Detrás del pupitre: Parte 1

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Eran las siete y media de la mañana, después de desayunar fui al baño a arreglarme. Un lunes con doble sociales a primera hora sería un infierno de no ser por el profesor que tengo. Pero Ángel es más que un profesor, desde que le conocí me causó una impresión deferente de todos los demás, hasta que después de un año me doy cuenta de que eso no ha cambiado. Me alargue las pestañas y me puse brillo en los labios. Cuando te arreglas, suelen decir: ¿Quién es el chico? Yo tengo mis buenos motivos.

Cuando llegué a autobús me puse mis cascos y en todo el viaje, escuchando a Melendi no me enteraba de lo que pasaba a mi alrdedor. Durante el viaje pensé en que le iba a ver durante dos horas por la mañana, y eso era lo que me animaba a levantarme los lunes. Aunque sea de las que no hablan en toda la clase, Ángel y yo nos llevamos muy bien a nuestra manera. Odio cuando se pone a hablar con las demás que se creen las mejores, desearía estar yo hablando con él, pero las clases de informática de los viernes lo compensan, ahí es cuando hay poca gente y tengo la oportunidad de hablar más con él.

Aún recuerdo el año pasado en el día de los premios, cuando me dieron el diploma de sociales. En mi colegio, a cada profesor se le permite dar un sólo diploma por curso, y aún recuerdo cuando dijo en clase: 'Tenéis que comprender que sólo se puede dar uno, y todos os lo merecéis, pero se lo tengo que dar a alguien que se esfuerze de verdad' Y aún recuerdo su cara des atisfacción cuando fui a recogerlo.

El autobús empezaba a atravesar un camino de piedras y esa fue mi señal para apagar el Ipod. Habíamos llegado. Mi colegio no es de esos en los que te fugarías para saltarte las clases, a no ser que quieras hacer un paseo por el campo. Después de coger los libros de la taquilla me dirigí a hablar con mis compañeras. O amigas. Cuando empecé en el colegio no tuve mucha suerte con las amistades, pero si algo tenía claro es que no iba a cambiar por nadie, así que después de dos años conseguí estar a gusto. La verdad es que me siento afortunada de haber esperado para conocer a las increíbles amigas que tengo ahora.

Sonó el timbre, eran las nueve y diez de la mañana. Me dirigía con Júlia a clase de sociales, que estaba en la tercera planta. Como Ángel se enfada si entramos antes, esperamos fuera de la clase. Están los de siempre: Las españolas que se creen famosas o algo por el estilo, las inglesas, y los chicos idiotas. La gente de allí no es algo que me guste especialmente. Pero de repente siento que todo el mundo desaparece. Sale del departamento el Sr. Rodríguez. Viene relamiéndose la boca del café cargado que se toma cada mañana, con su maletín negro de piel y su chaqueta que abriga como si se fuera a ir al polo norte. 'Buenos días chicos, pasad' Su voz sonó en mi cabeza como la música, es una sensación difícil de explicar.

Cualquiera pensaría muchas cosas sobre lo que siento, pero yo sólo sé que es verdadero y por eso no se lo digo a nadie...

Continuará...

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