"Hice fácil las adversidades y me compliqué las nimiedades" dice una muy buena canción de un muy buen grupo. Las personas solemos complicarnos por cosas tan insignificantes y dejamos pasar por alto aquello que en verdad es relevante. Cualquiera podría pensar que es algo que se puede evitar, y que al fin y al cabo resulta ser una estupidez. Pero... ¿qué sucedería si, de repente, esas nimiedades se convierten en adversidades? ¿Qué pasaría si todo aquello que solíamos pasar por alto empieza a ser importante?
Y entonces sucede. Cosas que anteriormente no tenían gran relevancia, e incluso cosas que ni siquiera se concibe que pueden llegar a afectar, lo hacen. Porque, para desgracia de muchos, no existe un botón que apague nuestras emociones, y quizás la peor (e irónica) consecuencia de esto es que la sensibilidad aumenta a medida que nuestras preocupaciones y complejos lo hacen. Y esa sensibilidad, como es de esperarse, empeora la situación.
Algunos llaman a eso “demonios” de manera tan romántica e idealizada...¡ignorantes! Ni los demonios llegan a ser tan tenebrosos como los horrores que dominan la mente. Y es que nada puede dañar más al ser humano que su propia mente; lo cual lleva a replantearse seriamente el propósito de vivir. “¿Valdrá la pena seguir así siempre?” o peor: “¿Esto será para siempre?”
Simples preguntas como estas son las que posiblemente llevan a las personas a la auto-lesión, depresión, suicidio y tal vez otras cosas más de las que nadie quiere hablar por lo que siguen siendo un misterio.Pero nada de eso termina ahí. Las respuestas a la clase de preguntas mencionadas anteriormente irán llegando, y sean estas positivas o negativas, las personas logran mejorar y seguir adelante...o simplemente dejan de ser.
Por otro lado, están las personas que no hacen parte de los dos “grupos” dichos. Y considero que este “grupo” es peor, porque mientras unos deciden avanzar o abandonar, están los que no hacen ni lo uno ni lo otro. Viven pero sin vivir, como si fuese una obligación de la que no quieren hacerse cargo pero que tampoco quieren abandonar. Y acudir a alguien o el desahogarse resultan ser desafíos imposibles y difíciles de ejecutar, porque, seamos sinceros, nadie logra entender perfectamente al otro por más que se ponga en sus zapatos; suele ser algo bastante perjudicial de saber, porque las personas siempre están en búsqueda de semejantes (por así decirlo), personas que logren entender lo máximo posible...lastimosamente, la realidad nos muestra que es inexistente; por ello prefieren guardar ese enorme conjunto lleno de miedos, complejos, sentimientos de inutilidad, desesperanza, rencor, dolor, y puede que hasta más. Y no importa si en unas mentes hay más que en otras, porque ese conjunto afecta por igual sin importar qué tan lleno o vacío esté.
Entonces, ¿qué queda para este grupo si no prefiere ninguna de las “dos opciones”? Sencillamente, la vida misma les enseña a vivir con ello, algunos aprendiendo más rápido que otros como es de esperarse, con el objetivo de llegar a un punto en el que las cosas afecten e influyan menos en sí mismos. Un punto en el que se deje de “contaminar” a los seres queridos —porque ellos también se ven afectados por esa actitud de “muerto-viviente”, quiérase o no—, en el que se logre dejar atrás el negativismo y se intente empezar algo mejor.
Desafortunadamente, no hay garantía absoluta de que algún día se aprenda la lección.
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El otro grupo.
Short StoryEstán los que desean salir adelante. De igual manera, están los que dejaron de querer seguir continuando. Pero...¿también existirán los que están en un punto medio?