A TRAVÉS DE LA RUTA 66

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Recuerdo que mi infancia fue una etapa realmente feliz. Es curioso, uno no se da cuenta de este hecho hasta que el tiempo transcurre. Sobre todo recuerdo con especial cariño los últimos días de mi niñez, aquellos momentos en los que por fin pude dar mis primeros pasos hacia la formación del hombre que soy actualmente...

Era el invierno de 1993 y yo tenía diez años. En general fue una época bastante depresiva que contrastaba muchísimo con la anterior generación. Entre los adolescentes se impregnaba el movimiento grunge y mantenían siempre las viejas recreativas llenas. Por otro lado, los adultos apenas habían asimilado la derrota de la Unión Soviética y ya el presidente Bill Clinton decidió aprobar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. Sin embargo, alrededor de mi entorno no habíamos notado estas diferencias. En su lugar, los chicos de mi edad, nos la pasábamos viendo por la televisión Transformers, G.I. Joe y a los Power Rangers, coleccionábamos cromos con el fin de llenar nuestros álbumes de baloncesto y mi mayor preocupación era que me eligieran en el equipo bueno cuando íbamos a jugar al béisbol en el patio del colegio.

Y sí... faltaban pocos días para la llegada de mi décima Navidad, ¡y cómo amaba la Navidad!

¡Recuerdo tanto lo emocionado que estaba! Fue el año en el que nuestro padre nos había prometido que la celebraríamos en la Gran Manzana de Nueva York.

No os podéis imaginar la decepción que había supuesto para mí el saber que debido a ello no iba a tener el regalo que yo quería para esas fechas.

—Pero papá... ¡el que ahora mola es el Ranger Blanco! ¡No el Rojo! ¿Cómo que este año no me lo vas a poder comprar? ¡Voy a ser el perdedor del colegio!

Mi padre se quedó mudo, sin saber siquiera como reaccionar. Quizás sorprendido por la actitud tan desconsiderada que en aquellos momentos estaba exhibiendo. A su lado, mi mamá comenzó a frotarse los ojos con cierto deje de decepción.

—Oh, Malcom.— suspiraba ella mientras movía su cabeza de izquierda a derecha. — ¿Por qué siempre te comportas de una forma tan egoísta? ¿No podrías ser un poco más como tu hermano?

—¡Sí! ¡Como yo!

En aquellos momentos, mis mejillas enrojecieron con intensa furia infantil. ¡Cómo detestaba cuando mi hermano tomaba aquella actitud pelota y sumisa ante la presencia de mamá y papá!

—¡Cállate! ¡Eres un imbécil! ¿Lo sabes? ¡Un imbécil!

—Es suficiente.— respondió mi padre. —Estás castigado, cuando lleguemos a Nueva York te quedarás todo el día en la habitación del hotel.

Y fue en ese momento cuando decidí que la Navidad, al menos para mí, ya estaba arruinada. En aquellos instantes, cuando vi que mi hermanito mantenía aquella estúpida y bobalicona sonrisa, y frente a unos padres severos que consideraba tomaban una actitud completamente injusta, decidí que no deseaba pasar la Noche Buena con ellos. "¡Los odio!" Pensé. "¡Los odio profundamente!"

Fue en ese momento cuando tomé la decisión de llevar a cabo un plan para tener mi propia Navidad.

Durante esa semana mi clase iba a realizar una excursión por la zona de California. Claro, como todo viaje financiado y producido por el colegio, sólo estaban autorizados a llevarnos a realizar cosas "educativas", lo que significaba que no veían plausible hacer nada mínimamente divertido. Nos tenían bien vigilados y siempre estaban atentos para evitar que cualquiera pudiera perderse o dejara de seguir su monótono itinerario. Sin embargo, cuando nos paramos en la zona de Victorville, nos preguntaron si teníamos ganas de ir al baño.

Esa fue mi oportunidad.

Había preparado un busto que utilizaba mi padre para dar sus clases en la Facultad de Medicina más o menos con unas gafas de sol, mi chaqueta y una gorra en el asiento en el que yo estaba —perdido en el fondo del autobús— con el fin de que cuando subieran el resto de los chicos y se sentaran, al realizar el conteo del número de niños, no se percataran de que no había vuelto de los servicios. Cuando oí que arrancaba el motor supe que había tenido éxito. Aprovechando entonces el efectivo que me habían dado, fui a los lugares que siempre quise visitar.

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