Encuentro con una diosa

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No fue hasta ese primero de Marzo de 2012 que conocí el amor verdadero.
Tenía doce y, como hacía ya cuatro años, estaba entrando a la escuela para empezar los nuevos nueve meses anuales de estudio. Pero esta vez era especial, era mi primer día de secundaria, ese único acontecimiento lo hacía diferente ¿O iba a haber algo más? ¿O acaso el destino me tenía algo mas guardado para ese día?
Me desperté con una ansiedad que crecía constantemente, me levante, me puse un jean, zapatillas deportivas, la chomba manga corta con el escudo de la escuela y fui a desayunar, mi mama me sirvió el desayuno y al minuto y medio llego mi papa a la mesa. Desayune, me preguntaron si estaba nervioso, sabían que yo esperaba este día hacia mucho, que para mí era sumamente importante, que de ansioso como soy, quería llegar a la universidad y que este era, a mi modo de ver las cosas, el anteúltimo paso para llegar a la adultez. Le respondí que no, que estaba bien, le mentí y él lo sabía. Se sonrió y terminamos de desayunar en silencio. Fuimos a la camioneta y emprendimos los ocho kilómetros y medio que separaban mi quinta en Hostería y la escuela en Jáuregui.
Cuando llegue vi a un amigo entrando, baje mientras mis papas me deseaban suerte y yo les agradecía, le grite para que me esperara y ingresamos a la escuela. Nos alcanzo una amiga con la que me había hablado todo el verano, entramos charlando, éramos el único curso que asistía ese día y el siguiente, eran dos días de adaptación a la escuela secundaria.
Entramos al salón de clases y nos separamos, mi amiga se fue con su grupo y mi amigo y yo con el nuestro, mi amigo y yo nos sentamos juntos. Empezó la primer hora, era la de Matemática, la profesora nos dio la bienvenida y nos empezó a introducir en cómo iba a ser ese año, a los cinco minutos de comenzada la clase entro ella, con un cabello de un leve tono rojizo suelto y ondulado, una piel blanca y suave como la seda y unos ojos de un fuerte color verde en los que cualquier simple mortal, una definición en la que ella no podía ser incluida, se puede perder, horas, años, décadas y hasta incluso siglos. Tenía un caminar firme del cual yo no podía sacar mi mirada atontada, infantil e incluso estúpida. Camino hasta la profesora, la saludo y, con su voz dulce como la miel, le pidió disculpas por el retraso, luego fue a sentarse al banco junto a la puerta con mi amiga, ese accionar debió durar no más de quince segundos, pero para mí, para mí fue eterno, mi mente estiro cada segundo tanto como pudo, fue un acto reflejo de mi cerebro para alargar el goce del momento en que una de las diosas del Olimpo se digno a bajar aquí, al mundo terrenal de los simples mortales a deslumbrarnos con su belleza sin igual, a darnos a probar por los ojos un poco de néctar divino del mismísimo Olimpo.
El día siguió transcurriendo de forma tranquila, uno por uno se fueron presentando cuatro profesores mas, pero mi mente ya no estaba ahí, ya no estaba concentrado en los profesores sino que estaba centrado en la divinidad de pelo rojizo que ese día nos visitaba, guardando este día bajo millones de llaves, encadenándolo, tomando todos los recaudos posibles para que no se perdiera en las movedizas arenas del tiempo y así poder, ya sea para mi delirio o mi placer, recordar aquel día, aquel glorioso día en el que conocí semejante belleza y a su vez, sentí el veneno del amor imposible recorrer mi cuerpo e inundar cada célula.

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