'Cause I have hella feelings for you,
I act like I don't fucking care
Levantó la mirada esperando no encontrar sus ojos mirándola, pero si lo hacían. La timidez que estaba segura que había perdido, volvió. Bajó sus ojos.
Sus brazos caían a sus lados. Eran los mismos con los que la abrazaba, pero más fríos. Estaba segura (o esperaba) que la causa era que ella no se encontraba entre ellos. Por un momento recordó lo que se sentía no sentir nada y tenerlo todo para sí hacerlo. Y ahora que se había ido la chispa, lo sentía todo.
El chico, su amigo, desvió la mirada de ella para reaccionar a un chiste, luego contar algo y que todos nuestros amigos volvieran a reír. Se especializaba en eso: hacer reír a todos con tonterías. Si, quizás a veces se reía de cosas que no debía. Pero cuando hacía un chiste sobre alguien, se disculpaba en el momento en el que terminaba de reírse.
A veces me decía que era cuestión de tiempo para que esto pasara. Para que me fijara en cómo el color de sus ojos caoba brillaba con la luz, en cómo se acomodaba el pelo después de que lo despeinara, y en cómo me afectaba que me tocara la mano para saludarme. La última vez que lo hizo mi mano estaba sudando. Si bien el sudor es síntoma de que el organismo esté funcionando bien, estaba segura que, al menos en mi caso, eso no era del todo cierto.
Luego, eventualmente la realidad me golpeaba. El timbre marcó que el último recreo terminó. Me avisó que no lo vería hasta después del fin de semana. Al entrar, los corredores me asfixiaban. Él iba a mi lado. Me hablaba, me hacía reír. Me olvidé que el mundo nos rodeaba.
Hasta que nos dividimos. Él subió, yo doblé. Me quedé con el fantasma de una sonrisa a su última broma. Las dos horas siguientes solo recordaba mi posible cara de estúpida cuando entré al salón. Y quizás también me acordé de su sonrisa. Y de sus labios. Y de ese pequeño lunar tan poco visible debajo de su boca. Bueno, quizás ese tiempo también lo utilicé para garabatear y sonreírle a la página llena de corazones y letras de canciones.
Así llegó el lunes, cuando lo volví a ver. Me abrazó. Sentí un peso menos. Perdí la rigidez. La recuperé al momento.
Me estaba abrazando. Se lo devolví, de las pocas veces que lo hacía. Solía dejar que me abrazara por los hombros o la cintura, pero estábamos de frente a frente. Comparé nuestras medidas. Teníamos la misma altura hacía exactamente un año, pero ahora él me llevaba cinco o hasta quizás diez centímetros.
Cuando rompimos la conexión me ofreció su mano para un pequeño juego interno. Nuestras manos jugaban hábilmente mientras hablábamos. Por momentos pensaba en cómo nos vería la gente ¿Pensarán que somos algo más de lo que realmente somos? Porque yo lo pensaría. ¿Y para qué ocultarlo? También lo anhelaba.
Nuestro tiempo de calidad se terminaba cuando nuestro grupo se juntaba. Éramos cinco jóvenes si todos venían, pero el promedio era tres. Él, alguien más y yo. Yo siempre salía. Curiosamente, él también.
Hablábamos de los temas más tontos del mundo, pero eran nuestros temas. A veces aburría hacer siempre lo mismo, pero era algo nuestro. Preferíamos caer en la rutina que hacer lo mismo que el resto. Éramos raros. Y nos reíamos de eso. Y de casi todo. Y yo me reía mí buscando mi reflejo en los vidrios, tratando de lucir perfecta.
Era gracioso (e irónico) cómo salían los comentarios divertidos y los chistes verdaderamente inteligentes cuando sonaba el timbre, cuando nos dividíamos por ochenta minutos, cuarenta con suerte. Entonces entrábamos al salón de aire sin aire, 49 horas semanales por 9 meses. Y así pasaba el tiempo hasta los recesos, los únicos momentos en los que lo veía. Los recuerdos y abrazos y sonrisas, los atesoraba en una parte de mí y recurría a ellos en cada momento.
Lo anhelaba. Lo deseaba. Quizás hasta lo necesitaba. Pero estaba bien ser su amiga.
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F trash
Teen FictionMe escondo detrás de la alteración de la realidad. {O.S.} {No Ficción} Esto es, en realidad, un diario.