«Cuando yo te veo
siento algo, no sé qué,
pero siento algo que nadie jamás
me hizo sentir».
Al entrar a la escuela, siempre iba con mis amigas: Esther, Mia y Ámbar. No es que no socializara con otras personas, sólo que no lo hacía tan seguido como lo había hecho cuando él llegó.
Su llegada fue en marzo, uno de esos días en el que te levantas temprano a una velocidad inhumana y haces todo con buen humor, como si hubieras esperado a que pasara. No estaba segura de que me lo iban a presentar un día en el que mi humor se elevaba cada vez más para el lado de la felicidad.
Estoy segurísima de que Ámbar estaba a mi izquierda y Esther a mi derecha, las tres apoyadas contra los casilleros. Mia llegaba tarde, la que solía hacerlo era Ámbar, pero estaba parloteando como un loro esa mañana porque teníamos un examen. Un examen de Química.
Recuerdo que cuando lo vi por primera vez, llevaba un abrigo de mezclilla y lana gruesa, le quedaba bien. Sí, me gustaba como le quedaba en ese entonces. Tenía esa mirada de querer hablar pero a la vez temer de cometer algún error, de ser simplemente un humano más, eso era lo único que no me gustaba de él. Que quisiera ser alguien más cuando en realidad era la diferencia más hermosa que había visto.
Nuestra primera conversación fue algo rara, pero la recuerdo lo bastante bien. Estoy segura de que había sido así:
— Él es Finn, un amigo de toda la vida, saluden —dijo Mia con una mano en el hombro de este chico, Finn. No se veía muy emocionado por saludarme a mí o a Ámbar, sinceramente su expresión además de demostrar el temor a equivocarse demostraba ganas de irse, huir.
— Hola Finn —dije intentando hacer un agradable ambiente, lo cual Mia no sabía hacer muy bien—. Supongo que Mia ya te dijo mi nombre, ¿no? —pregunté, no quería que la gente, en este caso yo, le repitiera las palabras de Mia. Ella podía ser bastante extrema con ciertas cosas.
— Sí, lo hizo —dijo mirando para abajo—. ¿Esther? —preguntó mirándome a mí. Le sonreí y negué con la cabeza.
— No, ella es Esther —dije señalándole a mi amiga. Esther era alta, tenía ese cabello con rulos que parecían ser artificiales, pero eran naturales. Sus ojos color avellana y su sonrisa cálida ayudaban a que dejaras de sentirte abrumado, si es que lo estabas.
Si tendría que estar encerrada en un lugar por mucho tiempo, sé que elegiría a Esther para venir conmigo. Ámbar en cambio, miraba a Finn con un poco de superioridad. El chico parecía tan inocente, que al haberse equivocado con los nombres bajó la cabeza y murmuró avergonzado:— Perdón.
Yo reí y le dije que estaba todo bien, pero él al parecer seguía pensando que al haber cometido ese error, no lo queríamos, aunque en realidad, me caía bien. Pueden llamarme "apresurada", pero tenía algo que me parecía interesante.
El timbre sonó y Finn miró a todos lados, confundido. Yo pensé en lo que tendría ahora: Biología. Con Ámbar, Mia y Esther tendríamos el examen de Química en la tercera hora, así que empecé a apurarme para llegar a mi primera clase.
— ¡Hey! —me llamó Mia— ¿Qué tenés ahora?
— Biología —le contesté, dándome la vuelta para caminar más rápido.
— ¿¡Finn puede ir con vos!? ¡Él también tiene Biología! —gritó Mia, me di la vuelta y le hice una seña con la mano a Finn, para que se apurara.
— ¡Vamos! —le dije y él empezó a correr hacia mí. Al entrar al salón, se sentó a mi lado. No tenía problema con eso porque solía sentarme sola en Biología o cada tanto, Beck se sentaba conmigo cuando no tenía entrenamiento. Lo lamentaba por Beck, pero al parecer Finn era mi nuevo compañero.
— Chicos, ¿todos hicieron sus tareas? —preguntó la profesora. Me gustaba Biología por cómo lo enseñaba la profesora Petrikson. Amaba cómo se vestía (vestidos exóticos, alpargatas rayadas, collares extravagantes, etc), cómo hablaba, era una gran profesora.
— Sí —se escuchó por parte de la clase, aunque algunas negaciones también.
— Gracias a los que se tomaron el tiempo de hacerla, comencemos con... —fue y con un dedo marcó la lista de nombres, fue bajando hasta llegar al que ella quería— Vancey, Finn Vancey.
Miré a mi izquierda y vi cómo Finn se sonrojaba de la vergüenza e intentaba taparse. La profesora lo miró confundida y él intentaba decir algo sin tartamudear.
— Yo —dijo—, yo soy nuevo. No sabía que había tarea, perdóneme.
— Está bien, sigamos, ¿Roberson? —dijo Petrikson continuando con la clase. En cambio, yo miré a Finn que lucía algo decepcionado de sí mismo. Yo lograba entender a algunas personas con tan sólo verlas y no, no era sólo empatía, era comprenderlas.
Cuando terminó la clase, me acerqué a Finn y le dije:— Tranquilo, Petrikson no te va a decir nada, sos nuevo, a todos les puede pasar.
— Sí, supongo que a todos les puede pasar —dijo elevando hombros y bajando la vista. Se dio la vuelta y siguió caminando, en ese momento, me prometí conseguir la confianza de Finn. Quería saber quién era realmente.
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Los Días en los Que Me Acompañaste
Подростковая литератураHubo días en los que estabas a mi lado, otros en los que no. A veces me defendías, pero hubo tiempos en los que te aferrabas a llevarme la contra. Fuiste un bien para mí, me ayudaste como nadie, pero a la vez, en los mismos tiempos me mataste como a...