Prólogo

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Cierro los ojos con fuerza antes de entrar en el edificio.

Allá voy, puedo hacerlo.

Empujo la puerta y camino decidida. Mi cuerpo, helado hasta los huesos, agradece el cálido ambiente.

Último examen y seré libre. Aunque no es eso lo que me preocupa...

La puerta del aula está abierta cuando llego. No hay ni un alma. Me apresuro a sentarme a primera fila y saco mis apuntes. Automáticamente mis piernas comienzan a moverse, producto del nerviosismo.

Pocos minutos después veo aparecer al profesor, quien, al notar mi presencia, me brinda una sonrisa compasiva. Yo le devuelvo el gesto lo mejor que puedo, es una buena persona.

La clase se llena de gente en seguida. El silencio que había antes pasa a ser todo lo contrario. Por un lado, están las personas que se mueven histéricas por la clase aprovechando los últimos minutos para estudiar lo que en todo un curso ni siquiera han mirado; y por el otro lado, están las que recitan en voz alta fechas de los acontecimientos más importantes y los nombres de quiénes los protagonizaron.

Y luego estoy yo. Bueno, no sé si realmente estoy. Todo el nerviosismo que tenía en el cuerpo se ha esfumado, se ha reducido a nada. Me siento tan ligera... ¿Estoy soñando?

Un pequeño golpe en la mesa me hace volver a la realidad. James Clark me mira con tristeza. No, no estoy soñando. Estoy en un maldito examen final, en concreto en el último de bachillerato.

El profesor Clark termina de repartir los exámenes, nos da las indicaciones necesarias y comenzamos.

El profesor Clark termina de repartir los exámenes, nos da las indicaciones necesarias y comenzamos

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Dos horas después salgo del aula y respiro aliviada. Se acabó, ya no más instituto. Me apoyo contra los casilleros para esperar, pero algo hace click en mi cabeza.

Soy estúpida.

Acomodo mi mochila y me dirijo hacia la cafetería, un café no me vendría nada mal, a ver si espabilo de una vez. Me pongo en la cola esperando mi turno, cuando veo a Nadiah y Ainhoa acercándose. Esas dos chicas son de las pocas personas con las que he intercambiado más de dos palabras en lo que llevo aquí, me caen bien.

—Me alegro de verte otra vez por aquí, aunque sea el último día —Ainhoa me da un leve apretón en el hombro—. ¿Estás mejor?

Dudo si contestar. No sé qué responder.

—Eso creo —digo no muy convencida—. Todo pasa, ¿no?

Nadiah asiente y me acaricia el brazo. Les sonrío como agradecimiento y pido a la chica del mostrador un café con leche para llevar. Pago y me despido de Ainhoa y Nadiah, quiénes me desean unas felices vacaciones.

Noto las miradas de pena que me dan la mayoría de los alumnos mientras camino por el pasillo. A diferencia de muchas personas, no les juzgo, si yo estuviera en sus lugares actuaría de la misma forma.

Me abrocho la cazadora y tiro de la puerta para salir al exterior. Un aire fresco me golpea la cara. Casi no me da tiempo a reaccionar cuando alguien me rodea desde atrás, en una especie de abrazo. Me separo lentamente y giro sobre mí encontrando a un chico desolado que pide a gritos un abrazo de verdad. Yo no debo verme mucho mejor, porque no tarda ni un segundo en volver a rodearme con sus brazos. Suelto mi café en un acto reflejo y le devuelvo el abrazo. Mi corazón se estruja cuando lo oigo sollozar e, intentando contenerme, llego al límite, exploto igual que él. No hay consuelo para nuestro llanto. No hay nada que se pueda hacer. Porque sí, todo pasa, pero no todo se supera.

Y de repente, aunque ya sea verano, empieza a llover. Frías gotas caen del cielo y mojan nuestras almas. Nosotros, ilusos, intentamos secarlas, pero no podemos, el sol se escondió.

Y es que... ¿Cómo puedo superar la muerte de mi mejor amiga, de mi compañera de vida?

Nada será igualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora