XXII.

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Su cabeza martillaba. Pasó la mano sobre ella mientras abría los ojos. Su visión se aclaraba poco a poco conforme pasaban los segundos. Movió su cabeza a todas la direcciones con torpeza. Su mente comenzó a recordar lo último que vio; aquel cuerpo putrefacto, Mabel y Yadira sin ojos. Ahí fue donde espabiló. Luego de una inspección se encontraba en una habitacion solitaria. Sintió sus manos rígidas amarradas fuertemente. Miró a su derecha y ahí estaba Mayuris, se aseguró si tenía sus ojos. Estaban en su sitio. Respiró aliviada y luego la sacudió. Despertó.

—¿Dónde estamos?

—Nuestro fin bebé -dijo acomodándose en la pared.

—¿Te rindes así de fácil?

—Bryan está muerto. Bueno... Lo estuvo hace tiempo y ni sabiamos. ¿Cris? ¿Dónde estaba esa maldita? Y estamos amarradas.

—Creo que Ángel se murió también.

—No me interesa tu novio. Recuerdo que fueron dos personas y te aseguró que una de ellas era Cris... ¿La otra?

—No lo sé...

—No tiene caso pensar. Moriremos Alma. Veremos a Vera en el infierno.

—Morir no estaba en mis planes.

Escucharon la puerta abrirse era un sonido metálico. Entró un hombre vestido de negro con una máscara. En su mano derecha llevaba una silla en su izquierda una soga. Las chicas lo siguieron con la mirada. Amarraba la soga al techo, iba a colgar a alguien.

—¡Hey! ¿¡A quién vas a colgar hijo de puta!?—gritó Mayuris.

—Mayuris no lo provoques.

El hombre las ignoraba. Cuando terminó de poner todo en su lugar tomó a Alma del brazo y la llevó a la silla entre gritos. Ella sentía como la muerte la abrazaba y le extendía los brazos.

—Subete ahí —le dijo.

—No. Yo conozco tu voz...

—Yo también —Mayuris la siguió.

—Solo subete a la silla —Alma obedeció.

—Ponte esto al cuello.

—No. No quiero. ¿Eres tú Angel?

—Ponte, la soga, al cuello —Cada palabra era más severa que la anterior.

—¿Por qué lo haces?

—¿Saben? A la mierda pronto se van a morir —Se quitó la máscara— Sí soy yo.

—¿Quién lo diría? —dijo Mayuris.

—Alma tú preguntas porque lo hice... Mejor te pregunto yo ¿Por qué mataste a Joseph King y casi matas a Carla?

—Vera nos mandó.

—Te respondó lo mismo. El director Cross me envió a asesinarlas.

—¿Cross?

El director alegre y bueno que todos amaban. ¿Era capaz de algo así?

—Ese mismo. Ahora... ¡Ponte la maldita soga al cuello!

—¿Qué motivos tendría Cross? —preguntó Mayuris.

—¿Quieren respuestas? Pongan atención. El director Cross fue informado de lo que su diosa Vera hacía. Los fraudes, el intento de asesinar a Carla, los robos, pero quería estar seguro antes de hacer algo. Así que buscó personas de confianza; a mí, y ya se imaginaran quién más.

—La perra de Cris. ¿No?

La puerta se abrió.

—Exacto Mayuris. Deja el odio que me tienes.

—Él no quería matarlas pero al matar a King, ustedes le dieron una razón. Ahí me ordenó matarlas una por una.

—¿Asesinaron a Bryan? —preguntó Mayuris.

—Vi como mató a Agus, Annel y Sofía. Dos tiros en la cabeza, no necesito explicar ustedes estaban ahí. Luego yo me encargué de él. Pude haberlas matado ahí pero no lo vi conveniente.

—¿Dónde estuviste esa tarde? —preguntó Alma.

—Sobornando a el que iba a ser su salvador: Ronald Cea. Debía quitarlo del camino.

