Érase una vez un hombre,
que le encantaba beber,
pero no debía.
Porque cada vez que lo hacía,
desaparecía de la tierra.
Y se sentía dormir.
Pero siempre perdía la guerra,
entre su consciencia y su deseo.
Porque eso era lo que más quería,
desaparecer, dormir, no sentirse.
Olvidarse de la que alguna vez llamó vida,
o tal vez ser encontrado muerto en medio de una vía.
Porque cuando desaparecía,
no dormía en realidad,
sino, más bien, otra persona ocupaba su lugar.
Y él no sabía,
el por qué mujeres despertaban junto a él,
ni por qué tenía más dinero en su bolsillo.
Pero el hombre ya no se quejaba,
porque su vida cada vez más mejoraba.
Y los problemas lo traían sin cuidado,
porque solo era tomar un trago
Y tachán, todo solucionado.
Un día, intrigado, a sus amigos fue a preguntar,
"¿Qué es lo que hago después de tomar?"
Y todos sus amigos la misma respuesta le daban,
que después de beber al casino apuntaban.
Y cada uno de ellos se preguntaba,
cómo es que él siempre ganaba.
Quizás esa sería,
la razón por la cual a las mujeres atraía.
Su dinero.
Y su suerte.
Y se dijo a sí mismo un día,
que beber más seguido debería.
Y se fue a beber de mañana,
y despertó siendo dueño de una exitosa empresa,
y pensó que de la vida nada mejor esperaba.
Pero, ¿Por qué a este hombre hoy no le gustó despertar?
Porque despertó en un jardín,
con una pala ensangrentada en sus manos,
y un cadáver a medio enterrar.
-TSoC-