Alexei
Al abrir los ojos, me cuesta darme cuenta de que no estoy en mi habitación y que no es el Señor Feroz, el oso de peluche, quien descansa a mi lado.
La pantalla del televisor continúa encendida y sobre la mesa hay un par de juegos esperando ser guardados. El salón está en completa oscuridad y los pocos rayos de luz que se filtran en la estancia provienen de los pequeños cristales que adornan la puerta principal. Intento moverme en el reducido espacio que parezco tener y un dolor agudo me azota la espalda. Bostezo y me basta girar la cabeza para que los recuerdos de ayer lleguen a mi cabeza con violencia.
Evan duerme, cómodamente, en el otro lado del sofá. Uno de sus brazos está sobre su pecho y el otro descansa entre el sofá y la parte posterior de mi cabeza. No recuerdo haber utilizado su cuerpo de almohada, pero es cómodo, aunque me duela admitirlo.
Algunos rizos castaños caen sobre su frente y me tomo mi tiempo para contemplar la forma en que sus gruesos labios se entreabren tras cada respiración. Estoy tentada a mover mi mano hacía su rostro para delinear con los dedos cada perfecta curva que es su cara. Es un idiota guapo, no puedo desmeritarle eso. El claxon de un auto entrando a la urbanización me provoca un preinfarto y él abre los ojos para que esas largas pestañas que tanta envidia generan me saluden.
—¿Hola? —Su voz ronca causa algunos estragos en mi interior.
—¿Qué tal dormiste?
—No siento el brazo—Bueno, ya somos dos. Aún así, el no hace amague de alejar lo que utilicé como almohada toda la noche—. ¿Descansaste?
Soy incapaz de articular otra palabra y en su lugar doy un leve asentimiento.
El brazo que reposaba en su pecho acaba en mi rostro y él si que se toma el atrevimiento de pasar el dedo índice por mi cabello, mi nariz y aterrizar en mi labio inferior por varios segundos.
Santo calor que hace en las mañanas.
—Me gusta tu cabello.
—A mí igual—Suelta una leve risa tras mi comentario que me eriza piel—. Quiero decir, gracias.
—Ahora tu podrías decir que te gusta algo de mí.
—¿Tienes ropa linda?
—Vaya, te lo agradezco—Parece que no puede dejar de sonreír—, he esperado años para que alguien me lo diga.
—Puedo alagar tu vestimenta si eso te pone.
Sus cejas se alzan con incredulidad al escucharme y se da media vuelta en el estrecho sofá para quedar frente a mí, su pecho contra el mío y sus ojos tres tonos más oscuros de lo que frecuentan.
—¿Eso significa que intentas ponerme?
Seguro que tengo el rostro en llamas.
—No.
—Que mentirosa saliste, niña.
—¿Podrías dejar de llamarme niña? Soy mayor que tú—Por casi dos años si quiero ser exacta, pero él no tiene que saberlo.
—¿Y cómo estás tan segura de eso?
—No eres el único que puede hurgar en el papeleo de la emisora.
—Yo no hice eso.
—¿Ahora quién es el mentiroso?
Estoy feliz. Puede que haya estado apretando el abdomen debajo de mi pijama y que me haya pegado al respaldo del sofá en cuanto él se dio la vuelta, pero ahora solo estoy relajada. Tranquila. Tengo una sonrisa en el rostro que no esconde los dientes y me pone igual de feliz saber que él me está dedicando el mismo tipo de sonrisa.
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Besos a tu olvido
Teen FictionAlexei no recuerda cuando fue la última vez que ganó algo por si misma. Por eso, motivada por las injusticias de la vida, acepta el reto de trabajar para una emisora que no está dispuesta a reconocer su valor. Evan tiene presente lo mucho que debe...