiga era la joven más bella que yo había visto, tenía unos ojos castaños y en ese momento tenía la cabellera de color negro azabache. En ocasiones yo me sentía poca cosa a su lado.
Nos conocimos cuando llegué a Guadalajara a presentar el examen de admisión en la Licenciatura en Artes Visuales para la Expresión Plástica, fue un día lluvioso y me encontraba completamente empapada, no llevaba un paraguas conmigo porque había comprado el vuelo más barato que encontré sin documentar equipaje, así que solo llevaba una mochila con lo esencial, un cambio de ropa, mis documentos para el pre-registro en la Licenciatura, mi portafolio y algo de dinero.
Opté por quitarme la chamarra y proteger con ella mi mochila para que no se mojaran mis pertenencias, hacía un frío abrumador para alguien que venía del lugar más caluroso de México.
Antes de acudir al aula a hacer el examen entré en el baño de la Universidad a cambiarme la ropa empapada y fue cuando la tan sola como yo.
–¿También vienes a presentar el examen de admisión? –me preguntó curiosa.
– Sí –respondí tímidamente porque nunca había sido muy buena conversadora.
– ¿Qué carrera elegiste? –preguntó.
– Artes Visuales para la Expresión Plástica ¿Y tú? –le pregunté.
– Artes Visuales para la Expresión Fotográfica –respondió con una bella sonrisa. Mi nombre es Gisella, pero normalmente me llaman Ella.
–Mucho gusto, mi nombre es Isabella y también me llaman Ella –sonreí torpemente.
–Que gracioso –rio–. Bueno hay que apresurarnos para presentar el examen ¡Buena suerte! –exclamó.
Desde ese día hemos sido las mejores e inseparables amigas.
Mi vida ha cambiado mucho desde que dejé atrás mi pueblo natal, donde mis
únicos amigos eran los animales y los ancianos. Ahora tenía amigos de mi edad y a alguien con quien hablar de mis problemas e inquietudes.Después de desayunar mi habitual café negro y un pan tostado, acudí a las instalaciones de la Asociación "Helen Keller" para niños especiales donde impartía clases de pintura para mis prácticas profesionales.
Las semanas pasadas los niños y yo trabajamos mucho pintando cuadros de los personajes a los que rendiríamos tributo entre ellos se encontraban Frida Kahlo, Anne Sullivan, Beethoven y Van Gogh. También decoramos los altares de la manera tradicional con comida y calaveritas.
Era un día muy especial para todos porque los familiares de cada uno de los alumnos asistirían y podrían estar orgullosos del trabajo de sus pequeños, quienes dieron todo de sí para este gran festival.
Todos los días, pero ese en especial era difícil para porque me recordaba a todas esas personas que me habían dejado atrás como mis padres y mi querida abuela.
Mi padre murió cuando yo tenía un año de vida en un accidente en motocicleta, atroz y aparatoso, chocó con un camión de pasajeros y el resto es historia.
Por otro lado, mi madre murió dos años después de tristeza, o al menos eso fue lo que dijeron los especialistas, dejándome en manos de mi abuela, quien me crío sola hasta su inesperada muerte, era una viejecita muy fuerte o al menos lo aparentaba.
Cuando salí de la preparatoria no tenía pensado en ir a la Universidad para no dejarla sola, me cuido por muchos años y me sentía en deuda, pero me alentó para seguir con mis estudios y para realizar el examen de admisión porque sabía que moría por estudiar lo que más me apasionaba y días después de que fui aceptada nos dejó para siempre.
Mis tíos, los hermanos de mi abuela me dijeron que lo hiciera por ella, que uno de sus deseos más grandes era que yo saliera del pueblo y que de ahora en adelante ellos se harían cargo de todo y que en vacaciones me esperarían con los brazos abiertos.
En ocasiones extraño la vida tranquila y calmada, pero en Guadalajara he tenido muchas experiencias tanto buenas y malas que supongo no cambiaría.
Una de las cosas que más me gustaba hacer en mi nuevo estilo de vida era compartir mi tiempo y mis aprendizajes con los niños en la Asociación, ellos aprendían de mí y yo de ellos.
No les enseñaba a hacer obras maestras, sino a mejorar la motricidad y a los pequeños con autismo a comunicarse. Para algunos de ellos eran la única manera que tenían de expresión, quien iba a pensar que esta gran labor que desempeñé me cambiaría tanto y me ayudaría a conocer a una persona especial.
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Infortunio de Otoño
RomanceIsabella Rosas era una chica diferente que de vivir en un pueblo lleno de ancianos y animales emprendió un viaje a una gran ciudad para comenzar con sus estudios universitarios, donde conoció a su inseparable mejor amiga. En esta nueva ciudad tuvo b...