𝒫𝒽𝒾𝓁𝒾𝒶.

195 50 11
                                    

Sus ojos se cierran, está agotado. Acababa de tomar una mala decisión; aceptó el ser compañero de patinaje de Yuuri, sabiendo que así alimentaría el amor que tenía por su persona. 

Viktor no lo amaba, y quizá jamás lo haría de la forma que el japonés esperaba. Viktor sólo podía sentir un intenso amor fraternal por él y Yurio, nada más. Sabía que también su respuesta positiva había afectado al rubio, quien no tuvo de otra que hacer equipo con Otabek. 

¿Cómo una simple decisión pudo afectar dos lados tan opuestos? 

Yurio amaba a Yuuri, pero el azabache parecía no darse cuenta, continuando idolatrándolo y manteniendo a Viktor Nikiforov en el pedestal que construyó en su frágil torre emocional, sin tener consideración por el joven ruso. 

Mira la pista de hielo que está siendo utilizada por Yuri y Otabek, quienes están realizando su rutina Welcome to the Madness. Por los movimientos del rubio, sabe que está enojado; y tiene razón. 

Pero por el mismo amor que le tiene a Yuuri, es que no puede dejarlo; el japonés se derrumbaría ante la cruda realidad de que Viktor no lo amaba de una forma romántica o erótica como él esperaba. 

Ésta historia sin sentido  

Yurio y Otabek terminan de realizar su programa, ambos salen de la pista sin siquiera darles una mirada a Viktor y Yuuri. Por una milésima de segundo, el ruso de ojos azules observa el rostro decaído del rubio, aguantándose las ganas de ir tras él y darle un fuerte abrazo paternal. Se reprime con gran esfuerzo y casi da un brinco cuando el japonés lo toma de la mano. 

Se desvanecerá ésta noche junto a las estrellas .

Todo el público queda maravillado con la coordinación y la elegancia de ambos, la música sólo termina de conmover a la gente, haciéndoles creer una perfecta historia de amor entre ambos amantes, aunque era todo lo contrario; no era idónea y jamás lo sería, la historia de amor perfecta debía ser entre el japonés y el rubio ruso, él sólo era un pequeño reemplazo. 

Partamos juntos  

Viktor sólo se deja llevar, sabiendo que lo hacía por Yuuri, por su bienestar, y esperaba que Yurio algún día llegase a darse cuenta de eso. Pero por ahora, debía de afrontar el pequeño odio que le tenía el campeón del GrandPrix. 

Con ése pensamiento, Nikiforov sonríe ante la caricia del azabache sobre su mejilla. 

Estoy listo ahora.

Philia ; Viktor Nikiforov.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora