Dura distancia

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Aquella canción sonaba en mi interior esos tristes días. Con tal dolor como si de un balazo se tratara. Dos, cuatro, seis meses pasarían hasta volver a ver a Esperanza con los brazos abiertos para refugiarme en ellos. Cinco, siete meses más pasarían hasta reencontrarnos. El tiempo me puso a prueba, quiso saber cuánto tardaría en desvanecerme sin la rama en la que me apoyaba. Dos, tres, cuatro años no le fueron suficientes y por ello siguió torturándome sabiendo que la ausencia de Esperanza convierte mis lágrimas en cenizas y lentamente mi corazón como una flor se marchita. Ya derrotada en pleno combate, mi alma el tiempo se llevó, y mi cuerpo la tierra enterró.

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