Santiago. 14 de Febrero del 2014
Javier:
Sé que en este instante te encuentras de vacaciones con tu pareja y tu pequeño hijo. Mi intención no es arruinártelas... pensándolo bien, sí quiero. Ojala que te las arruine y que no puedas disfrutar ni un buen momento con esa poca mujer a la cual llamas con tanto cariño. Espero que en cada beso que le des sientas mis labios y mis besos, no para que la dejes de besar, sino para que se te haga más dulce, como a mí me pasa cuando beso los labios de otro, tratando de olvidarte, de olvidar, olvidar cada uno de esos besos que me diste desde que nos comenzamos a mirar de otra forma luego de conocernos en la cafetería de la universidad. Aún recuerdo cuando te sentaste a mi lado, sin conocerme, por el simple hecho de que olía a café (que era lo único que bebía en esos días de stress) y que luego cuando ya teníamos algo, nos "escapábamos" al lugar más privado y cercano y me besabas hasta que no quedara rastro de café en mi boca, besos dulces, besos amargos, besos tuyos.
Me pregunto qué hubiera pasado si en ese momento en el cual me dijiste que no teníamos futuro, que nadie nos aceptaría juntos, te hubiera dicho que nos escapáramos, que nos fuéramos, pero me faltó la locura, me faltó el amor porque a ti también te faltó o te entró el miedo. No tendrías hijo y no estarías con esa mujer que tanto te ha dañado.
Esa noche te encontré ahí sin querer, pero consiente. Fui al bar al que solíamos ir antes a celebrar, con la excepción de que no iba a celebrar, sino a decirle adiós a todos nuestros recuerdos. Esa misma noche iba a ir a una fiesta con unos amigos con la disposición de conocer a alguien nuevo que llenará el vació que hubiera dejado dicho formateo, pero no pasó. Entré al bar y lo primero que vi fue a un penoso hombre bebiendo alcohol como si no hubiera un mañana, en la misma silla que solías ocupar años atrás con una sonrisa en vez de la cara triste que tenias. Quedé paralizado y pálido, me acerqué y te toqué el hombro para quitarme el sentimiento de alucinación. Me abrasaste, olías a alcohol, mujer barata y cigarro, pero no importó, apoyé mi cabeza en tu hombro y las lágrimas comenzaron a caer. En mi departamento volví a sentir tus manos metiéndose por debajo de mi ropa, acariciando mi espalda, mientras las mías acariciaban tu rostro y se mojaban con tus lagrimas incesables. Esa noche me amaste como antes, enfermo de borracho y llorando, pero me amaste. Mi pregunta en ese instante fue qué era lo que te causaba tanto dolor, al otro día lo supe cuando en mi velador había una invitación a un matrimonio que se realizaba ese mismo día y un examen de embarazo de hace 2 meses de tu mujer.
Quizás no es la mejor decisión enviarte esta carta, quizás no debí haber ido al bar, solo salir con mis amigos y conocer a alguien especial. Quizás yo no seguiría pegado a ti con tanta fuerza si no te hubiera visto esa noche. Quizás estaríamos juntos ahora. Quizás todo. Quizás mucho. Quizás nada.
Te seguiré enviando cartas.
Tomás.
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quizás todo, quizás nada
Historia Cortacarta de un hombre despechado a un cobarde. escrita en el mes de agosto del año 2014.