Capitulo 1

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Aquella tarde mi madre continuaba moviéndose de un lado a otro del cuarto. Se mordía las uñas y me miraba cada vez que giraba de una punta a otra.

-¿Te podrías estar quieta? Me pones de los
nervios.

Sin decir nada se sentó el sillón que había en frente del mío y me miró. Solo esperaba que no dijese nada y que se tranquilizase.

-Tu padre tendría que haber llegado hace una hora.

Resoplé.

-Mamá, se habrá entretenido en la vuelta, por dios, no pasa nada, ¿vale?

Las lágrimas le empezaron a salir de los ojos. Me agobiaba muchísimo así que me levanté.

-¿Te vas a ir?

No la contesté, cogí las llaves el abrigo y me fui directa a la puerta.

-¿Me vas a dejar sola ahora cuando más te necesito?

Me detuve enfrente de la puerta. Puse la mano en el pomo. Me di la vuelta con la mano aún sobre la pieza de metal. La miré. Miré a la puerta. Cerré los ojos. Los abrí. Giré el pomo. Abrí la puerta y salí.

Tenía en mente ir a ver a mi abuela, aunque fuesen altas horas de la noche y necesitase descansar. Necesitaba sus consejos, porque eran los únicos que me servían.

No me entretuve demasiado, tampoco quería que se hiciese más tarde de lo deseado.

El cielo estaba repleto de nubes grises, aunque hacia calor ya que se colaban algunos rayos de sol.

En cuanto llegué llame a la puerta. Nadie me contestó.

-¿Abuela? ¿Estás ahí?

Me asusté. Mi abuela era una persona de alta edad, y aunque la vendría bien estar con otras personas, ella aseguraba que estaba perfectamente.

Volví a llamar, esta vez con más fuerza. Esperaba que esta vez apareciese el rostro de mi abuela delante mía al abrir la puerta, pero nada.

Nerviosa, me quité una horquilla y la metí en la cerradura, consiguiendo abrir la puerta.

La vi tumbada leyendo sobre su cama. Caundo me vio, dejo el libro sobre la mesilla y me sonrió.

-Joder yaya, que susto. ¿Por qué no has abierto la puerta? He llamado un par de veces y ni siquiera has contestado.

-Cariño, perdóname. Cada día estoy más sorda. Además, me quito la cosa esta cuando leo para poder estar más en silencio-se ríe.

Me río yo también y voy a abrazarla.

-¿A qué se debe que estés aquí tan tarde?

-Bueno, papá tendría que haber estado en casa hace una hora y aún no ha llegado. Y ya sabes como es mi madre, y como me ha puesto nerviosa y me he ido.

Me senté en el borde de su cama.

-¿No la ha molestado?

-Sí, pero en caliente reacciono muy rápido y no sé lo que hago.

-Yo creo que lo primero que tendrías que hacer nada mas llegar, es pedirla perdón h preguntarle que qué tal está. Seguro que así consigues calmarla.

-Sí, supongo. Creo que me tendría que ir ya, tampoco quiero que se preocupe por mí. Muchas gracias, Abuela.

-No hay de qué, cariño.

Sonreí, la di un beso en la mejilla y me levanté. Justo cuando iba a abrir la puerta mi abuela me detuvo.

-Antes de irte, ¿me podrías acercar esa caja de madera, por favor?

-Sí, claro.

Me acerqué y se la di.

La abrió y sacó una pulsera preciosa de piedras blancas con hilos azul cielo. Llevaba algunos detalles en negro por la parte de atrás y brillaba mucho.

-¿Te gusta?-me preguntó.

-Es preciosa. ¿De dónde la has sacado?

-Eso no importa, es para ti. Mañana me gustaría que te pasases otra vez, y que me contases si ha ido todo bien con tu madre y si tu padre llegó a casa. Además quiero contarte algo, es importante.

-De acuerdo. Muchas gracias, te quiero-me acerqué a darla un beso.

-No hay de qué-me agarró la mano por unos segundos.

-Ojalá te pudiese tener para siempre, abuela.

-Lo mismo digo, cielo.

Anduve de nuevo a la puerta y la abrí.

-Una cosa más. Cuidado con lo que deseas, Elissabeth.

La miré confundida. ¿Por qué me decía eso?

-Vale... Adiós.

-Hasta mañana, pero te recuerdo que tengas cuidado.

Y salí de su casa. Asutada e intrigada, mirando la pulsera que tanto me habia gustado, deseando que no se me perdiese jamás.

La maldición de los Holmes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora