La Llegada

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   Se pone el sol sobre las colinas, los rayos dorados del atardecer que quedan dando su fulgor se pasean por la superficie árida del terreno. Es un bello atardecer, de los que se aprecian con los ojos entrecerrados, pero con la mirada fija. Desde hace mucho tiempo el regalo del atardecer, son unas de las pocas cosas buenas que vienen del cielo. Las grandes llanuras, se han convertido en una colección de cráteres, cicatrices de una una guerra antigua. Una bestial guerra.

   Las guerras en el mundo han sido parte de la rutina, pero las atrocidades de todas ellas, a una voz condenan las devastaciones ocurridas en el acontecer bélico que redujo al mundo a cenizas.

   Se ha perdido mucho, han muerto tantos, que no hay hazañas que se animen a contar, no hay victoria que no recuerde a los numerosos cuerpos inanimados. Los Valientes del pasado, han sabido ocultarse en el anonimato, según se dice que el silencio les gobierna y una mirada que se pierde constantemente, es sello de su espanto.

Las montañas mismas hablan con sus marcas de un suceso que las doblegó. La Tierra hoy es la historiadora que a detalle nos grita con dolor las crónicas del Armagedón. Aun así, los que vieron aquel desastre, hoy se preguntan temerosos, si algún día volverán los pueblos al calor de la batalla.

Despejando los recuerdos y volviendo al hoy,  a nuestro atardecer; aún quedan unos pocos rayos de luz. De pronto los débiles destellos se convierten en una pequeña porción de oscuridad, pero aún no ha llegado la noche. La sombra sobre la tierra empieza a tomar forma, y a contraluz se nota la figura de una persona. ¿Quién se atreve a andar en soledad? Por su forma de viajar, simple, con pie a tierra, no es un Hermes. Tampoco viste como Conservador.

Los errantes no sobreviven lo suficiente y de hacerlo no caminan con tanto vigor.

Mientras aun estaba en el patio de su casa, Caleb un joven de 19 años se había detenido a ver hacia la escena del atardecer. No era la puesta del Sol quien le cautivo la atención sino el desconocido que se acercaba mas hacia a él. Caleb no se dio cuenta del tiempo transcurrido, la sombra del hombre misterioso,  ya comenzaba a tocarle. Un frío escalofriante recorrió su cuerpo, al ver a aquel hombre de casi dos metros de alto tan cerca. Venia cubierto de una chaqueta que bajaba hasta sus rodillas, un sombrero al estilo vaquero. Desde la nariz hacia abajo tenia la cubierta de un pañuelo y sus ojos no se contemplaban por las gafas oscuras que portaba.

El joven tenia a unos dos metros un pala, a la que miro por un segundo, al volver sus ojos sobre el imponente caminante, detalla que el caminante gira su cabeza hacia el objetivo del joven. Vuelve a tornar su rostro sobre el joven. -Tranquilo chico, eso no te serviría de mucha ayuda - le dijo el desconocido. Si Caleb estaba asustado de verle, imaginen el horror que le invadió al oír la voz de trueno que emanó de aquel personaje. Con labios temblorosos y una voz entre cortada le preguntó - ¿Quién... eres? -.

No recibió respuesta, ya la oscuridad de la noche había saltado al escenario. El caminante solo quitó el bolso que tenia sobre sus hombros, y comenzó a sacudirse el polvo de su enorme chaqueta. - Sólo descansaré esta noche aquí - le dijo mientras observaba la zona a su alrededor.

Caleb, sin saber de donde tomó aire y confianza, sacando el pecho se atrevió a hablarle de nuevo - Te he hecho una pregunta -.

El hombre dio tres pasos cortos hacia Caleb, inclinando su cabeza, como dando seña que le miraba fijamente a los ojos le dijo - Para ti, sólo soy: El Forastero -.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2017 ⏰

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