Lauren POV
Ya eran las 10 de la noche y seguía en mi oficina mientras que todos se habían ido. Estaba cansada de revisar tantos papeles, de que los inútiles de mis empleados no supieran hacer nada, que todo lo tenía que revisar yo... igual y sabía que si después hacían algo sin mi aprobación casi los mataba a gritos por no avisarme. Ya sé, soy una bipolar.
Necesitaba urgentemente un calmante, y no, no estoy hablando de medicamentos o pastillas... no, algo mucho mejor, pero no lo obtendría hasta llegar a casa ya que como decía, todos los empleados se van a las 7.
Escuché pasos de tacones y divisé una sombra por los vidrios decorados de la oficina. La única que tenía acceso al piso donde estaba mi oficina era mi secretaria... y ella ya no estaba aquí según yo.
Abrieron la puerta sin permiso, y como siempre, la única que hacía eso sin importarle nada era Camila, mi esposa, mi mejor amiga y secretaria.
—Señorita Camila, sabe que no me gusta que haga eso -le reproché mientras colocaba mi codo en el escritorio y sostenía mi cabeza con la mano, el estrés me tenía a punto de explotar. Ella simplemente esbozó una sonrisa.
—Y sabes que me da igual porque hace... -miró su reloj de mano- 3 horas terminó el horario laboral, y no me gusta que me trates como tu empleada a éstas horas Lauren.
—Camila -resoplé enojada- estoy a punto de explotar, estoy aburrida, me siento cansada mentalmente, no me reproches nada -dije y desvié la mirada a los papeles que tenía en la mano, los tiré dentro de una carpeta y me tapé la cara con las dos manos suspirando pesadamente.
—Amor, -sentí como Camila caminaba hacia mi silla- ¿qué pasa?
Mi esposa hizo que me quitara las manos de la cara y giró la silla para así sentarse encima mío de lado ya que llevaba puesta una falda tubo. Coloqué una de mis manos en su muslo y la otra en su costado para que no se cayera.
—Te extrañé -confesé mientras olía su cuello y podía afirmar que había sonreído.
—Yo te extraño a cada hora, -me besó los labios- a cada minuto, -fue llevando sus besos desde la comisura hasta la mejilla derecha- a cada segundo -terminó por susurrar en mi oreja para luego morder el lóbulo.
—Cami... -me hizo callar poniendo un dedo en mis labios mientras me miraba profundamente. Era tan hermosa que dolía, pero a la vez terriblemente caliente, y ella lo sabía.
—Te conozco tan putamente... -como me ponía cuando hablaba así. Se mordió el labio al darse cuenta de la palabrota que dijo y luego lo soltó lentamente- bien, que sé que lo que necesitas es una buena sesión de sexo para que se te quite el mal humor y estrés que cargas.
Sus palabras me dejaron completamente encendida. Camila era la perversion pura.
Con su dedo pulgar soltó mi labio inferior que estaba atrapado entre mis dientes y sonrió mientras se levantaba de encima mío.
—No... entiendo cómo puedes estar tan radiante siempre -la miré descaradamente de arriba hacia abajo y estaba simplemente perfecta.
Soltó una de sus malditas risas burlescas y puso cara de "ya deberías saberlo".
—Porque alguien se encarga de quitarme el puto estrés todas las noches -comenzó a subirse la falda apretada, dejando ver unas medias demasiado sexys para el trabajo, no me había dado cuenta de lo que se había puesto en la mañana. Eran hasta el muslo y tenían un bonito encaje en el borde.
Me di cuenta de que la prenda no le subía más por culpa de su grande trasero y sonreí.
Corrí la silla un poco más adelante, la tomé del culo para atraerla y colocarla entre mis piernas. Ella se inclinó hasta chocar con mis labios entreabiertos, sin permiso metió su lengua dentro de mi boca haciéndome soltar un gemido para luego iniciar una pelea que ninguna logró ganar hasta que la engañé parando de a poco el beso para luego volver a besarla mientras succionaba con fuerza sus labios y me permitía palpar con la lengua su boca. Metí las manos como pude entre esa falda y su precioso atributo y apreté mientras más la subía. Camila se tuvo que agarrar de la silla cuando apretujé más fuerte y eso hizo que se girara y diéramos de lleno en la gran ventana que tenía vista a la ciudad. Las dos soltamos un gran gemido cuando ella cayó encima mío.