Historia de la mujer demasiado hermosa

Estabamos en los primeros días de febrero, eran más o menos las 6 de la mañana. No habíamos dormido nada, hacía ya unas semanas que habíamos cambiado las horas de sueño. Esa noche la pasamos mirando películas, al termino de la tercera salimos a fumar al patio. Estaba todo nublado, la nube más clara era gris oscura y el viento daba indicios de lluvia. A mi compañero no se le ocurrió mejor idea que ir al río, yo no estaba muy convencido pero igual accedí. Pusimos la pava, cargamos el equipo de mate y para las 8 de la mañana, ya estábamos saliendo. De camino a la parada del colectivo, encontramos en una esquina, una caja con un paraguas roto y un cable auxiliar dentro, más tarde descubrimos el cable  funcionaba ¿quién tira un cable si todavía anda?
Nos tomamos el colectivo hasta la estación de Beccar. De ahí un tren,
muy lleno, hasta Vicente López y caminamos algunas cuadras para llegar al río. Nos sentamos en la orilla y preparamos el mate, de a poco el cielo se iba despejando y el sol que aparecía quemaba como ya venía acostumbrando.
Pasamos un buen rato, pero ya no había agua y el sol estaba demasiado caliente como para seguir cocinandonos a la orilla del río, así que emprendimos viaje de vuelta.
Volvimos a la estación, fumamos y sin dejarnos terminar el cigarrillo, el tren ya estaba frente a nosotros. Yo en particular fui todo el viaje cantando, estaba de buen humor. Llegamos a la estación de San Isidro y se subieron dos mujeres al mismo vagón, a mi parecer tenían unos veinte y algo cada una. Entre las dos no se conocían, una llevaba un bebé en un carrito y la otra era una mujer demasiado hermosa. Cuando las puertas se cerraron, el bebé empezó a reírse. Era gracioso escucharlo, yo lo miré y sonreí. Solo por "curiosidad" miré a la otra mujer, ella también me miró a los ojos sonriendo.
No compartimos más que 3 minutos de viaje, lo que tardó el tren de una estación a la otra. Y yo pensando todo el viaje en la hermosura de esa mujer. Me bajé y nunca volví a verla, no supe su nombre, ni su edad, ni sus gustos. Sólo me quedé con su imagen en mi cabeza.