Berk estaba de fiesta. No había un día en específico para celebrar a las madres, simplemente, optaban por seguir la luna llena.
El jefe de Berk, Hiccup, estaba tan apurado porque todo saliera perfecto. Era el primer día de las madres que pasaba con Valka, que deseaba que esta fuera una noche inolvidable para ella. Su prometida, Astrid, lo apoyaba en todo momento.
La chica vio que el castaño estaba realmente nervioso. Sabía cómo era Hiccup y lo perfeccionista que solía ser. No se iba conformar con algo pequeño —aunque él fuese práctico y humilde—, él iba a lo grande esta noche.
—Astrid, ya tengo la cena, la casa decorada, ¡pero no tengo regalo!—expresó, asustado —. ¿Y si le decimos a mi mamá que estás embarazada? Esa sería una estupenda noticia.
—Sí, sería estupenda si fuera cierta —rio la rubia.
— ¿Y? podemos ponernos al corriente con eso —habló sin pensarlo. La rubia se sonrojó por ese comentario. Hiccup no lo había mencionado con picardía, ni nada por el estilo, pero fue algo que le causó gracia y sonroja a la vikinga.
—Hiccup, ni siquiera estás concentrado en lo que dices —se acercó a él y lo tomó por los hombros —. Escucha, cualquier pequeño detalle será especial. Ya hiciste una gran cena, ahora dale algo pequeño, pero significativo —Hiccup sonrió, agradecido.
Los minutos pasaron. Astrid se sentía muy sola ahí dentro. Decidió salir un rato y ver como los niños abrazaban a sus madres y las besaban por toda la cara. No había nada como ver la felicidad inundada en los rostros de esas mujeres.
Quizás, les había lastimado más haber estar ahí, viendo lo que nunca fue para ella.
Habían sido diecisiete años muy duros y difíciles de superar. Astrid era una mujer fuerte, valiente, honesta, ruda, fría algunas veces. Todo esto lo aprendió gracias a alguien, gracias a una mujer: su madre.
Todos en Berk sabían qué ocurrió con la señora Hofferson, pero no era un tema que trataban frente a Astrid. Todavía era un tema sensible para ella, un tema en el cual podía verse su lado más frágil, más vulnerable. Aún dolía como si le clavasen un cuchillo en el vientre. No era capaz de hablar mucho del tema.
Un nudo en su garganta comenzó a formarse. Optó por salir de Berk e ir al bosque, donde nadie pudiese notar que ella no estaba teniendo buenos momentos. No deseaba estropear un día tan maravilloso como este, pues la tristeza se contagia, viene la lástima, las condolencias y el día que debía ser color rosa, se transforma a un color grisáceo, uno que no pretende crear.
Su madre lo era todo para ella. Fue su mano de apoyo cuando ella no era aceptada por sus compañeros, cuando era la niña más débil, pequeña y sensible que Berk conocía. Por ello, Astrid es apreciada y admirada por muchos, pues sabían que su madre había logrado convertir toda esa inseguridad en una niña con mucha fortaleza, que incluso, la conserva hoy en día.
Astrid había aprendido a controlar sus inseguridades, sus miedos. Se había hecho una niña más audaz, con mucha seguridad en sí misma y capaz de llevar una situación en donde un compañero se aprovechaba de ella por ser pequeña. Era una pequeña, con un corazón muy grande y lleno de valentía, algo que su madre se encargó de fortalecer.
No obstante, llegó un momento muy difícil para la pequeña Hofferson. Su madre salió en la mañana en busca de fruta, pero nunca volvió. El jefe de ese entonces, Estoico, llegó a la conclusión de que un dragón fue el que acabó con la vida de ella, sin embargo, nunca hubo nada cierto o incierto. En ese entonces, la relación con los dragones y humanos no era muy buena. De lo único que estaba segura, es que no estaba siendo fuerte en esos momentos.
Para una niña, fueron día de mucha debilidad. Se sentía completamente devastada, sola, necesitaba a su mamá. Era todo lo que deseaba, pero sabía que ella nunca iba a volver.
