Capítulo único.

27 5 12
                                    

Aún recuerdo sus ojos del color de la miel, enmarcados por largas pestañas negras, su cabello infinito y color castaño. Tenía la piel pálida y suave como los pétalos de una flor, adornado por lunares, como planetas esparcidos por su cuerpo.

Conocí a Hannah el primer día de escuela, entré al aula buscando algún lugar al fondo, cuando la vi. Tenía la cabeza agachada, leía el libro que sostenía entre sus manos y escuchaba la música tan fuerte que la voz de Amy Winehouse cantando "Back to black" se escapaba por sus audífonos. En su mesa había un asiento vacío, así que me dirigí a él, puse mi mochila en la mesa y me senté, ella levantó la mirada al sentir el movimiento y me miró.

Nunca creí que hubieran ojos más hermosos, como si escondiera todos los secretos del universo ahí dentro, un universo que yo desconocía completamente pero que no me importaría perderme entre sus galaxias o caer en un agujero negro.
Me sonrió y estoy segura que cada vez que sonreía, una nueva estrella nacía.

Me dijo que su nombre era Hannah y me pregunto que si en qué se parecía un cuervo a un escritorio y solté una risa.  Ella rompió a reír y creo que valía la pena hacerse añicos por escuchar ese sonido saliendo de sus labios.

Desde ese día fuimos inseparables, me fascinaba cada cosa de ella, amaba cada pequeña cosa de Hannah. Mis sentimientos por ella se desbordaban de mi ser, quería tomarle de la mano, quería besarla, acunarla entre mis brazos y protegerla de todo.

Entonces, un día habíamos decidido ir al rancho de sus padres a las afueras de la ciudad. Había tomado la pick up que le habían dado de regalo y tomamos la carretera, llegamos ahí de noche y sacamos el alcohol que tomamos de sus padres de contrabando.
Tendimos colchonetas, almohadas y cobijas en la caja y nos acostamos ahí, con el alcohol en las venas, riendo tranquilamente de algún chiste que dijo Hannah.

El cielo azul rey se extendía sobre nosotras, con la lluvia de estrellas. Me sentía tan insignificante, tan abrumada por ese show de luces que tenía sobre mí. Mire a Hannah y ella me estaba mirando. Se acercó lentamente a mí, puso su mano en mi mejilla, nuestros labios se encontraron y fue como si todos mis terminaciones nerviosas se concentraran en esos lugares. Toda la noche sostuvo mi mano, con las estrellas sobre nosotros y me pregunté cómo podías descubrir todos los secretos del universo en la mano de alguien.

Cuando sus padres se enteraron, fue como ver a una estrella perder su luz y cuando éstas dejan de brillar, mueren.
Cuando estábamos juntas, apenas lograba ver su brillo.

Sus padres decidieron que debían irse lo más lejos de ahí, que debían alejarnos. El último día que la vi, le entregue un collar de estrella que hacía juego con el mío, que era una luna. Me dijo que podía que podía regresar al rancho de sus padres cuando quisiera a observar las estrellas para que nunca la olvidara. Hannah se fue de mi vida y yo sentía que caía por el agujero del conejo, pero sin llegar nunca al País de las Maravillas.

Ahora estoy aquí, acostada en la caja de la pick up que conseguí porque me recuerda a la de ella. Estoy mirando el cielo, las estrellas se presentan ante mí y me hacen sentir pequeña. Sé que Hannah, en algún lugar, está viendo las mismas estrellas. Eso me basta por ahora, hasta que volvamos a encontrarnos. 

when planets move, they sing a song.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora