Prólogo

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Oscuridad, era aquello que sus ojos pudieron ver. Miedo, pánico... Terror. Esos fueron los sentimientos que invadieron a aquella niña al despertar de aquél sumido sueño. Restregó sus ojos con su muñeca, intentando acostumbrarse a la luz tan brillante que había dentro de la habitación. Con su vista despejada, observó todo lo que había a su alrededor. Sólo podía distinguir cuatro paredes blancas. Se levantó con sumo cuidado intentando que sus piernas no le fallaran por la desesperación que empezaba a invadirla al no saber dónde estaba. Observó todo lo que​ había a su alrededor, fijando su mirada en una pequeña ventanilla donde supuso ella que era la puerta.

-¿H-hola...? -dijo temerosa con apenas un hilo de voz.

Se acercó a la ventanilla y observó tras de ella, encontrándose con más puertas que conducían a otras habitaciones similares en la que ella se encontraba. No tenía idea de dónde se encontraba, y comenzaba a desesperarse más al darse cuenta de que la puerta no tenía una perilla para abrir y salir de ahí.

-¿Qué es este lugar? -murmuró asustada.

De repente, escuchó unos pasos que se acercaban a la habitación. Se asomó más de cerca a la ventanilla para poder ver. Abrió los ojos de par en par cuando tres hombres con batas blancas abrieron la puerta, entrando rápidamente.

-Tengan cuidado. No sabemos cómo reaccione. -dijo uno de ellos, un hombre mayor, mientras la observaba.

La pequeña temía de lo que le fueran hacer. Se acorraló en uno de los rincones. Una mujer pelinegra de aspecto tranquilo entró al lugar junto con otros dos hombres.

-Vamos, chicos, ¿acaso le tienen miedo a una niña? -se burló mientras los hombres fruncían el ceño. Se acercó a la niña, inclinándose para poder verla mejor-. Hola, yo soy la Doctora Susan Parkins. Puedes decirme sólo Susan. ¿Entiendes lo que digo? -preguntó mirándola fijamente. Ella asintió-. Perfecto. ¿Sabes cuál es tu nombre?.

Cierto. Por un momento había olvidado que seguramente debía tener un nombre. Pero por más que intentó buscar dentro de su cabeza, no encontraba nada. ¿Quién era ella?.

-N-No lo s-sé... -tartamudeó nerviosa. Ella también quería saber cuál era su nombre.

-Entonces supongo que tampoco tienes idea de porqué estás aquí, ¿cierto? -asintió-. Bien -le extendió la mano-. Ven, vayamos a dar un paseo. -sonrió.

No tenía idea de dónde estaba, no sabía quiénes eran aquellas personas, mucho menos sabía por qué estaba ahí. Pero cualquier cosa era mejor que estar dentro de aquel frío lugar. Tomó su mano insegura. Salieron del lugar, observando todo lo que sus ojos le permitiesen. Habían muchas habitaciones, pudo divisar que dentro de ellas habían más personas con la misma vestimenta que ella (una bata blanca con lunares azules), sólo que estas se veían mas confundidas que lo que ella estaba. Salieron a un enorme patio, lleno de personas, algunos con la mirada perdida, otros simplemente murmurando palabras sin sentido.

-¿Sabes en dónde estamos? -preguntó Susan mientras caminaban.

-Uhm, no. -respondió nerviosa.

Susan se acuclilló a su altura, sonrió con tristeza.

-Es un hospital, y vivirás aquí por un tiempo.- dijo con simpleza.

¿Hospital? ¿Vivir en aquél lugar? ¿Por qué?. Aquellas preguntas recorrían sus pensamientos.

-¿Estoy enferma?.- preguntó asustada.

- Uhm...algo así. Es complicado. Pero descuida, tiene solución. Y por eso debes de quedarte aquí, el tiempo que sea necesario.- dijo intentando tranquilizarla. La pequeña empezó a bostezar.- Oh no, tienes sueño, ¿Verdad​?.-  Susan se había puesto en alerta al ver como comenzaba a dormitar.- Vamos, deprisa. Tenemos que ir de vuelta a tu habitación antes de que te duermas en pleno patio.- comenzaron a caminar, más bien a correr, Susan parecía estar... asustada.

-¿P-pasa algo?.- preguntó agitada.
No contestó. Ella empezaba a tambalearse por el sueño y trataba de mantenerse despierta. Llegaron de nuevo a la habitación blanca, dentro ya habían tres hombres preparando una camilla con especies de cinturones a los costados. Parte de su cuerpo deseaba aventarse a esas cómodas sábanas y dormir profundamente, pero por otro lado temía ser atada y nunca despertar.

-Recuestenla.- ordenó Susan.- Sujeten sus muñecas sin lastimarla.

-Como diga Doctora.- respondieron sin titubear.

Se acercó a la niña y acarició su mejilla.- Tranquila. Todo estará bien.

-No quiero dormir.- dijo casi suplicando.

Duerme

Tenía miedo, mucho miedo.

Duerme. Es mi turno.

Aquella voz le insistía cada vez más.

-Vamos, no te resistas. Descansa, Elizabeth.- dijo Susan tranquila.
Pero en sus ojos había preocupación.

-¿Elizabeth?.

-Si. ¿No te gusta?.- asintió tratando de no cerrar los ojos.- Entonces, ese será tu nombre ahora. Elizabeth.

Sonrió antes de por fin quedar dormida. Ahora tenía un nombre. Pero aún así, eso no respondía su pregunta. ¿Quién era ella?

A través del Espejo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora