Capítulo único

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Sentada en la terraza de mi casa, envuelta con una cálida manta como única protección de los vientos fríos, los audífonos dejaban fluir la música y me enviaban al pasado, agridulce y mágico.

Recuerdo el pegajoso calor del clima de Mindo*, el denso y verde paisaje, el olor a tierra mojada y el canto de las aves. Había sido enviada como representante del colegio a una conferencia de biodiversidad y conservación, me habían enviado junto con una chica de otro curso que poco o nada nos conocíamos. Nunca había sido buena haciendo amigos y me sentía fuera de lugar.

El grupo estaba formado por chicos de diferentes colegios del país y eran chicos agradables, divertidos y bulliciosos, pero para nada iban con mi carácter tranquilo y algo tímido. Me sentía alejada y en las primeras noches me quedaba en mi cabaña viendo las luciérnagas desde la ventana, no sabía cómo incluirme.

Las conferencias eran aburridas, eso no quiere decir que no me importarán, siempre fui apegada a la naturaleza y nunca temí a ensuciarme, hablar de aves no era lo mío, pero debía presentar un informe junto con una presentación, y no sabía cómo iba a exponer en un auditorio con todos mis compañeros de colegio.

Con mis compañeros de la conferencia las cosas no cambiaron mucho al pasar los primeros días, me sentía cohibida, no conocía a nadie, no tenía la suficiente confianza para entablar una buena charla y los típicos complejos de la adolescencia no me ayudaban. Era complicado para mi sentir confianza cuando no me sentía a gusto con mi cuerpo y no me sentía atractiva para nada, tarde mucho en madurar, tanto psicológicamente como física. Pero lo conocí a él.

Alex era un chico de otra provincia de mi país, diferente a los otros chicos que se la pasaban revoloteando por allí haciendo cualquier majadería*. Él era divertido, dulce, coqueto, inteligente, totalmente extrovertido y entendido en el tema, era el tipo de chico con el que no podía hablar sin terminar en un mar de sudor, pero cuando el niño con alas decide hacer de la suyas no hay quien lo pare. Deje que me lleve, me hizo olvidar mis complejos y me lancé sin saber nadar.

Disfrute correr y jugar como una niña con un chico que no me juzgo y que me acompañó a jugar, que me robo besos y me saco mis primeros sonrojos. Colocó mariposas en mi cabello y me miraba con una dulzura, esa que solo se da en el primer y fugaz amor. Hablamos de salvar el planeta y conocer nuestra patria, de volar lejos y aprender más. Era libre y no tenía miedo, él me mostró un camino diferente y me hizo salir de mi zona de confort, aprendí a divertirme a dejar de pensar demasiado y sonreír más.

No duraría mucho, lo sabía, pero me quería quedar con los besos, con las caricias inocentes, las miradas llenas de dulzura y con los recuerdos de las noches de luciérnagas, que eran tan hermosas que me sentía en el país Nunca Jamás. Es lo que más recuerdo con nitidez de esas 3 semanas. El camino a las cabañas oscurecido y sólo iluminado con pequeñas estrellas, que danzan en el aire. Mis dedos entrelazados con los de él, dejando que nos arrulle el canto de la cascada cercana a nuestra cabaña, nos envolvía la magia de la danza de las luciérnagas y nuestras voces se convirtiesen en susurros y luego en besos.

Pensé que nunca acabaría y que el tiempo se pararía, me dejaría compartir y sentir cada momento aún más con él. Tendríamos noches interminables de solo estar abrazados y hablar de nuestros sueños, de nuestro amor por nuestro pequeños país. Pero los días pasaban y el tiempo decidió no darnos tregua y solo podíamos disfrutar al máximo.

Cuando llegó la hora de partir, no hubo llanto, solo un beso y un adiós.

Tenía mi informe de una conferencia donde aprendí la importancia de proteger la naturaleza, de la diversidad genética de nuestras especies y nuestra responsabilidad con ellas. Pero también tenía confianza. Subí al escenario y presente mi exposición con una sonrisa, con una renovada convicción de lo que realmente quería y sin miedo. Me había cambiado.

Una sonrisa se me escapo y me levanté para bajar de la terraza de mi casa e ir a mi cuarto a dormir, debía dejar descansar a los recuerdos y que el tiempo dictase lo que pasará después.

Fue un amor fugaz, dulce, con el sabor agridulce de la despedida en la punta de la lengua. Pero no me arrepiento de haber amada una noche de luciérnagas.

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Mindo: Mindo es una región en el norte del Ecuador y una de las dos Parroquias del cantón San Miguel de Los Bancos en la provincia de Pichincha. Mindo es mundialmente famosa por la observación de aves, un destino turístico inolvidable para muchos turistas extranjeros y nacionales.

Majadería: Poco oportuno o molesto por ser indiscreto o falto de sentido común.

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Bueno esta es mi primera historia formal, cortita y simple. Acepto críticas y sugerencias con todo el respeto.

No diré si la historia es real o no, lo dejo a vuestra imaginación.

ShLuna.

Noche de luciérnagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora