#1

24 5 1
                                    

La juventud no nos ayudó en nada. Éramos dos adolescentes inmaduros que buscaban divertirse.

Ninguno buscaba algo estable, sólo amores pasajeros.

La estabilidad no era nuestro mejor punto, pero así nos entendíamos.

Tú conocías a otras chicas, las tratabas como a mí, mientras yo te veía hacerlo y lo dejaba pasar.

A ese punto te necesitaba más que al propio aire.

Aceptaba lo poco que me dabas y con eso era feliz, o creía serlo.

Soñaba con una relación estable, pero si te lo pedía, sé que tú te hubieras marchado.

A mis amigas nunca les caíste bien, y no las culpo, porque yo también te debería haber odiado, pero no podía.

Ellas no entendían la necesidad que tenía de ti, y de cierta manera tu también me necesitabas.

Sabía de los problemas con tus padres, lo mucho que te afectaba, y supongo, que veías en mi un lugar en el cual podías refugiarte cuando todo iba mal, y yo contenta te recibía en mis brazos para consolarte cuando lo único que querías era desaparecer.

Además, sabía que era a la única que recurrías en esos casos, que las otras chicas solo saciaban un deseo carnal. Qué no tenían importancia, como siempre decías.

Y así, tuvimos nuestro altibajos. Cuando quise poner fin a todo, viniste llorando a mi pidiendo otra oportunidad más. Y te la dí, ¿cómo no dártelo si con solo esa mirada era capaz de darte el mundo entero?.

Las cosas que nunca dije ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora