Escucho el rugido del motor entre mis piernas. Siento los más de doscientos caballos de mi moto y el viento sobre la cara que trata de cortar mi piel.
Hoy es un día soleado.
El paisaje discurre sinuoso por una vieja carretera de antiguo asfaltado. Debo aminorar para no caerme.
Sería la primera vez, pero siempre hay una primera vez para todo.
Mi padre me lo enseñó.
Llego al lugar. El sitio es un antro escondido a las afueras de un pequeño pueblo de pescadores, de casas blancas desconchadas y callejuelas estrechas.
Huelo el mar.
Huele a sal. No a combustible, ni a alcantarilla, aquí el mar huele a mar. No como en Gotham, de donde vengo.
Presiento que aquí lo encontraré. La información que me traído es fiable, no pagada ni conseguida a golpes, sino dicha por alguien que no esperaba nada a cambio. Quizás un gracias fue suficiente. Una buena persona, como las que ya no quedan en su ciudad maldita.
Apoyo mis pies en la tierra húmeda y giro la llave. El motor deja de sonar.
Me quito el casco y peino con mis dedos mi pelo castaño. Debo cortarlo. Está algo largo.
Entro en aquel local y los aldeanos se giran para verme. Debo ser el primer extraño que ven en muchos meses, seguramente años. No creo que este sitio sea muy prolífico tentando a turistas. Puede que en verano, pero estamos en invierno. Un hermoso día soleado de invierno.
Avanzo seguro hasta la barra.
La única mujer, viste con un delantal sucio, me observa confusa. Se pregunta qué hago aquí. Cree que me he perdido, o que busco problemas. No encajo.
Sólo encajo en Gotham, sólo por la noche, cuando la oscuridad cae. Me muevo entre las sombras como un espectro más. Solo entonces me siento cómodo conmigo mismo.
Me dirijo con paso firme hasta la barra.
Me ha visto.
Sabía que era el sitio adecuado. Mi intuición no me ha traicionado. Rara vez lo hace.
Él me mira. Confundido, como si hubiera visto un fantasma, que vuelve del pasado para atormentarle en el presente. Ha dejado de secar el plato con el trapo. Está petrificado ante mi presencia.
Me acomodo en la barra, me siento en uno de los taburetes y trato de sonar tranquilo al hablar. No quiero que se ponga nervioso. Sería una estupidez por mi parte.
Contengo mis emociones, como me enseñó mi padre. En eso era el gran maestro. Mi abuelo estaría de acuerdo conmigo en eso, y no está de acuerdo conmigo en nada. De hecho no está de acuerdo con nadie, nunca.
- Un café, sin azúcar - Le digo mientras apoyo los codos en la barra y dejo el casco de mi moto en el otro taburete.
Parece que reacciona. Se arma de valor. Su mandíbula se distiende por un segundo en el que me habla.
- Claro ... un café ... ahora mismo se lo sirvo - Su voz suena ahogada en su garganta.
Se gira. Me da la espalda para trabajar en esa máquina que hace un ruido infernal, para hacer un café que sé que no me gustará, pero que me sirve de excusa, para hablar con él.
Reconozco que me río por dentro, de lo ridículo de la situación.
Yo nunca aparentaría ser lo que no soy.
En eso el maestro de las mentiras es transparente.
Soy lo que soy.
Alguien como él, ocultádose aquí. No sé por qué lo hace. No sé de qué se esconde. No sé de quién. Puede que de mí, si supiera lo que he venido a hacer. Puede que tratara de encontrara la paz, pero ya no la hallará. No, después de este día. No después de lo que he venido a contarle.
![](https://img.wattpad.com/cover/107936574-288-k690932.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Mi Amor de las Estrellas
FanfictionUna pequeña historia narrada en primera persona. ¿Que es menos doloroso? ¿Haber amado y perder ese amor, o no haber amado nunca? Superbat