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Chorros de sangre brotaban desde su interior; todas sus extremidades habían sido mutiladas, incluida su propia lengua; la mayoría de sus órganos internos se encontraban fuera de sus lugares, para posarse en la alfombra de la habitación. Le fue imposible responder a los gritos desesperados de sus familiares, al igual que mantenerse con vida. Fue por eso que no pudo resistir ni siquiera dos minutos más. Murió lenta y dolorosamente.

Aún después de cerrar los ojos, la mirada de ese sujeto seguía en su cabeza, la sonrisa cortada del lado derecho de su rostro por la que se podía apreciar la dentadura de aquel hombre, y esa risa, esa maldita risa que aún en sus últimos segundos de vida la hizo estremecer. La aborreció por completo, la odiaba. Nunca antes había sentido algo así, un odio tan puro, tan profundo; nunca fue una persona que fomentara ese sentimiento, pero él, ese tipo merecía sufrir, tenía tantas ganas de devolverle todo lo que le había hecho, hacerlo sufrir y dañarlo de tantas maneras como fuese posible. Fue por eso que recibió otra oportunidad.

Un ente de nombre Zalgo, le brindo la oportunidad de cumplir sus deseos más impuros, aún así ella sólo tenía en mente cumplir uno solo, y era derramar la sangre de él, su asesino, desmembrarlo sin piedad y hacerlo sufrir, enserio quería que pagara.

—Entonces, ¿puedo hacer esto como yo quiera? —interrogó la pelirroja, Samantha. Dio un último vistazo a sus guantes negros antes de centrar toda su atención en el Dios demoníaco frente suyo— Quiero decir, ¿tengo límite de tiempo o me obligarás a cumplir con algunas letras pequeñas del contrato?

El ente maligno negó con una sonrisa que haría temblar hasta al más valiente. Después prosiguió a hablar con su extraña voz.

—Sólo tráelo hacia mí, —dijo— vivo o muerto. No representa ningún problemas para mí la manera en la que elijas hacerlo. —confesó, causando que una sonrisa de satisfacción se formara en el rostro de la menor— Él podría serme de gran ayuda para acabar con un viejo conocido mío.

Extendió su mano, de la cual surgieron llamas rojizas, para después mostrarle un objeto punzo-cortante. Se lo entregó a la pelirroja, quién lo aceptó gustosa.

—A sus órdenes.

Las mismas llamas de hace unos segundos la envolvieron por completo, llevándola hacia el lugar de su muerte. Todo se encontraba impecable, como si nunca hubiese sido brutalmente asesinada en ese mismo lugar. Decidió ignorar los llantos de dolor que se escuchaban desde la planta baja, probablemente de su madre y conocidos. Y habían pasado dos días desde su muerte. Sam sólo deseaba salir de ahí. Giró hacia su derecha, se colocó en el marco de la ventana y saltó. No se preocupó mucho, pues ya estaba muerta; escuchó como un par de sus huesos crujieron, pero no sintió más que un leve cosquilleo.

—¿Qué se podía esperar de un cuerpo sin vida? —murmuró con desprecio—.

Levantó su mirada, a unos metros frente suyo logró divisar a su hermano; que con ojos rojizos se adentró hacia el bosque que había a un par de cuadras. Decidió seguirlo, después de todo un asesino se encontraba suelto y no era lo más inteligente del mundo ir ebrio a un bosque del que se cuentan mil y un relatos de terror. El castaño claro cantaba canciones en inglés muy mal pronunciadas, su voz temblaba debido al alcohol y a la forma irregular en la que caminaba. 

—Sólo a éste idiota se le ocurre entrar al bosque durante el anochecer, —dijo, observando como luchaba por no caerse— al menos servirá de carnada para cazar a ese sujeto.

No tuvo que esperar mucho, sólo un par de minutos después Tom se detuvo. Samantha lo hizo igual. Dio media vuelta cuando lo observó bajar torpemente el cierre de su bragueta, para después escuchar el sonido de la orina cayendo al suelo. Su plan no estaba yendo del todo bien... Hasta que una gran carcajada les hizo saber que no estaban solos. Las copas de los árboles se movieron con rapidez, haciendo que algunas hojas cayeran. Con dificultad pudo seguir los pasos de la/el extraña/o.

I See You [Próximamente] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora