SAL CONMIGO

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No estaba.

Definitivamente no estaba.

Busque en mi bolso por millonésima vez esperando que apareciera mágicamente, pero no apareció. Gruñí con frustración. Quería llorar.

¿En que momento perdí mi teléfono?

No me había percatado de nada mientras le contaba a Tiff la historia de Liam y yo cuando éramos jóvenes. Le aseguré muchas veces que entre nosotros no había pasado nada, éramos unos simples niños. Aunque mirándolo ahora, Liam Green estaba demasiado bueno. Madre mía, solo pensar en el hacía que me sonrojara. Y cuando regresé a casa ya no encontré mi teléfono.

Escucho el timbre de la puerta, lanzo una mirada al reloj que descansa sobre la mesita de noche de mi cama. Los niños llegaron.

-Hola cariño, aquí están estos tres angelitos – dijo la mujer que paso a recogerlos en la mañana. Hecho un vistazo rápido a su carnet y decía "Gladis"

-Muchas gracias.

Josh, Chase y Logan salen de la furgoneta echando brincos como locos. Mire a Gladis y ella se encogió de hombros.

-No sabíamos que los niños tenían dulces escondidos. Lo lamento tanta dulzura.

-¿Estuvieron comiendo dulces? – Pregunte con horror –Ellos no llevaban dulces en sus mochilas.

Dios. Esto solo significaba una cosa.

-No, ellos no. Pero los otros niños si y estuvieron comiéndolos a escondidas. Bien, tengo que irme ¡Nos vemos mañana niños!

Entre gritos, saltos y volteretas los tres se despidieron de Gladis. El chofer mueve su cabeza en modo de despedida.

Primero mi teléfono y ahora tengo que tratar con tres niños pequeños con alta dosis de azúcar en su cuerpo. Suspiré profundamente. Este día iba a ser agotador.

Literalmente pase el resto de la tarde de tras de mis hermanitos. Ellos corrían y bajaban escaleras y yo procuraba que ninguno se rompiera el cuello. Ni siquiera podía llamar a Tiff para que viniera ayudarme ya que me había quedado sin teléfono.

Logan corría detrás de mí pidiéndome helado, Chase me pegaba con su espada de plástico y Josh estaba practicando como parase de manos. Estaba hecha un lio así que para calmarlos les di un poco de helado. Fue como estar en el paraíso por cinco minutos antes de que comenzaran a lanzarse helado entre ellos.

Cuando mamá llegó se encargó del resto. Fue un gran alivio para mí, por fin podía acostarme y tal vez tomar una siesta.

-Cariño ¿Cómo te fue hoy? – pregunto desde la cocina.

-¡Mañana empiezo a trabajar! – le grite desde el sofá.

Ella se asomó con un tomate en la mano y un cuchillo en la otra. Me sonreía, se la veía muy orgullosa. Aunque ella trabaje mucho siempre hace el esfuerzo para que no se note su cansancio. Como me gustaría que solo tuviera un empleo y así poder apoyarla en todo. Como desearía que papá fuera menos desconsiderado y nos ayudara un poco más.

Mi madre se quita un mechón de cabello que cae por su rostro.

-¡Me alegro tanto por ti! Le diré a Peggy que se encargue de los niños hasta que termines tu jornada ¿Qué te parece?

Me senté rápidamente.

-Eso sería pagar más dinero y a Peggy le gusta comerse todo lo que hay en la nevera.

ForeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora