Capítulo 1

18 1 13
                                    



Noto algo frío debajo de mí. Busco mi almohada con las manos y descubro que estoy tirada en el suelo, un suelo helado de piedra. No recuerdo nada de lo que ha pasado. ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Las preguntas se amontonan en mi cabeza sin obtener respuesta. Intento tranquilizarme y pensar en lo último que recuerdo. Un intenso dolor de cabeza hace que me sea complicado. Intento abrir los ojos y no es tan fácil como suele serlo. Los párpados me pesan como si estuviesen hechos de hierro pero me esfuerzo por abrirlos porque necesito respuestas y las necesito ya, no aguanto más con esta incertidumbre. Después de lo que para mí ha sido una eternidad lo consigo. Nada. Todo está demasiado oscuro y la única luz que entra en esta diminuta habitación es la de un minúsculo ventanuco en lo alto de la pared. No veo nada. Ni mucho menos nada que me ayude a recordar. De repente, un recuerdo viene a mi cabeza. Mi collar. Me toco el cuello y ahí está, frío, helado. Recuerdo que me lo dio mi madre y que lo tengo desde el día que nací. Es un collar muy especial en el que pone mi nombre y que contiene un pequeño reloj y una foto de mi familia. Lo miro y lo primero que veo es mi nombre: Kiley, y mi fecha de nacimiento, 10 de abril del año 2000 metidos en un triangulito que decora la tapa de este colgante. Al abrirlo, veo en una pequeña ventanita la fecha de hoy: 10 de abril de 2017. No puede ser, es mi cumpleaños y estoy aquí, perdida sin nadie ni nada conocido y de repente lo recuerdo todo, todo encaja como por arte de magia. Gevecht iba a comenzar.

Recuerdo que de pequeña mi madre solía contarme historias sobre ello y nunca entendí por qué. Me encantaban y no entendía por qué. Eran historias sobre luchas, muertes y mucha sangre y aún así, entretenían a una niña de 5 años que pensaba que solo eran historias para antes de dormir. Cuando se las contaba a mis amigas salían corriendo y llorando y nunca entendía por qué. Me decían que tenían pesadillas con mis historias y, cuando me las contaban, tenía envidia de no haber soñado lo mismo. Con el paso del tiempo, comprendí que esas historias no le gustaban a todo el mundo y que no podía ir contándolas por ahí. De hecho, me olvidé de ellas durante un tiempo, me parecían cuentos de niño pequeño. Pero hace un par de semanas no podía dormir y mi madre me las volvió a contar pero esta vez con los ojos llorosos. No le di mucha importancia porque pensé que simplemente tenía sueño. Al contrario que yo, mi madre se va a dormir muy pronto siempre y le cuesta estar despierta en las horas en las que yo lo estoy. Pero hoy, ahora, entiendo todo. Desde las historias que me contaba, las reacciones de mis amigas frente a las mías y los ojos llorosos de mi madre. Era una de las elegidas. Elegidas para morir.

Vuelvo a mirar la tapa de mi collar. El triángulo que la decora tiene un significado. Mi madre al acabar cada historia siempre decía la misma frase: 'Y todo esto sucederá cuando tres cuerpos celestes: Marte, Mercurio y Luna se reúnan formando un triángulo perfecto, como en tu collar, lo que marcará el comienzo de todo y de nada a la vez.' Siempre me había fijado en que la luna estaba más brillante que los demás pero mi madre nunca me contó nada al respecto y pensé que no sería nada importante hasta ahora. Según las historias de mi madre, cada cuerpo celeste de este collar representaba a una persona en concreto, representaba a un elegido. Hoy, 10 de abril de 2017 la Luna va a formar un triángulo con Marte y Mercurio. Yo soy la luna y hoy, hoy me voy a encontrar con mis posibles asesinos.

Un ruido me saca de mis pensamientos. Miro de nuevo el reloj y veo que ha pasado alrededor de hora y media. Entra un hombre en la habitación. No es demasiado alto ni parece demasiado fuerte pero estoy tan débil... que no puedo casi ni moverme. Me da una bandeja con una especie de puré grisáceo y un poco de pan.

–Come, lo vas a necesitar- me dice con una voz tan grave que me hacía tener entre miedo y ganas de reírme. Miro la bandeja y empiezo a comer. No había comido nada tan insípido nunca, no sabía a nada. Me empiezo a dormir lentamente. Me han envenenado. Sabía que no tenía que haberle hecho caso pero necesitaba comer algo. Intento mantenerme despierta pero me sumo en una oscuridad infinita. Veo de lejos a mi padre jugando con una niña pequeña, de unos 5 años que me recuerda mucho a alguien, pero no sé a quién. Aparece mi madre con un bebé en sus brazos -Kiley se ha despertado- dice mi madre. No puede ser. Si el bebé soy yo, ¿quién es la niña pequeña? Soy hija única y tampoco tengo primos ni ningún otro tipo de familiar que concuerde con esa edad o esa apariencia. ¿Entonces quién es?

-Eh tú- dice una voz- despierta, tenemos que darnos prisa- no reconozco esa voz. Es una voz de mujer pero es lo único que puedo describir sobre ella. Abro los ojos poco a poco y veo un rostro borroso. –Venga quita esa cara de idiota y levanta.- Me coge de un brazo y tira para que me levanté.

Le sigo por un pasillo típico de película de miedo y me lleva hasta una sala que parece una consulta médica. Empieza con el estetoscopio, ese frío instrumento que se usa para escuchar la respiración y las pulsaciones y lo pone primero sobre mi corazón y después sobre mi espalda. Después me toma el pulso en un silencio sobrecogedor. No dice nada. Solo apunta datos en una hoja. Me mide y me pesa y por fin me atrevo a preguntarle:

-¿Para qué es esto?- Me mira y se ríe. –No le veo la gracia- insisto. –Tranquilízate Luna, ya queda poco.- me contesta en una voz mucho más agradable que la primera vez que me habló. – No me llamo Luna- Le replico. –Para lo que a mí respecta sí.- Dijo mientras se levantaba y se iba.

Al rato vuelve con unos pantalones deportivos y una camiseta- Toma, para que estés más cómoda- Dijo mientras me los tiraba a la cabeza. Me cambié y me fui con ella. Me llevó hasta una sala con una enorme mesa alargada donde estaba sentado un señor mayor de unos 70 años. Tenía el pelo completamente blanco y la cara llena de arrugas. La chica que me acompañaba me dio que me sentase en una silla al otro extremo mientras ella se fue a darle unos papeles a aquel hombre. -¿Se puede saber qué hago aquí?- pregunté. Ni me miraron. Repetí la misma pregunta otra vez pero algo más fuerte. Me miraron de reojo y siguieron hablando. Ya estoy harta, me levanto y doy un golpe en la mesa repitiendo la misma pregunta, esta vez prácticamente gritando. Se giraron y sonrieron. No entendía nada.

-Bueno Luna- empezó a hablar el señor- supongo que estarás muy confusa así que, comencemos.

GevechtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora