Elizabeth se recostaba sobre una banca que estaba debajo de un enorme roble todos los días. Normalmente leyendo un libro o hablando con ella.
—No me gusta este lugar... Me da miedo —murmuraba inquieta. Alzó las manos en dirección al cielo—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que llegamos aquí? ¿Un año y medio? —Elizabeth realmente se sentía frustrada. Por más estudios que le hacían, no veía ningún avance. Es más, ni siquiera sabía qué era lo que tenía—. Saldremos pronto de aquí.
Se incorporó cuándo escuchó el ruido de las ramas y hojas ser pisadas.
—Hola, Elizabeth. —dijo Susan con voz tranquila.
—Hola.
La doctora acarició uno de los mechones de cabello de Elizabeth.
—¿Cómo estas? ¿Ya no tienes tanto sueño como antes?
—Pues...no tan bien —suspiró—. Aún sigo sintiendo sueño, aunque ya haya dormido mucho tiempo. —explicó contrariada.
Elizabeth no entendía el por qué de eso. Para ella era como si durmiera durante horas, pero cuando despertaba era como si no hubiera dormido nada. Incluso cuando se veía en el reflejo de la ventanilla de la puerta, veía que cada vez tenía más ojeras. Sentía a menudo dolores fuertes de cabeza, y mientras dormía sentía como si su cuerpo se quemara.
—Pronto haremos que eso deje de pasar, ya verás —tomó su mentón para que Elizabeth la viera a los ojos—. Dime, ¿todavía hablas con ella? ¿Te dice cosas?
«Miente».
—No. —respondió un tanto nerviosa.
—¿En serio? No te ves muy segura.
«Insiste.»
—De verdad —aseguró, intentando mantenerle la mirada pero fracasando en el intento—. Hace mucho que dejó de hablarme. —agachó la cabeza y retorció las manos tras su espalda.
Aún no estaba segura de si debía confiar en Susan. Ella parecía ser buena, pero aquella voz le decía lo contrario.
—Sabes que puedes contarme todo, ¿no? Yo no te haré daño. —insistió la doctora, sentándose a su lado.
«¡Ja! Ya lo hizo.»
La miró desconfiada. La verdad era que no sabía en quién confiar. Ella y Susan le ocultaban cosas. Sólo le quedaba confiar en sus propios pensamientos—aunque tal vez ni en ellos, ella solía inmiscuirse a veces—.
—¿Cuándo saldré de aquí? —preguntó resignada, intentando que Susan se olvidara de ese tema.
—Cuando los tratamientos hagan efecto —se levantó—. Y cuando dejes de mentirme. —le guiñó el ojo con una sonrisa un tanto decepcionada. La vio alejarse.
Se sentía sola. No tenía familia, ni amigos. Los demás internos eran agresivos, callados y nunca le hablaban. Nunca vio a su amiga, sólo la escuchaba, así que ni siquiera sabía si existía o si sólo era parte de su imaginación.
Estaba sola.
[...]
Después de pasar cinco años más en ese deprimente hospital, Susan —quien era la doctora a cargo de su caso— decidió que ya era tiempo de trasladar a Elizabeth a un internado que era parte del hospital psiquiátrico de Denver, en donde empezaría la fase de recuperación.
Elizabeth ya había dejado de oír a su amiga. Incluso ya ni la recordaba. Los medicamentos habían tenido resultados; podía dormir las horas necesarias, ya no sentía dolor y ya no era necesario atarla a la cama. Ella empezaba a considerarse normal.
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A través del Espejo.
Misterio / SuspensoPara Elizabeth Parkins, la preparatoria Bellevue, significará el inició de una nueva vida. Tras haber pasado seis años de su niñez encerrada en un hospital psiquiátrico por razones de su vida pasada, de la cuáles no tiene memoria, le será fascinante...