—Si Bryan murio esa noche... ¿Tú explotaste la casa de Vera?

—Exacto fue una lastima que Ari, Iris y Abby estuvieran ahí. No debían morir. Cross ya sabía lo que sucedería. Solo me dijo: ¡Explotanos! Vera lo mató antes de que todo hiciera ¡Boom!

—Eres un demonio. —Soltó Mayuris.

—Soy un Ángel. Otra cosa. Si creyeron que Vera las salvó de la cárcel están equivocadas. Agradezcan a Cross. Las dejó libres para que estuvieran aquí conmigo —Una sonrisa se dibujó en su rostro—Carla también participó. Agradezcanle.

—Es hora de morir —expresó Cris.

—Lleva a Mayuris al auto, Cris.

Entre gruñidos, maldiciones y pataleos salieron del cuarto. Ahí quedaron los dos chicos que comenzaban una relación de amistad que por obra del destino llegaría a siu fin. Alma encontró confianza en Ángel en esas cortas conversaciones que tuvieron y Ángel disfrutaba mucho la compañía de Alma.

Él tenía la cabeza hacía arriba y ella lo miraba desde la altura de la silla, el miedo se había convertido en resignación. Estaba lista para morir. Las lágrimas no dudaron en salir.

—Fue bueno conocerte un poco más Ángel.

—Alma me sentí bien hablando contigo, me agradas. Debo terminar lo que Cross me pidió, como te dije por él soy lo que soy ahora. Debes pagar Alma, tú sabes lo que hiciste. Te pareces a mí.

—No soy una asesina Ángel.

—Claro que sí. Espero que sepas como llegar al camino que te daré. Adiós Alma.

Sin una pizca de simpatía quitó la silla y salió de la habitación.
Afuera estaba Cris sentada en el asiento trasero junto con Mayuris, sostenía un arma que apuntaba directamente a su cabeza. Cris había encintado su boca para que no atrajera la atención de nadie.
Mayuris notó que era de noche. Lo único que veía era a Ángel al volante y a Cris tomandola con el frío del arma en su cabeza. No pensó en nada. Solo recordó todo lo que había hecho antes.

—Mayuris. ¿Recuerdas que me dijiste que amabas las hormigas?

No hizo ningún gesto lo ignoró por completo. Luego de casi media hora de viaje llegaron a un lugar desierto. La luz del auto alumbraba a un poste a lo lejos. Ángel salió. "Llévala ahí Cris" le dijo luego de la cajuela sacó más soga. La noche le otorgaba frío. De un golpe la cerró y se dirigió al lugar.

Mayuris fue amarrada al poste, vio como Cris le señalaba abajo. Estaba sobre un hormiguero. Ángel sonrió. La chica que sería comida en unos momentos no mostró ninguna señal de rendición. Sintió como subían por su pies. Sintió como mordían su carne.

—Adiós Mayuris.

Por más que quiso ser fuerte no evitó gemir con cada mordisco que sus amigas le daban. Hubiera deseado gemir de placer pero ese no era el caso.

El carro no recorrió mucho. Cris notó que Ángel no había hablado en el trayecto. El arma estaba en el tablero del auto.

—¿En que piensas Ángel?

—En que debo asesinarte.

—¿Qué? —Cris se aferró al arma.

—Ya no me sirves para nada.

—¿De qué hablas? Aún puedo ayudarte, puedo hacer lo que me pidas —Pasó la mano por la pierna de Ángel.

—No me interesa eso.

—Si sobrevives ni se te ocurra buscarme.

—¿Sobrevivir a qué?

Ángel tomó el arma y la puso en la pierna de su acompañante. Un disparo retumbó dentro del auto. Cris llevó las manos a la zona en un grito de dolor. Ángel abrió su puerta y la tiró a la calle solitaria, a esas horas de la noche.

—Señor Emmanuel Cross está hecho. Espero que esté complacido donde sea que estés.












Universidad de asesinos #pgp2025 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora