Oswald Patterson

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El Corredor de la Muerte, así le dicen al conjunto de celdas en las que se ubican los reos condenados a muerte; mi trabajo como predicador de la palabra de Dios es alcanzar el perdón para sus almas.

Esta vez, decidí ir con el temible Oswald Patterson al cual nadie se le acercaba por miedo a la reputación que ostentaba; y es que se le acusaba de múltiples y atroces asesinatos, sesenta y ocho en total, era temido entre los mas temidos y ni aún los otros condenados a muerte se atrevían a dirigirle siquiera una simple mirada.

-¿Esta seguro pastor Davison? -dijo el jefe de la policía- ese hombre podría asesinarlo sin que tuviéramos tiempo de reaccionar

-Por supuesto que estoy seguro, general González, todo estará bajo control; Dios no permitirá que me toque, y si lo llegara a ser estoy seguro a donde iré.

-Bueno, de aquí en adelante actúa bajo su propio riesgo, ¿Entendido?

Nos dirigimos hacia la celda de Patterson bajo la custodia de un grupo más o menos de veinticinco oficiales especializados en situaciones de alto riesgo, escuchaba gritos viniendo de las otras celdas, insultos hacia los guardias, otros insultándome a mí y otros más maldiciendo todo lo que se les ocurría.

Todo el pasillo en sí era tenebroso, oscuro con unas lamparas que daban la sensación de estar averiadas, parpadeaban y daban algunos zumbidos como si tuvieran un enjambre de avispas dentro de ellas, pero un escalofrío más grande me sacudió al llegar a la celda de Oswald Patterson.

Era prácticamente un calabozo, tenía una reja de barrotes de hierro sólido, después una compuerta con acero inoxidable de dos pulgadas de espesor con una pequeña ventanilla de vidrio antibalas y por ultimo ahí estaba el temible reo, encadenado a un catre improvisado de frío concreto, prácticamente no podía moverse mas halla de unos sesenta centímetros, que era el largo de la cadena.

El oficial abrió la puerta y habló:

-Patterson, tienes visita

El reo ni siquiera se movió, estaba demasiado concentrado con un pequeño libro en la mano

-Puede entrar- dijo refiriéndose a mi

Yo entré y la celda fue cerrada, sólo un pequeño grupo de unos diez policías se quedó allí por si el reo intentaba hacerme algo. Al entrar vi el título del libro que Oswald estaba leyendo"Por qué no existe Dios". Supe desde ese momento que sería difícil hace mi trabajo allí, pero no imposible.

Ahora comprendía por qué todos le temían, su aspecto era terrible, quizás intensificado por las precarias condiciones en las que suelen encontrarse los reos en mi país.

Estaba sumamente delgado, tenía seis aretes en una oreja y en la otra solo tenía una enorme argolla negra; tenía la cara llena de tatuajes y en el pecho un enorme rostro demoníaco con una inscripción que decía: Сатана ме обича, obviamente al igual que el lector, yo no comprendía el significado de esta inscripción pero más adelante supe cual era.

En fin luego de un incómodo momento de estar allí parado sin haber reacción alguna de parte del reo, por fin hizo un ligero movimiento de manos, cerró el libro e hizo algo que yo estaba esperando para romper el hielo.

El reo alzó su mirada y con unos ojos llenos de ira, odio y rencor me observó detenidamente para después dar una sonrisa malévola y decir:

-Oh, genial, por fin alguien tan loco como yo

-¿Cómo estás Oswald?- dije con un poco de temblor de voz

-Pues no podría estar mejor- dijo con un tono sarcástico- mañana me van a electrocutar así que, estoy de maravilla, gracias por preguntar

-Perdón, creo que no debí preguntar eso, pero dime algo... ¿Por qué dices que estoy tan loco como tú?

-Bueno, pues primero, nadie se atreve a entrar solo aquí conmigo, segundo tú no eres de los que vienen de Discovery Channel para hacer documentales sobre mí, y tercero, veo que traes una biblia contigo lo que me hace suponer que crees en ese tal Dios y déjame decirte que hace falta estar sumamente loco para creer en tal patraña.

-Bueno, de hecho tienes razón en todo lo que acabas de decir, solo los locos nos atrevemos a confiar en un Dios que no vemos, pero que sabemos que existe; no vengo a hacer documentales sobre ti, vengo a presentarte la salvación y el perdón de Dios. Vengo a predicarte la palabra de Él.

-Genial, justo estaba preparándome para este momento... ¿ves?- dijo mostrándome el libro que tenía en la mano- entonces, te escucho, colega.

Orígenes de un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora