En un bosque de noche, no sabes a donde ir, no hay frío pero un sudor helado te recorre la espina dorsal, volteas y no hay nada pero sabes que no estas sola. Llevas puesto tan solo tu piyama azul de manga corta y bermudas con rayas azul claro y oscuro intercaladas entre sí.
Hay algo en ese bosque, algo malo, pero sólo te preocupa encontrar a tu hermana, y cuando finalmente lo haces está amaneciendo y ella se encuentra sobre la copa de un pino observando un parque de juegos, en otra copa está su mejor amigo.
De un brinco subes a un pino. Te asustas, pues no sabes como diablos lo hiciste, pero te preocupa más lo que tu hermana pueda hacer, ya que sabes que es un poco impulsiva y no se detiene a meditar las cosas. Temes que pueda hacer algo de lo que después se pueda arrepentir.
En el parque hay niños, muchos, todos varones, todos al rededor de cinco a siete años. De pronto algo se acerca, todos lo perciben y empiezan a correr para esconderse. Como sospechabas, tu hermana baja de un brinco para ver que pasa de más cerca seguida por su amigo. Para evitar una tontería también bajas, pero eres presa del pánico colectivo y corres a esconderte. Sabes que cada quien debe elegir un escondite individual, pero un chico se esconde junto contigo y no haces nada por impedirlo.
El chico viste de cuero, tiene cabello negro, ojos verdes y piel blanca, muy blanca, por alguna extraña razón sabes que el chico está marcado para ser llevado, y una vez que te marcan no importa donde te escondas o a donde vayas, siempre te encontrarán, y eso fue exactamente lo que pasó.
Un enano, con barba larga rubia y canosa, ojos azules, arrugado como una pasa y con una voz chillona, utilizaba un gorrito rojo, como los que se usan en navidad, para tapar su calvicie, sus manos gordas y arrugadas, con dedos como salchichón, tomaron al chico por la cazadora que llevaba puesta y lo sacaron a rastras mientras el chico se aferraba a mi mano, pues su vida dependía de ello, y su rudeza parecía aumentar mientras el sol iba haciendo su aparición por los cielos despejados.
Con una fuerza sobrenatural, el enano nos sacó a ambos de la casita de plástico que convertimos en nuestro escondite y nos llevó hasta una carreta donde había muchos otros niños hechos ovillo y llorando. Sorprendentemente también había varias niñas, todas usaban vestidos de lana vieja, harapos de la época medieval, llenas de tierra, lodo, sangre, y sus lágrimas hacían surcos mientras caían, se notaba que llevaban varios días ahí, y en cuanto el enano me dejó caer sobre la carreta, cual saco de papas, me di cuenta del por qué no huían si no había nada que las detuviera.
Aparte del pánico pesimista que evitaba que los niños escaparan, la carreta estaba protegida con magia, por lo tanto no podías escapar, y mientras más lo desearas más te atrapaba, era como las arenas movedizas, mientras más te mueves más rápido te hundes, pero de cualquier modo no sobrevives.
Perdida en tus pensamientos, regresas a la realidad cuando la carreta se detiene frente a una cueva, el enano comienza a bajar a todos, uno por uno, señalando la entrada de la cueva para que formáramos una hilera y viera a quién desayunaría primero. Por alguna razón, tú fuiste la última en bajar, pero en cuanto ambos pies pisaron tierra firme, decidiste que ibas a luchar por tu vida y comenzaste a lanzar patadas para ahuyentar al agresor que, aunque esquivaba cada uno de tus golpes, no regresaba ninguno, mientras estaba constantemente volteando a ver la cueva y se le notaba nervioso.
Un rugido ensordecedor. El susto estaba impreso en el rostro de cada uno de los niños que corrían en círculos como gallinas descabezadas, gritando como si su vida dependiera de ello. Entre todo el bullicio, solo atinaste a lanzar tu puño contra el enano, y lo golpeaste, una sonrisa triunfal se dibuja en tu rostro, pero en el de él se marcó una expresión con ira, enojo, y su ceño se frunció más a medida que apretaba la mandíbula conteniendo su rabia, claramente planeaba algo mejor que molerme a golpes.
Estabas siendo arrastrada hacia un extremo de la montaña en la que estaba situada la cueva, tu brazo punza, está adormecido y no fue hasta entonces que estuviste consciente de lo que estaba pasando, tú eras el desayuno de ese enano, comenzaste a resistir y jalonear tu brazo, pero lo apretaba más con el movimiento.
—¡Maldito enano come niños!—solté desesperada por hacer tiempo y aplazar mi estancia en este mundo.
Tu mejilla derecha empieza a arder y duele, ya no estás viendo al enano sino a los pinos a su izquierda. Estás boquiabierta de la sorpresa, casi no le prestas atención al dolor en tu cara, pero nunca le ibas a perdonar a ese enano que te haya abofeteado.
—Soy "dragón come-niños"—chilló de lo más ofendido. Otro rugido revienta tus oídos hasta hacerlos sangrar.
Al despertar sigue siendo de noche, pero ya no podías conciliar el sueño, y las lágrimas se escapan de tus ojos en un sollozo silencioso, pero en cada rincón de tu cuarto al que volteas vez la imagen del enano irradiando ira.
N/A:
Hola queridos lectores, esta es mi primera historia. Espero que les guste, hace mucho que mi mamá me dijo que escribiera todas mis pesadillas ya que eran demasiado creativas. Agradecería si me comentaran alguna recomendación o si quieren que una de sus pesadillas aparezca en mi historia solo comenten por favor. Gracias, que tengan un lindo rato.
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Pesadillas
Short StoryEs una antología de las pesadillas que he tenido desde que tengo 5 años y de las que me acuerdo Portada hecha por: @Cookie__Unicorn