Capitulo IX

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Volé lo más lejos que pude de esa masacre, no negare que quería quedarme, pero el muchachón que reclame no dejaba de agitarse y era bastante pesado.

Divisé a lo lejos del reino unas hermosas cascadas que resonaban,  creí haberlas visto en el mapa, eran hermosas y creaban una hermosa piscina natural.

Solté al muchachón y cayó de lleno en el agua, nadó rápidamente, supuse que quería escapar y claramente no me equivoque. Pero su final estaba escrito y sinceramente, fue divertido atraparlo.

—¡¿Con que te gusta este juego cariño?! —le grité suspendida en los aires.

No escuche respuesta.

Avancé un poco entre los árboles, las ramas dañaban mis alas, y unas hermosas hadas juguetaban en el camino. Lo encontré escondido entre las raíces de un enorme árbol caído, acurrucado y asustado.

¿Cómo puede ser posible que una súcubo asuste tanto?

—Hola muchachón ¿Planeas engañarme?

—¡Vete de aquí espectro demoniaco! —me gritó lanzándome una enorme piedra, cosa que en segundos se desvaneció convirtiéndose en una linda burbuja que explotó delicadamente.

—¿Cómo puede ser que un asesino tema de una mujer?

—Tu, tu eres algo malo, de, demoníaco, no una mujer.

—Creí haberlo comentado ¿No?

Agachó su cabeza, lloraba y se golpeaba la rodilla izquierda repetidamente con sus palmas enrabiado.

—No llores cariño, la vida es muy corta para llorar —acaricié su cara secando sus lagrimas

—No, no quiero morir.

—Tu, y tu equipo hicieron un trato conmigo y deberán cumplirlo.

—Lo, lose.

—Tranquilo cariño, disfrutaras antes de morir.

Empecé a besarlo, le quité de a poco sus ropas, el chapuzón hizo que su ropa se pegara a su enorme cuerpo y mostraran sus hermosos atributos.

Aceptó él hecho de tener tratos carnales conmigo rápidamente y con algo temor tocaba lentamente mi cintura, sus manos se sentían rasposas.

No hizo falta mucho para que su miembro endureciera como palo, y brotara ese lubricante natural que tanto deseaba, sabía algo salado y amo lo salado.

Masajeaba morbosamente mis pechos, lamiéndolos entre gemidos y resoplidos de placer. Mi cadera no podía parar encima de él, sentía sus venas inflamadas dentro de las paredes de mi vagina, y mis fluidos no paraban de brotar, al igual que esa hermosa cascada.

El temblor en sus labios me indicó que pronto terminaría, le exigí que no acabara aún, quería más, pero el muy idiota terminó justo en el momento en el que me levante de su cadera, chorreando mi entrepierna y desperdiciando lo demás en el suelo.

Me enoje muchísimo, no valió la pena tanto esfuerzo por 20 minutos todos pobres de placer.

Mientras aún respiraba agitadamente y su sudor estaba fresco, saque mi hermosa y negra garra, incrustándola de lleno en su cuello. Me la arrebato de un manotazo con fuerza, haciendo que mi garra se desprendiera de su cuello, y su sangre saliera a chorros.

Su sangre tibia, sus gritos ahogados, y su ligera lucha contra la muerte me provoco más placer que el intento de sexo con él.

La iluminación de mi collar, sus ojos ya dilatados y la falta de lucha me dijo que el alma se encontraba donde debía estar, en el infierno.

Mi vida como una súcubo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora