1. Una mente compleja

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Una mente compleja

Mamá me pasa una tostada con mantequilla y mermelada de fresa. Le sonrió y ella me sonríe de vuelta, papá nos vigila por encima de sus gafas de montura metálica. Las tostadas de mi madre están deliciosas, las hace con pan casero.

—¿Que tal en clase?—pregunta mi padre a modo de burla.

Yo niego y le golpeo suavemente. El sabe que he dejado las clases ya hace más de un mes. He terminado mi educación antes que mis compañeros. El director me dió mi diploma de estudios con una sonrisa y un "tienes habilidades excepcionales Hanna, aprovechalas".

Papá me pasa la limonada y se lo agradezco con una sonrisa. Me encanta la limonada pero, le suelo echar demasiado azúcar. Max empieza a ladrar, es el perro más protector del barrio. Si ve que alguien se acerca a la casa, comienza a ladrar desesperado. Normalmente ladra un poco si ve a alguien pasa por delante pero, para cuando la persona desaparece, hoy sigue ladrando. Max está en su recinto: una caseta con vallas al alrededor. Es para que no asuste a las hijas del vecino que, aunque ya tienen un año más que yo, les aterran los Pitbull. Suena el timbre y papá se levanta a abrir el portal presionando un botón.

—¿Quien será a estás horas?—pregunta mi madre—Son casi las diez...

En mi casa solemos cenar más tarde que los vecinos por lo que es raro que alguno de ellos esté despierto a esta hora. Papá abre la puerta de casa y se queda parado hablando con dos personas. Cierra la puerta y entra en el salón acompañado de dos personas.

—Son del FBI, quieren hablar con Hanna—le dice mi padre a mi madre.

Mi madre me mira y sé lo que piensa: ¿que has hecho está vez?

Mamá y Papá abandonan la sala y suben a su habitación. Camino hasta la sala de estar y los invito a sentarse.

—Mi nombre es Jennifer Jareau y este es el agente Morgan—se presenta la agente.

Yo asiento y espero a que comenten cualquier cosa. Los dos tienen bordada la bandera de los Estados Unidos en una de las mangas del uniforme. Vienen de muy lejos y eso no es bueno, la situación no me inspira confianza.

—Queríamos hablar contigo—dice el agente Morgan.

Yo analizo sus movimientos. Aunque está obviamente entrenado para no mostrar sus emociones, le tiembla ligeramente la mano.

—Y para hablar con una adolescente de dieciséis años, su jefe manda a dos agentes del FBI—digo cómo si hablaste conmigo misma. Ellos fruncen el ceño—Y además con chalecos antibalas.

Se miran entre ellos y la agente Jareau se quita el chaleco antibalas. En menos de un segundo me levanto del sofá y tengo el arma de Jareau en mi mano, la estoy apuntando.

—¿Cómo has hecho eso?—pregunta el agente Morgan, lejos de estar asustado.

Lo miro extrañada, es cómo si estuviese seguro de que no voy a disparar. Podría dispararlos por no haber sido cuidadosos pero, yo no soy una asesina. Le devuelvo el arma a la agente rubia y me vuelvo a sentar.

—¿Por qué has hecho esto?—pregunta el agente de piel morena.

Suspiro y voy a la cocina a por un vaso de agua. Ellos no dicen nada, tan sólo me observan esperando mi respuesta.

—Respondiendo a tu primera pregunta: Veo las intenciones de la gente y la vuestra no es una simple conversación. Se la he quitado tan rápido porque la velocidad de respuesta de mis músculos ante el cerebro es mucho más rápida que la vuestra—digo y los dos se quedan sorprendidos—Respondiendo a la segunda pregunta: Sé la he quitado y se la he devuelto para que veais que si quisiera dispararos, ya lo habría hecho.

Los dos agentes dejan su armas sobre la mesa y se quitan los chalecos. El agente Morgan se quita las gafas de sol y saca su móvil del bolsillo. Lo deja encima de la mesa y me enseña un vídeo. Soy yo, hace tres semanas entrando en la casa de Lily Schumman, víctima de un caso abierto. Me enseñan más videos de mi entrando en casas e investigando en los lugares donde se hallaron las víctimas de diversos casos. El último vídeo es de hace una semana. Fuí a un bar de la ciudad a hablar con una de las amigas de Natalie Brown, asesinada mediante asfixia. Apareció el ex de Natalie e intentó forzar a la amiga de la víctima en el callejón.

—¿Que hiciste, Hanna? Ya lo sabemos, sale en el video—dice Morgan—Pero queremos escuchar cómo lo dices.

Mis manos tiemblan y me muerdo el labio inferior.

—Intervení—respondo. Sé que esa declaración no les vale—Le golpee, le pegué puñetazos, le estampé la cabeza contra el suelo. Le hice todo lo que Natalie no pudo hacer para defenderse de él. Hice que la pobre chicas escapase.

No me arrepiento de haber ayudado a esa chica y me arrepiento aún menos de haberle dado una paliza a aquel hombre.

—Tienes 16 años, pesarás unos 50 kilos y mides sobre 1'70—dice Jennifer Jareau—Pero conseguiste dejar inconsciente a Mason Jenner. El cuál pesa 85 kilos y mide 1'80. No me lo explico.

Mis ojos escuecen. Estoy cansada de esta conversación, quiero irme a dormir. Los agentes hablan entre ellos.

—Fuí a gimnasia rítmica de pequeña, tengo una elasticidad y una rapidez de movimiento bastante aceptable—empiezo a hablar pero el agente de las gafas me detiene.

Hace una llamada con su móvil y lo pone en altavoz una mujer contesta. Morgan le dice "preciosa" y ella se ríe. Le pide mi historial y la mujer comienza a hablar.

" Hanna Smith.
*Dieciseis años.
*Nacida en Londres, Inglaterra.
*Hija de Lucinda y Robert Smith.
*Ha acabado el instituto el 13 de marzo de este año. La mejor de la clase, se ha graduado dos años antes debido a su inteligencia. Tiene el coeficiente intelectual de nuestro pequeño Reid, le ha salido competencia.
*Ha asistido a gimnasia rítmica desde los cuatro años hasta los doce años. Era la mejor gimnasta de la clase pero fue expulsada.

—¿Por qué te echaron?—pregunta la agente.

—La gimnasia no es tan bonita cómo parece. Detrás hay muchas dietas y muchas restricciones. Cuando me empecé a desarrollar y me crecieron los pechos, me echaron. Así es la gimnasia y así lo acepté y seguí adelante.

Los agentes asienten y la voz al teléfono continúa hablando.

*Clases de artes marciales de los diez años a los catorce.
*Tiro con arco y clases de supervivencia desde los doce años.
*Monta a caballo desde los cuatro años y su familia posee una finca de entrenamiento a las afueras de Londres.
*Practica el disparo de armas de fuego (con supervisión) en una armería del centro propiedad de su tío.

—Pasa a las infracciones que hemos estado ocultando, García—dice la rubia.

*Ha entrado en el registro local en reiteradas ocasiones. En la base de datos de la policía británica, dos veces. En el archivo clasificado del departamento de grandes crimenes.... Y la lista sigue.

Creía que sólo habían descubierto lo último, no que supieran todo eso. Me pongo muy nerviosa y me separo de ellos. No quiero ir a la cárcel, no quiero decepcionar a mis padres.

—¿Vais a detenerme?—pregunto temblando, asustada.

—No, Hanna. Queremos ofrecerte un puesto en el FBI—dice Jareau—En Cuántico, en la unidad de análisis de conducta.








Lonely Minds (Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora