Sangre Dallas

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Mégane

Nada había cambiado, mi familia era la misma que hace generaciones atrás. Todos eran personas alocadas que disfrutaban sus vidas al cien por ciento. Yo, en cambio, había decidido ser diferente, para no terminar con un final desastroso. Con una vida completamente desperdiciada. Yendo a beber con mi prima, drogándome, acostándome con todo lo que se movía y destruyendo la ciudad donde vivía. ¿Hacer eso? No, gracias. Ese tipo de vida no me apetecía y no lo haría nunca.
Mis padres eran las personas disfuncionales del mundo, no los recuerdo bien. Me quedé viviendo con Jared, el primogénito de la tía Jane que me adoptó como su hija junto a su esposa Rose Mary y me cuidaron como si fuera su verdadera hija. Me brindaban todo el amor que tenían. Pero, a pesar de eso, el vacío de mis padres quedaba igual. Ellos seguían estando en mi mente hicieran mis padres adoptivos lo que hicieran.
A pesar de todo, la sangre no se podía negar. Me había pasado mi vida intentando no ser como los demás de mi familia, pero la tentación era tan fuerte que la única manera de vencerla sería cediendo a ella. En lugar de eso, yo me encerraba en mi habitación y meditaba las cosas tranquilamente repitiéndome una y otra vez:
«Recuerda lo que te dijo mamá en la carta, que debes intentar ser mejor persona, no fallar. Todo para que no termines como ella»
A veces, cuando me acordaba de la carta que me había dejado cuando era pequeña me entraban unas enormes ganas de llorar pero me aguantaba. Llorar sólo empeoraba el dolor de no tenerlos conmigo.
En las noches me imaginaba que ellos venían a mi cuarto y me deseaban las buenas noches y se quedaban conmigo hasta que me dormía. Lo hacía, dormía soñando con ellos, pero con un hueco en el corazón que no me dejaba respirar y despertaba asfixiándome.
En otros de mis sueños, veía sus ojos, grises y castaños que me observaban desde el otro lado de la habitación e intentaban darme fuerzas. Yo me levantaba para abrazarlos pero antes de que pudiera hacer algo, ellos se esfumaban como la niebla y me dejaban sola en un abismo de oscuridad. Yo rompía a llorar y despertaba ahogándome por las lágrimas.
Yo iba a la iglesia y era parte del coro con mi prima Catherine —Cat, de cariño—. Aunque ella no era muy religiosa ni mucho menos, ella hacía un buen uso del apellido Dallas y se deshacía en locuras con su novio Jasson, que nos llevaban a Peter y a mi a la fuerza.
Peter era un viejo amigo de la familia, un chico que había conocido a mamá cuando apenas era un pre-adolescente y ayudó a papá de salvarla cuando su padrastro la secuestró. No estaba segura de su edad, pero era alto, y tenía un hermoso pelo negro que te daban ganas de tocarlo.
Moví mi pelo con una mano pues me molestaba en el rostro. Escuchaba atentamente lo que tenía que decir el pastor de la iglesia. Cerré los ojos un instante y medité las palabras que él decía. Sonreí para mí misma y enfoqué mi vista en el publico por un instante para luego ver a mis compañeros del coro. Alex, un chico que estaba enamorado de mi, según me habían contado, me miraba con sus brillantes ojos azules pero cuando fijé mi vista en él la desvió. Cat parecía que se dormía pero de vez en cuando miraba su novio que estaba en una de las primeras filas en los asientos, lo que más destacaba de el era su vestimenta, demasiado informal, y su pelo rubio oscuro desordenado.
Cuando el pastor nos pidió que nos levantáramos de nuestros asientos para orar, Catherine casi se tropezó pero yo la ayudé a no caerse atrayendo las miradas de algunos hermanos de la iglesia. Ella pesaba mucho desde hacía unos meses así que la solté y ella trastabilló. La esposa del pastor, Margaret, nos lanzó una mirada fulminante y yo sentí como la sangre comenzaba a acumularse en mis pálidas mejillas. Cerré mis párpados y me sumergí en la oración de despedida.
—En el nombre de cristo Jesús, señor nuestro, amén —dijo el pastor al final de la oración.
—Amén —sonó la iglesia al unísono.
Todos se levantaron para salir de la iglesia pero yo me quedé sentada pues los del coro son casi siempre los últimos que salían. Esperábamos que todos salieran mientras cantábamos una última canción y luego iríamos a cambiarnos y saludaríamos a los hermanos mientras nos marchábamos.
Habíamos terminado de vestirnos, yo llevaba una blusa blanca y un short de mezclilla con unas vans negras, Cat llevaba un vestido olivo. Salíamos del vestidor cuando mi prima me lanzó una mirada perversa.
Teníamos un asunto pendiente; mi cumpleaños 16, el cual había estado esperando por mucho tiempo. Aunque Catherine también, ¿ella por qué? Pues a los 16 la abuela Amber fue que hizo las cosas más disparatas. Cat esperaba que yo me desviara de la iglesia y al fin la dejara.
No lo haría. Debía de tratar de ser mejor persona, por mamá. No podía cometer los mismos errores que parecían estar siempre presente en esta familia.
—Al fin afuera —dijo Cat cuando estábamos afuera. El viento mecía nuestros pelo y molestaba. Me hice un moño y despejé mi rostro—. Mi hermano dijo que podíamos salir a dar una vuelta. Es tu cumpleaños, nena —Jared era el hermano mayor de Catherine.
—Lo sé —le dije y suspiré. Mi prima alejó su pelo con molestia del rostro pero no se lo recogió—. Pero no estoy de ánimos para ir a beber. Sabes que no me gusta —susurré—. Y acabamos de salir de la iglesia.
—Oh por Dios, Még —comenzó a decir—. No me digas que te afectó lo que dijo el estúpido de Jared esta mañana en el cementerio.
—No es eso —le aclaré y me crucé de brazos por el frío—. Lo que pasa es que... quiero ser mejor persona —ella estalló en carcajadas. Fruncí el ceño y esperé a que su ataque de risa terminara.
—Oh, Mégane —dijo tratando de controlarse y poniendo una mano en mi hombro—. Nunca lo serás, recuerda que la sangre Dallas y Stone corre por tus venas. Naciste para ser mala, hacer sufrir a los hombres, fajar y hacer de la vida una fiesta.
—Mamá no dijo eso —dije contradiciéndola y apartando su mano.
—Tu mamá está muerta —me recordó fríamente—. Así que no valen las mierdas que dejó en esa carta, si no hubiera sido tan masoquista nada de esto hubiera pasado.
—Si ella no hubiera sido tan masoquista —dije secamente y me acerqué más a ella— yo no estaría aquí.
Cat guardó silencio y sabía que estaba molesta. Ella era demasiado directa, lo que era bueno a veces pero nunca medía sus palabras. Miles de veces había dicho cosas que me herían bastante. Siempre me decía lo que quería escuchar, pero eso no significaba que no me doliera.
Nosotras desde pequeñas habíamos sido muy unidas, siempre juntas. No me imaginaba una vida sin mi alocada prima. Había salido a su madre; la psicópata Jane Dallas, una mujer algo voluptuosa con las características familiares, ojos marrones y pelo lacio. Era la tía más rara que tenía pero también la más divertida. Aunque me odiaba, y a veces me hería de todas las formas que ella sabía hacer sin tener que ponerme un dedo encima.
—Idiota —me dijo finalmente y ambas reímos dejando el momento incómodo atrás—. Por favor, Még, vamos a casa a quitarnos estos vestidos de monja y vamos a una disco —tocó su vestido con algo de repulsión y yo reí—. Te tengo un grandioso regalo de cumpleaños.
—De acuerdo —le dije luego de un suspiro para complacerla y ella sonrió.
Me tomó del brazo entrelazándolo con el de ella y nos subimos a mi auto. Había conseguido mi licencia de conducir y por eso Jared me compró un Twingo. Se lo estaba pidiendo desde que cumplí quince y él me prometió que me lo compraría en mi cumpleaños. Esta mañana me había sorprendido con él en el garaje, tenía un moño encima y yo lo había estrenado yendo al cementerio.
—¿Qué maldita tacañería es la de Jared? —soltó Cat en el asiento de copiloto inspeccionando mi auto—. Es lindo, pero, ¿no podía comprarte un Jeep?
—Yo le pedí este auto —le informé acariciando el guía—. Me gustan los Twingo's.
—Eres rara —dijo levantando una ceja—. Vámonos rápido que estoy ansiosa porque veas mi regalo —miró por la ventana y saludó con la mano a su novio, el cual se marchó como niño bueno con sus padres.
Hasta a mi me entraban ganas de saber cuál era el regalo que Cat tanto que mencionaba. No estaba muy emocionada por mi cumpleaños a decir verdad. Jared quería hacerme una fiesta por mis dieciséis pero yo no quise y ahora la revoltosa de mi prima me quería llevar a beber para lo cual no estaba de humor.
Vivíamos en Londres, Inglaterra. La familia se había mudado a este país cuando Jane y Edward iban a entrar a la universidad.
—Llegamos —le dije viendo la enorme casa que crecía a medida que nos acercábamos.
Mi casa, donde vivía con Jared y Rose Mary estaba al final de la cadena de mansiones de la familia Dallas. Todos vivíamos uno cerca del otro en el mejor lugar de Londres. Los primeros que comenzaron esto fueron los abuelos luego de que se casaron. Luego, los gemelos Jane y Edward se mudaron y así sucesivamente. También vivían cerca los mejores amigos de la abuela, Caro y Shawn Mendes. Una feliz y extraña pareja, Caro era una señora castaña muy agradable y Shawn un canadiense de pelo oscuro.
Estábamos frente a la casa de Catherine. Estaba al lado de la abuela y era del mismo tamaño, casi. Era de un color beige y blanco. Mientras yo conducía por el recinto de la mansión miraba al frente a las enormes puertas de madera que nos esperaban.
Bajamos y le pasé las llaves a uno de los guardias de la mansión. Cat me sonrió y caminamos hasta las enormes puertas, que sinceramente me asustaban. Con mi prima podía esperar cualquier cosa, no podía imaginarme qué sería su regalo.
Tremenda sorpresa que me llevé al entrar a la mansión, la cual estaba decorada elegantemente y había un letrero que decía «Felices dieciséis, Mégane». Pero eso no era nada, claro que no. Lo que me sorprendió y me alarmó fue que dentro de la casa de Cat estaba toda la familia.
Genial.
Mi familia era demasiado grande, y era como para no quererlos a todos en una misma casa. Imaginen las reuniones familiares. Eran todo un revoltijo.
Les hago las presentaciones para que no se pierdan: El abuelo Cameron y la abuela Amber que habían procreado a los gemelos Jane y Edward —y a mi padre, Marco—. Jane se casó con Cameron Lí-Sellers, el director de una universidad, y Edward se casó con Danielle, hija de los mejores amigos de la abuela. Jane tenía a Jared y a Catherine —Y a Jessy, pero no hablábamos de eso—y Edward tenía una hija, Rosalíe, de unos veinticinco años.
Ahora, estaba también de la familia de Lí, su primo Matt y su esposa Lycia. Son muy amigables y me caen bien. Son una de las pocas personas normales en la familia. Tenían dos hijos gemelos, Carl y Nelson, de la edad de mis padres, además de la mejor amiga del tío Lí, Caryol, pero estaba de viaje.
—Felicidades, cariño —dijo la abuela abrazándome con sus cálidos brazos. La abracé por igual y pude sentir su perfume Coco MadeMoiselle. Era una mujer de casi setenta años, pero su belleza no se había esfumado, sus ojos brillaban de felicidad, la cual siempre irradiaba.
Y así tuve que pasar por los brazos de todo el mundo que me quería abrazar; el abuelo, los tíos y mis primos hasta llegar a Jane. Aquella alta y hermosa mujer que me daba algo de miedo. Unos hermosos ojos marrones que brillaban y un cuerpo esbelto envuelto en un hermoso vestido rojo. Me miraba con una mirada penetrante que me hacia estremecer. Ella mantenía sus distancias.
—Felicidades —dijo fríamente. Ella obviamente no me abrazó pues era la hija de su hermano muerto favorito.
Hubo un extraño silencio luego de eso, los demás estaban pendientes de sus asuntos. Los sirvientes iban de aquí para allá brindando a los invitados bocadillos y bebidas.
—Bien —dijo Cat interponiéndose entre ambas. Sabía perfectamente que su madre me odiaba. Siempre me contaba lo que decía de mi, y no eran cumplidos precisamente—, adorar a Dios es cansado con tanto alábale que el es bueno y tanto fuego nos dio calor —se abanicó con una mano y le sonrió a su mamá que había levantado una ceja—. Vamos a subir arriba a cambiarnos.
—Espero que sea a eso, ya las estoy creyendo lesbianas —dijo Jane con las manos en la cintura.
—Sí, sí ajá —dijo Cat a su madre y me agarró del brazo. Cat y yo subimos las enormes escaleras blancas hasta su cuarto, el cual amaba profundamente, es tan grande y bonito.
Las paredes eran blancas y negras, las cortinas eran de seda y la cama estaba en una esquina como un enorme y confortable sofá. En las paredes habían posters de sus bandas favoritas y actores, Cat era una fanática de la música y el cine, aunque su fanatismo había decaído desde hace un tiempo.
Entramos a su closet y de allí sacamos dos vestidos, que digo vestidos, esos sólo son pedazos de tela que lo único que hacían era taparnos el abdomen pues los senos y el trasero casi se veían. El de Cat, era un hermoso vestido color crema de encaje que le quedaba muy ceñido al cuerpo. Se puso unos zapatos del mismo color y tomó su melena para luego soltarla que calló como cascada sobre su espalda. El mío era un vestido azul de mangas que era algo abultado. Al menos con él no se me notaba tanto mi pequeña cintura pero aún así era demasiado corto.
—Ay, Dios —dije mirándome en el espejo de cuerpo completo. Cat había logrado maquillarme un poco y soltó mi pelo por detrás mientras me miraba—. No puedo salir así Cat, no quiero que todos vean mi vagina.
—Pero si tienes bragas, ¿o no? —me preguntó mirándome desde el espejo y yo voltee a verla.
—¡Claro que sí! —respondí, indignada por las suposiciones de mi prima—. Pero sabes perfectamente lo que quiero decir. Además, toda la familia está ahí abajo, ¿cómo saldremos?
Cat me dio una de sus sonrisas como diciéndome: «¡¿Acaso no me conoces?!». Su mirada lo decía a gritos. Por amor a Dios, era la hija de Jane Dallas, encontraría hasta la forma de escaparse de la cárcel. A veces me daba un poco de miedo pero se me pasaba cuando recordaba que a mi no sería capaz de hacerme algo malo.
Ella tenía un pequeño pasadizo en el lado de una de las puertas que había hecho hace mucho, se me había olvidado por completo. Lo tapaba un enorme poste de la película Dune y ella con sumo cuidado lo quitó y vio en el interior.
—¿Te vas a quedar ahí parada como el purro de Edward cuando ve a Danielle? —me preguntó descaradamente comenzando a entrar en el pasadizo.
Yo reí, luego me quité los tacones y la seguí. El camino era obviamente oscuro y húmedo, me daba algo de claustofobia. ¿Cómo había ella hecho esto? Fácil, con una motosierra y unos cuantos martillos que conseguimos en la habitación de Jane, hasta ese momento me daba miedo saber que hacían allí.
—Listo —dijo ella saliendo ya de allí. Salí detrás de ella deprisa y me limpié el vestido. Habíamos llegado justo al patio cerca del garaje—. Bien, nos iremos en el auto de papá.
Hacía algo de frío, la verdad. La luna ya estaba en su punto y brillaba suavemente. Podía escuchar desde donde estaba la música que venía desde dentro de la mansión. Sólo esperaba que no se dieran cuenta de nuestra tardanza y fueran a buscarnos.
—¿No se molestará? —le pregunté algo alarmada al darme cuenta de lo que había dicho y poniéndome los tacones. Ella ya se había puesto los suyos.
—No me hará nada, cariño —me contestó y me guiñó un ojo.
Entramos al garaje y escuchamos movimiento en la casa, al parecer nos estaban buscando. Cat rápidamente entró a un mercedes y yo busqué la llave en uno de los cajones que había en una esquina. Me subí al auto con el corazón a mil y ella sonrió para apretar un botón que hizo que la puerta del garaje se abriera. Entró la llave y encendió el auto. Me dio una sonrisa antes de arrancar y marcharnos.
Bajé el cristal de la ventanilla y dejé que la brisa nocturna inundara el auto. Cat encendió la radio y una movida canción de Maroon 5 comenzó a llenarnos. Mi prima iba tarareando la canción con entusiasmo y yo hacia lo mismo. A pesar de no tener ánimos para ir a beber me consolaba la compañía de mi prima que siempre ha estado ahí para mi.
Ya allá, en una de las mejores discotecas de Londres, nos estacionamos en el lugar de siempre y caminamos hasta la puerta de entrada. Nos dejaron pasar sin siquiera preguntar nuestros nombres pues ya nos conocían y nos adentramos a la oscuridad con luces de neón de la discoteca.
Habían muchas personas, gracias a Dios no estaba nadie que yo conocía. La discoteca era enorme y era una de las mejores en la ciudad, "The NewMan". Aunque éramos menores, el guardia de la puerta era muy amigable con nosotras pues Cat era novia de su hermano.
Nos acercamos a la barra, llena de hermosas copas de cristales y bebidas multicolores. Pedimos unos tragos para luego sentarnos en unos asientos altos y acolchados.
—La casa invita —dijo el chico rubio de la barra pasándonos los tragos. Cat y yo nos miramos para luego arrojarle las bebidas encima. Rápidamente su blanca camisa se volvió rosa y su cara roja—. ¿Están locas?
Regla número uno de la abuela para cuando saliéramos: No aceptar bebidas de extraños pues no sabíamos que podrían haberles puesto.
—Nos querías drogar —dijo Cat dejando su copa bruscamente en la barra, por poco y la rompía—. Mejor voy y compro unas cervezas en la esquina.
—¿Crees que no te conozco, mocosa? —le dijo el tipo achinando los ojos. Me alejé un poco de la barra pues ya sabía lo que se venía—. Eres la hija de Jane Dallas y Cameron Lí-Sellers, los voy a llamar, sólo tienes dieciséis...
Tomó su teléfono pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa Cat lo tomó del cuello de su corbatín negro y lo acercó demasiado a ella, el tipo se puso pálido al instante y a mi me entraron ganas de reír. Me cubrí la boca con una mano y desvié mi mirada de los ojos del chico.
—Escucha, intento de humano —le comenzó a decir y apretó su agarre sobre el corbatín—, si te atreves a amenazarme de nuevo, te corto los testículos y hago un licuado con ellos.
Luego les agrego alcohol y los vendo aquí como margarita, ¿entendido?— El tipo sólo pudo asentir, Cat le sonrió como si nada hubiera pasado y yo me moría de risa por dentro. El tipo comenzó a hacer dos tragos más mostrándole a Cat todo lo que le ponía para que no lo volvamos a acusar de intentar drogarnos.
Me daba algo de risa el muchacho, estaba aún con las mejillas sonrosadas tal vez por lo que le hizo mi prima. Hasta tenía su pelo cobre despeinado y de vez en cuando se pasaba una mano por él.
Al terminar se acercó a nosotras algo temeroso, lo que me dio algo de pena, y dejó los tragos en la barra.
—Aquí están sus tragos SIN drogas —dijo él y nosotras los tomamos con una sonrisa en nuestros rostros.
Catherine me hizo chocar mi trago con el suyo y luego se lo bebió de un sorbo. El chico la miró por unos instantes pero luego se alejó. Acerqué la bebida a mi nariz y la olfatee suavemente. Rápidamente el alcohol golpeó mi olfato y la alejé de mi.
—Vamos a bailar —gritó mi prima y me tomó del brazo aunque yo negaba con la cabeza—. Y dale un sorbo a eso.
Yo no estaba acostumbrada a beber, a veces le daba un traguito para que Cat no dijera nada pero cuando me acerqué el vaso a la boca ella hizo que le diera un trago demasiado grande. Casi me atraganté pero alejé las ganas de toser de mi y la seguí.
Fuimos a la pista de baile con nuestros tragos en mano. Las luces parpadeantes me estaban dando dolor de cabeza. Junto con el trago y el humo hacían una muy mala combinación. Cat se acercaba a mi para bailar sensualmente pero yo apenas podía mantener los ojos abiertos. Me dieron ganas de toser pero me cubrí la boca para no hacerlo.
Las personas a mi alrededor se veían muy felices, y otras muy pasada de tragos. Hacía un tremendo calor porque las personas eran demasiadas y estaban muy pegadas unas de otras. Un chico paso a mi lado pero chocó conmigo y trastabillé.
—No me digas que ya estás mareada —dijo Cat pero no le hice caso pues sentía unas manos agarrarme desde atrás. Voltee y me encontré con unos hermosos ojos miel.
—¿Peter? —pregunté con una sonrisa ya que su rostro se difuminaba por la falta de luz normal, aún así pude ver que asentía.
Lo abracé y besó mi pelo, yo sonreí como tonta.
Peter fue, como les había contado, el hombre que fue a buscar a papá para que lo ayudara cuando el padrastro de mamá la había secuestrado. No era tan alto, pero sí algo fuerte. Tenía unos brillantes ojos marrones y un abundante pelo oscuro.
—¿Qué hace aquí la nena religiosa? —me preguntó con una sonrisa.
—Cat me arrastró hasta aquí —dije haciendo puchero señalando a Catherine que bailaba con Jasson. Me acerqué al oído de Peter y le susurré—: Sácame de aquí.
—¿Por qué? —preguntó riendo y me tomó de la cintura—. Creo que tú y yo nos podemos divertir mientras tanto.
Entonces, me tomó de la cintura y unió sus labios con los míos.
Peter yo y éramos... ¿Novios se podría decir? Bueno, yo tal vez era una gerontófila y él un pedófilo de primera, no podía evitarlo. Él me había apoyado siempre y había estado conmigo, además de que me gustaba bastante y extrañamente ese extraño enamoramiento se había reforzado desde que había vuelto de un viaje hace meses.
Siempre hacia esos viajes donde iba a visitar a su familia.
—¿Mégane? —dijo Cat separándonos bruscamente y la miré con el ceño fruncido—. Vamos al baño.
—¿Para qué? —dije y volví a buscar los labios de Peter para besarlo y él me respondió, pero ella nos separó otra vez.
—Dije que vengas y ya.
Miré a Peter y él me sonrió para luego asentir. De mala gana la seguí y fuimos ambas al baño. Al entrar, ella se aseguró de que no había nadie dentro y cerró la puerta con cerrojo. Mientras, yo me acerqué al espejo del baño y me hice un moño pues ya me comenzaba a dar calor. Comencé a hacer caras raras y Catherine buscaba algo en su cartera. Se veía o muy nerviosa o muy emocionada. Voltee a vera apoyando mis manos en la meseta del lavamanos y ella levantó la vista con las mejillas sonrosadas de excitación.
—Bien —comenzó ella a decir acercándose a mi—. ¿Estás lista para tu regalo?
No, no lo estaba. En vez de emocionada y lista estaba nerviosa y asustada. No es que pensara que me daría una pequeña caja y que ésta explotaría en mi cara. Pero de Catherine Lí se podía esperar todo.
Aún así, suspiré y le respondí—: Sí.
Me pasó un sobre, yo lo tomé curiosa. Lo abrí, saqué el contenido y los sostuve en mis manos. Me quedé de piedra al contemplar el regalo de mi prima.
No podía ser posible...
—Mis padres me dieron permiso para ir, sólo falta convencer a Jared y a Rose Mary—dijo mi prima algo tímida encogiéndose de hombros. Levanté mi vista para verla pero volví a bajarla.
—¿Iremos a Moscú? —le pregunté viendo los boletos aún sin poder creerlo.

Querida MéganeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora