♏Banco♓

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En una tarde de verano, un varón esta escuchando música con sus audífonos. Este chico se sentó en la esquina de un banco de los muchos existentes en el parque.
Sin percatarse, una mariposa blanca se posa en su pelo lacio de color negro.
Una chica está sentada en la otra esquina del banco echo de madera. Esta, a diferencia de el chico, se percato de su presencia y se quedó mirando con sus ojos color violeta a la mariposa blanca en ese cabello alborotado.
Él, de repente, siente una gran atención hacia su persona, por lo que gira su cabeza para el costado. Allí recién se entera que no estaba solo.
La chica miraba al protagonista con una suma atención, aunque más que a él, le prestaba más importancia al insecto blanco posado en su pelo.
En su mirada había una notoria sonrisa que refleja lo amigable y tierna que es. Su pelo tricolor -que llega hasta su cuello-. Es ondulado y escalonado, cada nivel tenia un color diferente; la primera es celeste, la segunda es violeta y las mechas son color rosa. Su piel es de tono rosa claro. Sus labios finos tienen puesto un labial de color celeste. Su vestimenta es un vestido corto de color negro tapada por una campera de color rosa pastel con el cierre abierto, y finalmente unas botas largas del mismo color que el vestido.

El pelinegro mira extraño a esta chica y después de sacarse sus audífonos procede a hablar, en un tono molesto:

—¿Qué tanto miras?
—oh, —mira al chico—. Lo siento —mira al insecto—. Es que tienes una mariposilla en tu pelo —contesta la chica.

El chico desvía su mirada a su pelo y efectivamente encuentra a esa mariposa posado en su cabellera.
Con un semblante molesto, sacude su cabello así quitando el insecto del pelo.

Este chico, de piel morocha, ojos color verde como una esmeralda, vestido con una chaqueta roja como sus pantalones, con una remera negra como su alma y con sus zapatillas converse, agarra sus audífonos. Estaba a punto de volver a ponérselos, si no fuera que un “psss” hubiera interrumpido su acción. Él, al escuchar ese sonido, baja sus audífonos y mira para su costado.

—disculpame, pero... —dice la chica bien al obtener su atención.
—¿Qué quieres? —Interrumpe, seco, el oji-esmeralda.
—¿Podría ayudarme con un asunto? Es que estoy atascada en este banco y no puedo salir
—¿Por qué te ayudaría? A penas nos hablamos, y tu tonta situación no me interesa en lo más mínimo —contesta, con la mayor frialdad posible.
—por favor, hace tiempo que estoy estancada aquí —dice, con cierta súplica.
—levantarse de un banco no es gran ciencia, ¿Verdad?

Al decir esto, el chico agarra los audífonos que están colgando de su cuello y trata de volver a ponerse. Pero, otra vez, la tipa vuelve a insistir.

—por favor, no puedo salir de aquí
—!oh vamos¡, así no se puede —se levanta—. No insistas que ahora me voy —responde, molesto, y se va dejando a esa señorita suplicando por que se quede.

Lastimosamente fue en vano esas suplicas. Y la oji-violeta, en posición fetal, rompió en llanto.

Él no lo sabía, pero desde ese día las cosas iban a tomar un punto fijo, fijo a ese mismo lugar.
Pues todos los días siempre se sienta en la misma esquina del mismo banco con la misma chica, pero a raíces de situaciones distintas. Y ella en todas las ocasiones le suplica ayuda para sacarla del lugar. Él siempre la ignoro.
Hasta que en una tarde de otoño, donde las hojas secas de los arboles revoloteaban en el aire, al toparse otra vez con esa chica con el siempre mismo petitorio pregunta:

—¿Acaso no existen otras personas para pedirles ayuda?

Pues estaba muy extrañado que ella está sentada en ese banco desde ese día que la encontró hasta hoy.

—lo hago, pero no me escuchan —responde ella.
—pff, ¿Cómo que no te escuchan?

Un joven se avecina al perímetro. Al protagonista se le ocurre pedirle ayuda para sacar de una vez por todas a esa “molestia”, según cree él, de su vida.
Por lo que, el joven ya pasando por su camino, él lo agarra y dice:

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2017 ⏰

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