"¡Tu vida está en tus manos!". Frase que la mayoría de la gente dice, pero ¿qué tan cierta es?
Ésta es mi historia:
Crecí en un pueblo cerca de la frontera de Oaxaca y Guerrero donde nos dedicabamos a la siembra de toronjas y algodón.
Nuestros terrenos eran viejos con muchas historias que contar.
Mi hermana y yo crecimos viendo cómo se sembrada la toronja y los cuidados que ellas necesitaban para crecer. Veiamos a nuestra mamá y a nuestras tías encargarse de los cultivos y a nuestros abuelas y tías mayores tejer. Ellas tejian rebozos y huipiles con los hilos que ellas mismas hacían con el algodón y generalmente las decoraban con mariposas y flores de milpa.
También veíamos a nuestro padre y a sus hermanos llevar la fruta y parte del algodón a la ciudad y nos encantaba ayudarles con la limpieza de los animales.
Vivíamos muy cerca de un río donde a mis primos y a mi nos encantaba jugar, sobre todo los días que hacía calor.
Pasábamos el mayor tiempo posible aprovechando el día ahí. Era como conectarse conectarse con la naturaleza y vivir en un mundo colectivo que juntos creabamos. Algo verdaderamente único. Algo que nos abría la mente. Algo que nos conectaba con nuestra tierra. Algo simplemente mágico.
Mi pueblo, mi gente y mi familia era lo mejor que la vida me había dado... o al menos en ese momento lo creía.