Ella danzaba,Indiferente al resto.
Sus manos en constante roce con las pesadas gotas que caían del nublado cielo.
Deleitaba su visión observándola,
Deseando algún día poder alcanzarla.
¿Cuántas veces se había despedido de ella luego de su mano haber tomado?
Sonrió cada noche al verla,
Y ella le sonrió a él.
Ambos se querían,
Ambos se amaban,
Ambos se deseaban.
Era un largo camino que recorrer,
Era un obsequio que la vida le había entregado.
Ella solo quería conservarlo bajo su manto eternamente.
Se escapaban por la noche.
Noches donde solo el pasar del viento podía cortar la tensión.
Noches donde la esperanza era un arma de doble filo.
Intentó olvidarse de ella,
Pero jamás pudo.
De día la observaba caminando por el alto césped que a su paso se iba secando.
Detrás de ella una densa niebla que parecía arrasar con todo a su paso.
El frío que sentía subir por su espalda le hacía arquear su cuerpo en un acto de placer.
Por las noches ella venía a visitarlo en sus sueños.
Vestida en un negro aún más oscuro de sus propios ojos.
-Muere y ámame-. Repetía una y otra vez en un infinito eco que resonaba por toda su habitación.
Y por fin, al despertar podía sentir su última caricia.
Las cosas se complicaban para el muchacho,
Y distante a las personas que algún día habían estado con el,
Decidió aferrarse a sus delgados brazos.
Se lo llevó en un eterno abrazo.