Astrid estaba harta de ser débil, de llorar, de sentirse mal. Desde esa vez decidió cambiar, decidió ser fuerte, decidió no mostrarse débil ante alguien que no lo merece. La muerte de su madre le había dado más fortaleza para tolerar cualquier situación, la había hecho mucho más fuerte de lo que ya era.
A pesar de todo esto, los días de la madre la ponían sensible. Volvía a sentirse sola, volvía a extrañar.
Miró hacia las estrellas. La más grande, la que más brillaba, esa era su madre, cuidándola desde el Valhalla. Aún no comprendía el por qué debía irse, pero así lo decidió el destino, decidieron que Astrid no tuviera una madre.
Era placentero ver sonreír a Hiccup, verlo atareado por tener todo perfecto, preocupado por un gran regalo. Era algo que antes compartían, pues ambos no tenían una madre. Gracias a Thor, Hiccup encontró a la suya y está muy feliz por él, feliz de que su chico dragón pueda celebrar este día.
El haber pensado tanto la había hecho profundizarse en la depresión. Ahora sentía que no quería hacer nada, que no podía ver a alguien porque, inmediatamente, comenzaría a llorar. En estos momentos, pequeñas lágrimas caían de sus ojos. Luchó mucho porque éstas no cayeran como aguacero, pero de pronto, alguien se posicionó frente a ella, viéndola en su estado más vulnerable, justo como no quería.
—Diablos, Hiccup. Me asustaste —musitó nerviosa, mientras limpiaba las lágrimas de sus ojos.
El castaño suspiró y se sentó a un lado —. Astrid, lo siento.
— ¿Lo sientes...? —titubeó —. ¿Por qué lo sientes?
—Yo sé que este día te pone sensible y, me puse a hablar como un estúpido sobre todo lo que voy a darle a mi madre que...
—No, Hiccup —interrumpió —. No tienes por qué disculparte. No es tu culpa que... —hizo una pausa, tratando de tomar aire para decir lo siguiente — que yo no tenga una madre para celebrar este día —agachó la mirada. Hiccup se sintió tan mal por ella. Podía mostrarse fuerte, pero en esos momentos, era obvio que la chica estaba devastada. Procedió a abrazarla y apretarla con fuerza, para que ésta se diera cuenta que no estaba sola.
—Mi lady, tu madre se fue, pero dejó su carácter y su presencia en ti. Desde su muerte, te hiciste una mujer más fuerte, tenaz, segura, única... —Hiccup levantó el mentón de la chica y la miró a los ojos —. Eres alguien realmente especial y única. No por nada era el ridículo pescado parlanchín que estaba enamorado de ti —Astrid carcajeó ante este comentario —. Tu madre y mi padre nunca nos dejarán solos, porque saben que aún necesitamos su guía.
—Tienes razón, Hiccup. Sólo... me sentía un poco mal por no festejar este día. Ya sabes, todos deseamos abrazar a nuestras madres.
—Entiendo... ellas son lo que nos hace fuertes. En cuanto a celebrar... pronto serás tú la que deba celebrar —carcajeó y se levantó rápidamente, antes de que esta le diera un golpe por idiota.
Haddock había estado insistiendo en ese tema, continúa e indirectamente. Astrid, por su parte, todavía no percibía ese espíritu maternal. Aunque, después de esta charla, no era una mala idea probarlo. Ella debía dejar el legado que el ser más maravilloso del mundo le enseñó. Así como ser madre es un privilegio, ser el hijo es una fortuna.
Fin
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Holo, holo, crayolo xdxdxd. Aquí vine con un nuevo one-shot, después de tantoooooo.
Espero que no tenga muchos errores. He estado batallando para plasmar palabras y sentimientos sin tanta redundancia, pero alejarme del medio me ha dejado un poco oxidada, espero mejorar :'v
Feliz día a sus madres, espero que las hayan llenado de amor y cariño. Acá en México se festeja el 10 de mayo, pero no recordaba que iba a hacer un especial y pues, aquí está, cinco días después xd.
¡Los jamón con queso! ¿Nos estamos leyendo...? 7u7r
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Lo que nos hace fuertes
FanfictionEn un día tan festivo como ese, la rubia se da el tiempo de pensar en lo que más ha amado en el mundo y lo que, lamentablemente, le fue arrebatado.