-Tenías razón. ¿Qué otra cosa querés que te diga? Tenías razón en todo. La gente hace oídos sordos. No escucha. No ve. No entiende que lo que está pasando no está bien, no es correcto. ¡Y no hacen nada! ¿Podés creerlo? Claro que sí. Si total vos siempre me lo dijiste. Nunca nos iban a escuchar. Que el fútbol, que la religión, que ISIS, que Trump, que Macri. Siempre hay algo más grande que opaca nuestra presencia, nuestra lucha diaria. Pero qué se le va a hacer. Así nos criaron. Para estar atentos a los problemas de los demás, nunca a los propios.
Observo a mi alrededor y la neblina se hace más y más espesa. Observo a mi oyente y noto cómo cada vez tiembla más y más. El terreno es desértico, no hay ningún árbol a la vista ni ninguna flor o arbusto sobre el cual pueda resguardarse. La lluvia es inminente, sin embargo, ella prefiere estar acá conmigo que en su casa, calentita.
-Aunque no culpo a la sociedad -prosigo-. Nos culpo a nosotros mismos por no atrevernos a abrir los ojos y a ser más curiosos. Nos culpo a nosotros mismos por habernos dejado dominar y malcriar. ¿No que el hombre era un animal salvaje pero cuyo instinto lo había llevado a coexistir con otras personas? ¿Dónde quedó ese salvajismo? ¿Dónde quedó esa actitud rebelde que casi siempre nos mete en problemas?
》Muchos "adultos" dicen que la época para que tales actos sean justificados es la adolescencia, ¿pero es eso cierto? ¿Usualmente no reprimen esa clase de actitud por considerarlo inapropiado? Que mierdas. La cabeza me duele y no entiendo nada. Sólo sé que el mundo hizo vista gorda para que le pusieran el collar de perro y se dejara amaestrar.
Las lágrimas de mi oyente no tardan en llegar. ¿O acaso es sólo la lluvia? Como está en cunclillas, toda su espalda se empieza a mojar. Sus rizos se aplastan por la fuerza con que azotan las gotas y en el suelo se acumula barro. Si no se va, tarde o temprano va a agarrar un resfriado.
-Dale, no llorés. El mundo no se va a arreglar si seguís llorando. Las lágrimas no solucionan todo, ya lo deberías saber. Dale Andrea, dejá de llorar. Los mocos no van a tardar en salir y como sé muy bien que nunca traés pañuelos no quiero que salgas caminando de acá con esa asquerosidad colgando de tu nariz. Dale Andrea. Si querés te toco algo. Ah no, cierto, mi guitarra está rota. No importa, ya me la van a arreglar y en cuanto la tenga en mis manos te toco algún temita de cumbia -de esos que tanto te gustan- para aliviarte. Pero mientras... ¡dejá de llorar conchatumare!
Oí una risita tímida causada por la peculiar forma de expresarme. Poco después, dejo de escuchar sus lloriqueos. Su cuerpo seguía temblando y su cara dejaba ver las ganas que tenía de seguir llorando, pero se mantuvo firme. Como si el tiempo estuviera conectado con su estado de ánimo, la lluvia cesó. Ojalá yo hubiera tenido la misma suerte el día que tuve mi primera cita...
Los rayos de sol se arrimaron por entre las nubes y un arco iris hizo acto de presencia. ¡¿En serio?! Resoplé bastante fuerte. Ella siempre había tenido esa suerte de irlandés. Por unos momentos, Andrea me miró fijo. Su cara tenía impresa una de las tantas miradas de reproche que dedicaba pura y exclusivamente a mi persona.
-No te voy a pedir perdón si eso esperás. Tenés que aguantarte. No podés ir por la vida llorando por todo. Y ahora que no voy a estar más a tu lado -Esas palabras me causan un pequeño dolor en el corazón-, tenés que ser fuerte. Por ambas.
A lo lejos puedo ver cómo un gentío se aproxima a donde nosotras estamos. Sus banderas y estandartes se pueden ver a kilómetros. Los colores de éstas brillan tanto que es imposible no notarlos. Una sonrisa se dibuja en mi rostro.
-Bueno, no. No en todo tuviste razón. Hubieron muchas cosas que te equivocaste ese día y que jamás olvidaré. Pensaste que no iba a ir a la marcha y sin embargo fui. Pensaste que ese tipo de cosas no me importaban pero debiste suponerlo al verme reaccionar de tal manera por la muerte de Valentino -o Valentina-. De seguro lo sabías, pero no sabías qué tan metida y comprometida estaba con la causa; cuánto de mi vida estaba dispuesta a arriesgar; cuánta esperanza albergaba por el cambio...
Andrea se dio la vuelta y se sorprendió al ver tanta cantidad de gente con sonrisas y banderas multicolor. Se sorprendió al ver la valentía que sus acciones representaban. Y se sorprendió al notar su error. Yo no había muerto en vano y toda esta gente -sin darse cuenta- lo estaba confirmando.
-Mi guitarra se rompió, ellos la rompieron. Y aunque la música dejó de sonar para mí, no lo hizo para mi gente.
La vista se me empezó a nublar y supe en ese momento que no me quedaba mucho tiempo.
-Andrea como último favor te pido una cosa. No dejes que mi guitarra se haya roto en vano. Siéntete orgullosa de lo que somos y de lo que hice. No creas que por un infortunio como este se debe dejar de pelear. Nunca se debe dejar de pelear. Y cuando el momento llegue, tocaremos juntas una última canción.
Total palabras: 909
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El día que la música dejó de sonar.
Short StoryPensaste que no iba a ir... Pensaste que no me iba a importar... Pero te equivocaste. Sí fui. Fui para hacer un cambio, para traer conciencia a la sociedad, para abrirles los ojos. Fui porque quise y no volví porque ellos no quisieron. Espero me pe...