La caza del hombre.

Prólogo de Ngan

Se acercaron al claro con los cascos de los caballos resonando contra el suelo. En medio de la foresta cercana a la ciudad de Va'ig se encontraba este espacio, de unos tres kilómetros de diámetro, con forma circular. Sin ningún árbol, la única cosa que contrastaba con la llanura verde del claro era una pequeña tapa como de alcantarilla, oxidada y casi imperceptible, que se hundía un poco en el medio del claro. Seis krajs habían ido en busca de dos humanos vistos en las proximidades de Va'ig, pero aquel botín era mucho mejor del esperado. Kha'Un, el jefe de la expedición, esbozó una sonrisa al ver la entrada al búnker humano. Desde luego, no se esperaba un refugio de proscritos tan cerca de la ciudad. Los seis krajs rodearon la tapa montados en sus caballos grises.

-No puedo creerlo, ¿cómo son tan ilusos? – dijo en voz alta Ngan, un explorador novato, que acababa de entrar en el cuerpo de Cazadores. Esta era su primera misión. -Quiero decir, ¿a quién se le ocurriría refugiarse tan cerca de la ciudad?

-No hables tan rápido, Ngan. Sí, esto parece el típico refugio antibombas humano, y sí, está en la trayectoria de huida de los proscritos, pero eso no significa que estén aquí escondidos. Muchos de esos deshechos se refugian en los árboles como ardillas, y otros tantos corren hasta que sus débiles pulmones no pueden más. Pocos se esconderían a tan solo cinco kilómetros de Va'ig. – Al terminar de decir esto, Kha'Un se bajó del caballo y se aproximó a la puerta. -Ereh, necesito de tus explosivos.

Al oír esto, Ereh se bajó del caballo con presteza, cargando con una abultada mochila a la espalda. Se acercó a la tapa y sacó una pequeña carga explosiva, que colocó en la entrada al supuesto refugio.

-Usted dirá, líder. -le dijo a Kha'Un. En su mano sostenía un pequeño mando radiocontrol con un gran botón rojo a la derecha y otro verde a la izquierda.

-Bien, apartaos un poco, compañeros. -Kha'Un dijo esto mientras gesticulaba con las manos y se subía a su caballo. Toda la cuadrilla se alejó de la tapa prudentemente. Cuando estuvieron a una distancia suficiente, Ereh apretó su mando y el explosivo reventó. La tapa se destrozó completamente, y pequeñas esquirlas de metal salieron volando en todas direcciones. Los cazadores se protegieron la cara con las manos, pero ninguno recibió ningún impacto. Donde antes había una tapa, ahora había un hueco negro y oscuro.

-Menuda explosión, Ereh. Si hay alguien ahí dentro, me juego lo que quieras que ahora tiene sus cojoncillos como corbata. -Jux se rio un poco de su propia broma, y Ereh y Ngan esbozaron una sonrisa. Sin embargo, Kha'Un, Kia y Hag se quedaron mirándolo con sus rostros grises como estatuas de mármol.

-No bromees con los humanos, Jux. Son débiles, sí, pero traicioneros y escurridizos como ratas. Hay que tener mucho cuidado ahí debajo. Acuérdate de como Ja'Haa murió, rodeado por tan solo un par de humanos con palos.

-Ja'Haa estaba borracho y gordo, Kha'Un. Uno de nosotros, fuertes y valientes, machacaríamos a cualquier humano en cualquier situación. -Hag levantó la mano, y Jux se calló.

- ¿Quién eres tú para juzgar a Ja'Haa? Él era un hermano valiente, mucho más longevo que tú. -le replicó Kia. Jux miró al suelo avergonzado.

-Ya está bien, muchachos. Todo el mundo en pie, bajaos de los caballos. -dijo Kha'Un en voz alta. Los seis bajaron al suelo. Hag, el oteador, se asomó ligeramente por el hueco que había dejado la explosión de la tapa.

-Esto está muy oscuro. No veo nada. Ngan, pásame las gafas de visión nocturna. -Ngan se acercó a la mochila que Ereh había dejado en el suelo al sacar el explosivo, y rebuscó un poco. Su mano tocó objetos metálicos, de cuero e incluso gelatinosos, pero se paró en uno con una correa. Lo sacó, y efectivamente eran las gafas. Con una correa ajustable, se adaptaban perfectamente a la cabeza del portador. Se las pasó a Hag, que se las ajustó en torno al cráneo, y volvió a asomarse por el hueco del refugio.