Capítulo único

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—Me enamore de alguien —pronunció de repente, sorprendiéndome.

—Ten cuidado el amor duele —le dije a mi mejor amigo, quería cuidarlo de las horribles y filosas garras del amor.

—Lo se —mencionó él en un susurro casi inaudible, provocando que me desconcertara.

—Cierra los ojos —dudé un poco—. Por favor —pero al final lo hice.

Me asombré al ver la acción tomada por mi amigo; me encantaría decir que me beso, juro que me encantaría, pero no fue así, éste se marchó de aquel pobre acantilado al que íbamos a platicar de cualquier cosa,y jamás volvió, me abandonó, me dejó solo, la única persona a la que podía amar, en la que confiaba sin dudarlo, me había abandonado a la deriva de mi tormentosa vida.

El amor no existe, claro que no, la vida no es un cuento de hadas con un final feliz, la vida es un golpe tras otro que aprendes a sobrellevar por que ya te haz acostumbrado.

A veces me pongo a pensar quién sería la persona de la que se había enamorado.

A veces me pregunto que habría pasado si le hubiera dicho lo que sentía.

A veces pienso en lo pasaría si no le hubiera hecho caso.

A veces me pregunto que habría pasado si tan solo por esa vez hubiera desconfiado.

Pero bueno, el hubiera no existe, fue la primer cosa que el me enseño; las cosas tenían que pasar así, aunque yo no lo quisiera, era inevitable.

Han pasado ocho años desde la primavera de mis 15 años, ocho años desde que él se fue, ocho años en los que no he dejado de pensarle, ocho años en los que no he vuelto a confiar en nadie, ocho años en los que no he vuelto a amar a nadie, ocho años en los que se llevó mi juguetona y alegre personalidad, dejándome con una actitud seria y tosca.

Aunque bueno, no me arrepiento a decir verdad, pues lo conocí, el tiempo que pase con él sería por mucho el mejor recuerdo de mi vida, crecer juntos fue la mas hermosa experiencia que pude haber tenido; pero eso ya se terminó, es cosa del pasado y nunca más va a volver, aunque implore porque sea así, ya de nada sirve llorar sobre la leche derramada, debo dejarlo ir, él ya no va a volver.

Ahora mismo me encuentro frente a su lapida, sí, él murió hace ocho años, yo me enteré hasta dos años después cuando me encontré con su madre y pregunté por él, nunca vi un rostro que reflejara cuan desecho estaba alguien hasta que la vi a ella, no podía  romperme frente a ella, no debía, sabía que si lo hacia ella se volvería aun mas vulnerable de lo que se encontraba y no dudaría ni un segundo en romperse conmigo.

Al volver a mi casa, después de darle el pésame y saber donde residía su tumba, rompí en llanto, no lo pude controlar, no me quería detener, quería llorar hasta que mi garganta quedara desgarrada y mis lagrimales terminaran secos de tanto hacerlo, no podía creerlo, él no había desaparecido de repente porque quisiera, el había muerto, ahora me siento estúpido por haberle odiado durante esos dos años por haberme abandonado, como desearía volver el tiempo atrás y decirle todo lo que callé, si tan sólo no hubiera sido tan imbécil.

Desde ese día lo visito cada semana leyendo nuevas partes de alguna historia que he escrito, cumpliendo su sueño, me convertí en lo que él siempre quiso y jamás pudo ser: un escritor, cada una de las historias son dedicadas a él, cada párrafo nuevo me recuerda a él, cada letra que es plasmada sobre el papel hace que se me escape una lágrima rebelde que no hace caso de mis órdenes de no salir, cada historia nueva me hace querer estar en su lugar y no seguir sintiendo esta opresión en mi pecho.

Algún día te volveré a encontrar, y cuando lo haga, no te dejare ir.

Es una promesa.

Cada palabra me recuerda a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora