Ni prosa, ni estímulo

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La cuerda acompaña la piel.
Sus ojos son luces apagadas.
El frío pelea con su sangre,
donde ayer estaban las miradas.

Son cortinas de colores
por el brillo que la luz rechaza.
Marchita, por hoy, su voz.
Marchitas, por siempre, sus palabras.

Entrometida prosa la rodeaba,
prosa ahora convertida en mártir.
Para ella, que quiso soportar.
Para ella, que no fue, pero será.

Ahogados timbre e intensidad,
pensamientos y matices.
Ahogadas verdes lágrimas,
por su brecha y cicatrices.

Desaparecidos miedo y llanto,
será su cuerpo quien elija;
si prefiere por un tiempo quedarse,
si prefiere por un instante destruirse.

Y no habrá mejor manera,
que taparle el paso al viento.
Secando así sus quejas,
su mal, y su lamento.

Poemas degradadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora