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La música en mis audífonos sonaba pegadiza y danzante, nada qué ver conmigo, además de que la calle estaba muy vacía, con sólo el viento golpeando los vidrios. La corrida valió la pena, supongo.
—¿Fortaleciendo los cuadritos, Cartel?
Giré un poco la cabeza blanqueando los ojos al reconocer tal similar y molestosa voz, no tenía ganas de discutir de nuevo como la última vez que pasó y se desató tal desastre.
Ryan estaba en la vereda de al frente tomando refresco, apoyado en la muralla de la única fábrica del pueblo.
El rey del pueblo llegó.
—Sería las piernas, cabrón— contesté blanqueando los ojos.
No era con el tío que quería hablar, maldito engreído.
Me alejé en dirección opuesta en la cual estábamos, dirigí mis piernas al pequeño parque, donde venía a jugar a disfrazarme de superhéroes y piratas, yo era todo un cuento.
Reí internamente con mi mente en los recuerdos.
Caminé hasta la casa cuando ya estaba un poco oscuro y además no iba a tomar el autobús para unos simples veinte pasos.
Cuando llegué escuché los típicos gritos de Camille preparándose para las citas de todos los días, cada día otro chico, mi hermana estaba mal de la cabeza.
Con quince años ella ya sabía conquistar a cualquier chico que llegara al pueblo y cosas así.
Rodé los ojos pensando que sería cosas de chicas.
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—¿No deberías estar haciendo tu tarea? — me recriminó mamá.
—No, má, ya la hice. Además es para el lunes y estamos a viernes—dije moviendo las manos, dando a entender de lo que estaba hablando.
Luego de pensar algunas cosas que viajaban por mi mente, me fijé en el delantal de mi mamá, fruncí el ceño imaginando la cantidad de cosas que se le habrán pensado para comprar algo tan ridículo.
—¿Por qué usas un delantal de conejos danzarines?—.
—Por la misma razón en la que tú mueves las manos de forma ridícula— soltó una risilla. A la vez que me imitaba.
—Tú nunca puedes perder, eh ¿má? — dije quitando la mirada del computador.
—Por supuesto que no. Nadie me gana. Excepto tu abuela en cocinar, pero shhh, no le digas, me va matar si le cuento que compré pizza en navidad y su hijo comió eso.
—Pero a papá le encantó—dije recordando la fiesta de navidad en la que papá engordó como dos kilos y medios.
—Dije que shhhh. Vuelves a decir una palabra de lo que estábamos hablando y ¡perderás la cabeza!
Mala imitación de la Reina Roja.
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Di otra vuelta en la cama, estresándome.
Hace una hora y treinta minutos que empecé a contar ovejas, eran las tres de la madrugada, mi reloj biológico no estaba tan loco. Me levanté tropezando con la madera que tenía que llevar a la clase de carpintería. Voy a tomar definitivamente un vaso de agua.
Caminando por el pasillo paso viendo las fotografías de niño, típicas de las mamás: primer baño de Austin, primera novia de Austin, Abuela y bisnieto.
Me detuve al pasar por la última fotografía, nunca me paré a pensar de qué manera había muerto mi bisabuela, viéndola bien fijo veo en la imagen una nota.
Como se me había quitado el sueño y la curiosidad me ganó, corrí silenciosamente hacia mi pieza y busqué en los cajones de mi velador la lupa descuidada que me habían regalado hacía unos años.
Cuando la encontré, corrí de nuevo hacia la pared que tenía la imagen y posé la lupa con cuidado ya que el hilo en el que colgaba, de tan antiguo que era podía crujir, ya sé que es imposible pero ya me pasó. Me fijé en la nota que estaba en la muralla de la foto.
ÁTICO.
Fruncí el ceño al saber que no había nada más, pero haciendo caso a la nota. Me dirigí al ático.
Pasé por el pasillo al lado del baño y doblé a la derecha cruzando la habitación de mi hermana, luego pasé de largo y vi hacia arriba, ahí estaba mas hacía mil años que no cruzaba el ático. Tiré del cordelito que conectaba con la escalera y subí escalón por escalón pensando que esto sería una loca idea, mas me resultaba divertido un sábado por la madrugada.
Posé un brazo por uno y subí un pie al ático, me dio un pequeño escalofrío al pararme lentamente, si un fantasma salía tendría que ir corriendo hacia mi habitación. Gemí, estaba muy lejos.
Corrí la caja de juguetes viejos y también la caja de cosas antiguas innecesarias, pero mi mamá guarda muchos objetos que ya no tienen uso. Y si le digo me cortará la cabeza.
Después de unos pocos minutos corriendo cajas me aburrí ya que no encontraba nada interesante, pero cuando ya me estaba por ir y corrí la caja de los recuerdos de mi abuelo, lo vi.
Vi el sobre que colgaba del lado izquierdo de la caja, ya que este estaba pegado a la pared. Me levanté y estiré la mano hacia el ala que tenía la caja, cogiendo el sobre.
Abrí lentamente el sobre, y al ver la perfecta caligrafía que tenía la ficha en la parte de atrás, leo:
"Espero que encuentres lo que necesitas aquí."
Hasta ahora no me había preguntado lo que buscaba porque necesitaba muchas cosas, un celular nuevo, dinero, y otras más. Cuando abro la carta encuentro la misma letra de la ficha.
"Probablemente esté muerta cuando leas esto, no sé cómo explicarlo, empezaré por aquí. Hola mi nombre es Elisa Johnson y tengo ahora ochenta y seis años, lo sé es mucho mas no es la razón del por qué escribo esto. Hace unos cuántos años mi esposo falleció de cáncer, fue doloroso y muy imprescindible pero me dejó una nota, igual que esta pero con otro significado, se trataba de un mapa con direcciones y todo. Lo que pasa es que me dejó una herencia, que él tenía muy guardada bajo candado y que yo nunca me fijé. Esto es para que aprendas, consíguete un mapa y encuentra la dirección Greemy #213, luego sigue leyendo esta carta porque es importante que..."
—¿Qué haces aquí?
No ahora por favor.
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J.J
Short StoryJ.J Elisa Johnson era una anciana que vivió ciento seis años, mucho al fin y al cabo, y tenía un secreto que se guardó durante diecisiete años, después de su muerte. Cuando su bisnieto curiosea en el ático con sólo seis años, se encuentra al lado...